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El héroe del monopatín

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Los atentados que han conmocionado recientemente a la ciudad de Londres tienen un protagonista. Una persona joven, valiente y osada que cuando observó como los yihadistas apuñalaban a varios viandantes en London Bridge no dudó en interponerse en su camino. Monopatín en ristre, golpeó a los susodichos, evitando una tragedia mayor. Sin embargo, este acto de heroicidad quedó convertido ante todo en un sacrificio de su propia vida por la de otras. Y es que, durante toda una semana se perdió su paradero hasta que finalmente las autoridades de Scotland Yard hicieron público que su cuerpo se encontraba en las dependencias policiales.

Este héroe. Un joven español que trabajaba en Reino Unido. Sus actos han sido aplaudidos en su municipio de residencia de Las Rozas, en el pueblo donde pasó su infancia de As Pontes y en Comillas le ha valido el reconocimiento de la Xunta de Galicia. Como homenaje, las autoridades le han reconocido al mismo Echevarría la Cruz de la Orden del Mérito Civil. Mientras tanto, en su pueblo natal de Ferrol, la marabunta de podemitas y nacionalistas gallegos folclóricos, liderados por Jorge Juan Suárez, han optado por no reconocer prácticamente nada a esta persona, argumentado que no tenía ninguna vinculación con su ciudad. Esta es la respuesta de la formación de Pablo Iglesias ante quienes se atreven a desafiar al terrorismo islámico.

Si bien, un tema más peliagudo que las imbecilidades de Podemos está en el «retraso» de las autoridades británicas en el reconocimiento de su cadáver. Han corrido por las redes distintas noticias que apuntan no al apuñalamiento, sino a un disparo de la policía contra Echevarría como la causa de su muerte, al haberlo confundido con un terrorista. Si esto ha sido así, nunca lo sabremos. Lo que sí es cierto es que de ser lo que realmente acaeció no habría sentado nada bien en las votaciones de May. Un ciudadano europeo, confundido con yihadistas, asesinado por la policía y en medio de su rechazo conservador a Europa. Mala cosa habría sido.

¿Una nueva edad oscura?

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punteo1En la historiografía europea, el concepto «Edad Oscura», alude a una serie de siglos que se sitúan en el tránsito desde la Edad Antigua hacia la Edad Media. Este término poco optimista se agrupó a raíz de una serie de episodios que desestabilizaron las tradicionales estructurales de poder institucionalizado. La fragmentación del poder imperial, las invasiones de pueblos nórdicos, esteparios y musulmanes y la creación de unidades políticas en una escala de alcance local. Con todo ello, no era de extrañar que por aquel entonces los cristianos creyesen que el fin del mundo se acercaba conforme llegaba el primer milenio.

En un reciente twitter de Cospedal, aseguraba que no hay educación ni sanidad pública, sino hay seguridad. Es cierto. La acólita de Rajoy se ha convertido en heraldo de los cuatro jinetes en un tiempo de incertidumbre donde las tradicionales estructuras de poder como los Estados Unidos, gobernados por un presidente populista, o Reino Unido guiado por la insegura batuta de los conservadores caminan hacia una desagregación del poder al nivel nacional. La otrora floreciente Unión Europea, convertida en un feudo de los mandatarios alemanes, y minada por el desacuerdo populista apenas presenta mayores señales para el positivismo.

Tampoco faltan en nuestro tiempo, no ya invasores, sino actores internos capaces de desestabilizar el frágil equilibrio entre libertad y seguridad. El terrorismo islamista, o aquel que alude a alguna legitimación coránica, está a la orden del día como el nuevo peligro para la civilización europea. Sin duda, y salvando las distancias, podríamos hablar de un nuevo episodio de oscurantismo cimentado por la desconfianza en los representantes políticos y el inminente peligro desestabilizador. Un enemigo interno y otro externo dispuestos a erradicar el estilo de vida occidental.

Geriátricos políticos

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DOCU_GRUPO DOCU_GRUPOLa carrera política en España tiene un recorrido multinivel. A grandes rasgos, el inicio se produce en el gobierno local, siendo alcalde o concejal con responsabilidades ejecutivas en el ayuntamiento. Al cabo de uno o dos mandatos, unos reducidos sujetos que han ejercido funciones en el ejecutivo municipal son promocionados como diputados autonómicos y/o nacionales. Bien se puede dar el caso, de ser primero parlamentario regional y posteriormente pasar al Congreso. Finalmente, el diputado puede formar parte del gobierno con un puesto como ministro o secretario de Estado. Y si la cosa sigue adelante, acabar en alguno de los conocidos cementerios de elefantes.

Los “geriátricos políticos” o instituciones dirigidas hipotéticamente a aprovechar el bagaje de estos profesionales son variados. Entre ellos, se encuentra el Senado, un lugar que puede servir tanto de premio por la labor desempeñada en el partido como una forma de deshacerse de elementos incómodos. La diplomacia es otro lugar donde aparcar a estos ancianos que comparten silla con la vieja aristocracia castellana. Ahí está el reciente Wert que ha acabado en París por destruir nuestro sistema educativo. Y como no, las instituciones europeas y supranacionales que suponen una forma de salida de lo que podría definirse la esfera del Estado.

Estos días se habla del caso del Yak-42 y de Ignacio Trillo. El Peter Baelish del aznarismo. El político perfecto que a todos cae bien y dispuesto a gestionar los temas más truculentos, taimados y sucios que necesite el príncipe. Parece que la justicia no alcanzará a Trillo después de regresar de su idílico exilio inglés, quien ya solicita ser integrado en el castizo Consejo de Estado que representa a la sociedad tanto como un simio al conjunto de los mamíferos.

London First Week: surviving in the urban hell

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DSCN0041La estancia académica en Londres durante este verano pretendía ser un descanso en todos los sentidos. Un momento de pausada armonía. Lo que me llevó a pensar que podría descansar de las reflexiones políticas de mis columnas y escribir algo menos apresurado como unas memorias de viaje. Aunque llegué con los ciertos prejuicios que todo español arrastra frente al mundo anglosajón: la cultura, el estilo de vida, la gastronomía y el clima insular; lo cierto es que, esas teorías eran sólo unas aventuradas y vacuas hipótesis que no captaban la auténtica gravedad de todo lo que encierra la «city». No es mi intención desanimar a ningún alma aventurera, estudiante Erasmus, inmigrante en busca de trabajo o enamorado de la metrópolis. Por lo que, recomiendo a aquellos que se suscriban a alguno de dichos perfiles que abandonen la lectura para evitar que mi opinión subjetiva, sesgada y profundamente juiciosa pueda contaminar en sus expectativas, sueños y pesares. Con esta advertencia previa, puedo dar paso a plasmar en las siguientes líneas lo que he experimentado y conocido durante nada más y nada menos que una semana.

La comida constituye, sin lugar a dudas, uno de los elementos que más determinan nuestra experiencia londinense (y la de otros). Aún desconozco si lo que relataré a continuación sucede sólo en Londres o en cambio, es algo que afecta a todo el país. Básicamente, la comida aquí es una mierda. Sí. Una auténtica mierda. ¿Por qué? Los productos frescos como la carne y la verdura se pudren en cuestión de días. No hablemos ya del pescado. Por cierto, ¿por qué no hay pescaderías en la «city»? ¿han desterradDSCN0058o a los pescadores por el congelado? Aquí puedes comprar una pechuga de pollo, unos tomates o una lechuga que de la noche a la mañana se convertirán en un nido de putrefacción. Esta afirmación ha sido comprobada científicamente. La basura da pruebas fehacientes de ello.

En este sentido, la fecha de caducidad de los productos es exacta. Esto no es España donde Cañete puede darse el lujo de comerse los yogures de hace dos días. Aquí consumir algo que cumplió ayer tendrá nefastas consecuencias como gastroenteritis, diarrea, vómitos y hongos cutáneos. ¿Cómo puede haber tanta obesidad con «questo civo» en Reino Unido? De hecho, los supermercados juegan a diario con la proximidad de la fecha de caducidad de los productos para rebajar consecutivamente el precio de los comestibles hasta que llega la hora punta. Finalmente, añadimos el precio de los productos de primera necesidad y sólo se llega a una conclusión: se paga bastante por una comida de baja calidad y en deplorables condiciones. Por estas razones, los británicos suelen acudir a los supermercados a diario, porque se van consumiendo en el corto plazo. Ni el congelado es de fiar.

El clima es un segundo factor a tener en cuenta. Durante el verano no hay una forma lógica de predecir qué tiempo hará a lo largo del día. Puede que te levantes con un cielo nublado y al cabo de unas horas todo se transforme en un intenso calor veraniego. También existe la posibilidad que la soleada jornada se cierre con una noche tormentosa. El paraguas es uno de tus complementos básicos. Por todo ello, la vestimenta puede variar de un día a otro de una manera abismal. Así que, viéndolo de forma positiva, podrás disfrutar de una amplia gama de tu propio armario. Sí. Tu armario debe ser variado y complementario.

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El carácter de la ciudad es algo totalmente genuino. No es una ciudad fea, pero tampoco es bonita. No es una ciudad acogedora, pero tampoco es repelente. En las fachadas rojizas de sus edificios y los colores violáceos de sus contenedores de basura se exhibe el intento por dibujar las tonalidades de vidas grises. La vida del profesional liberal de Aldgate, del comerciante musulmán de Whitechapel o del hipster de Candem o Picadilly. Entre todos ellos existe el mismo interés por dar sabor a una insípida existencia en las profundidades de la «city», pues de por sí, suelen ser vidas bastantes impersonales. Una impersonalidad que imprime la ciudad y que sus habitantes intentan borrar con personalidad, identidad y carácter. También una solución muy socorrida son las «pints» y los «gins» al acabar la jornada, ya sea en una tasca del barrio más deprimente o en la más concurrida taberna del centro.

Sin embargo, si todo esto no te ha convencido. No hay mejor forma de cerrar una jornada de trabajo con una «tube strike» que cierra las bocas del metro, convierte los autobuses en latas de sardinas, colapsa las aceras y eterniza la «rush hour». Así, puedes ejercitar tu cuerpo con una caminata de más de hora y media hasta tu hogar, que sin lugar a dudas, no se encontrará en el interior de la Zona 1. Mientras escribo estas líneas ya pienso en las próximas que versarán sobre el estilo y el sentido de la vida en la «city», una hipótesis que aún está por poner a prueba para corroborar o refutar. Hasta la próxima.

Saluda, te estamos leyendo

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privacidadEn estos días, se han hecho públicos datos bastante escalofriantes sobre el respeto de la intimidad de las llamadas “democracias occidentales”. A partir del caso Snowden, se han hecho públicos los miles de datos que grandes corporaciones han suministrado al gobierno estadounidense para espiar a sus ciudadanos (y a los de otros países). Así, como el espionaje de Reino Unido hacia los enviados del G-20. Un país en cuya capital, decenas de cámaras garantizan la seguridad de sus ciudadanos.

El clásico debate sobre seguridad y libertad vuelve a salir al aire. Está claro de que lado de la balanza pende el hilo. Entonces si bien, llegamos al punto de qué la palabra democracia debe empezar a ser sustituida por otra. Una democracia no persigue a sus ciudadanos para garantizar su seguridad, máxime cuando con tanta información en sus manos se producen fallos entre las agencias como la CIA y el FBI, permitiendo atentados como los del 11-S o la reciente maratón de Boston. Por tanto, puede aventurarse que el principal objetivo de esta política de inteligencia y flagrante violación de la individualidad no es la protección del individuo.

Probablemente, estamos ante futuros proyectos, si no lo son ya, de distopías con sus propios mitos como “el hombre hecho a sí mismo” o “la protección del ciudadano”. Mientras tanto, otros Estados que no tienen la calidad democrática de “pata negra” van acogiendo a los detractores de estas estratagemas como América Latina con Julian Assange. Lo cual señala a los futuros países protagonistas en el desarrollo de las políticas de seguridad internacional.