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Cambio ideológico por mutación partidista
El cierre de la fallida investidura de Pedro Sánchez y su heraldo naranja ha dejado una clara conclusión. Los partidos se han desplazado en la arena ideológica durante esta coyuntura de cambio político que algunos han venido en denominar la “Segunda Transición”. Aunque es cierto, que si es una transición sabemos desde donde, el bipartidismo, pero no terminamos de avistar donde acaba en un horizonte marcado por la división de los grupos políticos entre la izquierda y la derecha. Siguiendo esta lógica, los distintos partidos políticos se han asentado en determinadas arenas electorales de las cuales consiguen sus apoyos, no siendo las mismas que hace unos años.
A grandes rasgos, nuestro panorama político quedaría dividido de la siguiente forma. Un Partido Popular que se convierte en el gran partido a la derecha acogiendo tanto a conservadores como a elementos extremistas y que aún intenta, aunque de forma fallida pescar en el centro-derecha. Un centro político marcado por PSOE y Ciudadanos que de forma acertada captan el voto tanto del centro-izquierda como del centro-derecha, especialmente ese centro-derecha hastiado del liderazgo de Rajoy acosado por los escándalos de corrupción y el desgaste. A la izquierda de los socialistas, queda un amplio espacio ganado por Podemos y en el que coexisten pequeñas fuerzas como Izquierda Unida, Compromís, En Marea y En Comú-Podem. Finalmente, quedarían los partidos nacionalistas tradicionales que han visto disminuir su cuota, a excepción de PNV y ERC.
Este trance político continúa a fechas de hoy, tras que el monarca haya instado a los candidatos a abrir nuevas negociaciones. Sin embargo, esta italianización de la política que deja espacios estancos claramente definidos viene acompañado de la incapacidad de los partidos para llegar a un acuerdo. Si bien, ya ha empezado una guerra fría entre Podemos y PSOE para tender lazos a través de la mediación de las fuerzas de Compromís e Izquierda Unida. Ahora cabe esperar si el programa de centro propuesto por Sánchez y Rivera es capaz de incorporar demandas desde la izquierda y contar el apoyo de estos partidos. Lo que no cabe lugar a dudas es que Rajoy es innegociable, pero que el tampoco está dispuesto a negociar su salida de la arena política.
Teatro político
El gobierno entre PSOE y Podemos es una realidad efectiva. Al menos eso ha escuchado el arribafirmante de un miembro de la cámara alta. Al parecer tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias habrían acordado desde hace más de un mes cuál sería el futuro gobierno de este país, tras la renuncia de Mariano. La sucesión de episodios de intentos, abandonos, amores, rupturas y rechazos entre los grupos parlamentarios no sería nada más y nada menos que la puesta en escena de una obra literaria. Un drama no al estilo shakesperiano, sino al más puro estilo rocambolesco y gamberro de Juego de Tronos donde nunca termina de haber un desenlace final.
Es sugerente la invitación que hace la hipótesis de la política como teatro. Y es que, la vida pública no deja de ser una puesta en escena. Una trama donde los actores, los discursos, las proclamas y los símbolos adquieren un valor especial. Durante mucho tiempo, los expertos en política han denostado la preocupación intelectual por el poder simbólico y las consecuencas que implica. No obstante, esta telerrealidad mostrada a través de los medios de comunicación y de la actuación magistral de nuestra élite política hacen palidecer a esos “expertos”.
Ahora bien cabe preguntarse si la última condición sobre un nuevo referéndum catalán era parte del guión. O si por el contrario, ya se había pactado una respuesta entre los dos partidos de izquierda. Sea cual fuere existe una diferencia entre sus públicos. La audiencia de los socialistas en general no está dispuesta a plasmar la cuestión catalana como una prioridad política en los tiempos que corren. Mientras que, ese electorado de Podemos compuesto de jóvenes preparados, parados, okupas, perroflautas y otras personas afectas al antiguo 15-M, cuya prioridad era la crisis económica sí están satisfechos. Satisfechos con anteponer la independencia de una región española a cambio del cambio.
Gran coalición
Las negociaciones de Pedro Sánchez han quedado anuladas tras la pinza de Ciudadanos y de Podemos. O con uno o sin ninguno, según arguyen Rivera e Iglesias. Lo que ha seguido después es los gustos por las coaliciones, siendo mayoritaria la coalición Ciudadanos y socialistas para los votantes de ambos partidos y de socialistas y podemitas para estos últimos. Ni la clase política es capaz de ponerse de acuerdo, ni tampoco la sociedad civil tiene muy claro con qué amigos quieren que sus representantes vayan a formar gobierno. Hasta hace uno meses, nuestro electorado rezaba un mantra sobre el milagro, la proporcionalidad política y el fin de la crisis y llegados a la hora de la verdad, todo vuelve a la dinámica cainita y crispante del español medio.
Aunque, ya se ha dicho. Nuestra nueva clase política tiene menos capacidad de diálogo que la que estuvo al frente durante la Transición. Ahora que se habla de una “segunda transición” y de la necesidad de un gobierno de concentración entre las distintas fuerzas parlamentarias. Sea como fuere, este fin de semana ha salido a la luz un pueblo castellano, Santa Cruz de Mudela, donde populares y socialistas se han alternado en el gobierno municipal durante un mandato. Y cuidado, porque el argumento de “PPSOE” no sirve para este caso, en el que los alcaldes de ambas fuerzas se han visto acosados continuamente por sus respectivas ejecutivas.
La cuestión es que necesitamos una gran coalición. Un gran pacto. Quizás surge la pregunta de si cambiando algunas cabezas, se podría hacer más factible el acuerdo. A fin de cuentas, las negociaciones entre grandes partidos políticos no dejan de ser en gran medida, el resultado del trabajo de personas individuales que son los líderes políticos y que a través de sus compromisos interpersonales consiguen compromisos nacionales. Sin lugar a dudas, Podemos y PP representan dos partidos necesitados de una rápida renovación de sus líderes.
Desc(g)astados
La dificultad para la formación de un gobierno está inmersa entre bambalinas. Los distintos postulantes, entre ellos Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han hecho sus apuestas para formar gobierno. Entre las posibles fórmulas que se han dado cabe mencionar la gran coalición PP, PSOE y Ciudadanos y la coalición de izquierdas de PSOE, Podemos e IU. Esta última combinación un auténtico espectáculo de fuegos artificiales de Pablo Iglesias sin haber consultado previamente con el líder socialista. Las intrigas son justas, justificadas y hasta necesarias para producir un ejecutivo con suficiente estabilidad para producir los cambios, sean en una dirección u otra, correspondientes con las expectativas de la ciudadanía. Cosa distinta son las fanfarrias que son directamente proporcionales el desgaste de los petimetres ante la opinión pública.
Mientras algunos desean hablar de carteras y otros esperan a que ocurra un milagro mariano, otros líderes en un segundo plano han mejorado su valoración ante el electorado según una reciente encuesta de Metroscopia. Rajoy, Sánchez e Iglesias engrosan la lista de los “fiambres políticos” que han experimentado una caída de su valoración. A la par, Albert Rivera, Eduardo Madina, Soraya Sáenz de Santamaría y Susana Díaz han mejorado su valoración ante los votantes. Por lo que la “nueva política” no tiene porque venir necesariamente a través de los nuevos partidos, sino de nuevos líderes. A la luz de estos resultados, los tradicionales catch-all-parties españoles requieren de una sustitución necesaria de sus líderes, especialmente entre los conservadores.
El caso de Pablo Iglesias servirá en años postreros para ilustrar los manuales de Ciencia Política. La casta se ha atragantado en su boca. Ha dejado de hablar de esa élite extractiva para convertirse en parte de ella. Ya no interesan las reformas tanto como los sillones a ocupar. Como en La Granja de Orwell, los cerdos se sentaban en la mesa para negociar con el granjero opresor hasta tal punto que no se distinguía a los revolucionarios de los explotadores. Ha pasado de la casta de los descastados a la casta para ser candidato al descas(r)te entre los líderes políticos del establishment. En síntesis, Iglesias puede que en breve pase a ser incinerado políticamente junto a sus dos compañeros de peripecias: Mariano y Pedro. Tiempo al tiempo.
Especulando sobre las andaluzas
Las elecciones andaluzas son las primeras del agitado calendario electoral de este año. La débil alianza entre socialdemócratas y comunistas ha pasado a mejor. Descanse en paz. ¿O quizá volverá a resucitar si las cuentas de escaños y futuribles coaliciones no salen? Se están barajando muchos porcentajes de cara a la posible composición del Parlamento Andaluz, pero no hay nada seguro. Si bien hay una serie de cuestiones que no se deben desdeñar y que se pueden afirmar con seguridad de cara a los resultados.
En primer lugar, la entrada de Podemos y Ciudadanos con cierta capacidad de maniobra en la cámara autonómica. Esto demuestra que el desencanto existente en la sociedad española también ha calado entre los andaluces, que no son precisamente los menos perjudicados por la crisis económica. Además, se plantean como alternativa a fuerzas políticas como IU o UPyD que han intentado mostrarse como opciones al bipartidismo. Por otro lado, Podemos entra en una situación difícil, ya que tendrá que elegir entre gobernar con algunas de las antiguas fuerzas -de la casta en su idioma- que han estado en el poder, o mantenerse en la oposición.
En segundo lugar, el bipartidismo ha demostrado que pese a su desgaste, resiste en la comunidad andaluza. Mientras que, el candidato de los populares cree que este es su momento, nadie sabe cómo y probablemente ni él lo intuya, ya que sus únicas salidas pasarían por un pacto con el PSOE o Ciudadanos. Lo que implicaría tanto en un caso como en otro, comerse sus propias palabras sobre el “cambio” -gran proclama de la derecha paradójicamente- y la corrupción. Mientras que, Susana Díaz seguiría presente como la líder de la formación victoriosa, aunque no contase con los escaños necesarios para formar gobierno.
Mientras que, formaciones como IU de Andalucía serían víctimas de sus propios actos. No es posible coquetear con Podemos a la par que se retiran del gobierno con los socialistas. En política y en la vida, no se puede estar en todos los sitios. Y es que, a veces el menú de opciones puede ser autodestructivo si no se maneja con cuidado. Una auténtica pena, teniendo actualmente uno de los líderes nacionales mejor valorados y más jóvenes como Alberto Garzón.
El fraude magenta
Propuesta sobre la mesa una posible alianza entre Ciudadanos y UPyD de mano de Sosa Wagner y bien acogida por Rivera y Nart, ha sido bien desechada por la dirección de Rosa Díez. O mejor dicho, por la misma Rosa, que se justifica afirmando que su partido podría sufrir si se convirtiese en una coalición centrista al modo de la antigua UCD. El arribafirmante se desconoce si Rosa se observa a sí misma como una reencarnación de Adolfo Suárez o alguna suerte de figura mítica que separa las aguas (PP y PSOE) de un mar (bipartidismo). Con sinceridad, UPyD reúne entre uno de sus factores de constitución propiciar a Díez el liderazgo que no pudo tener tras su derrota ante Zapatero como Secretaria General de los socialistas.
Todo esto es prácticamente absurdo y probablemente Ciudadanos obtenga una cuota de los votos de UPyD ya que son barcos que pescan en el mismo caladero. Por su parte, el partido de Rivera ha tejido una estructura interna que funciona de un modo más eficaz en términos de rendimiento político que la ola magenta. A lo largo de su creación, Ciudadanos ha trabajado con un estilo pactista creando redes con pequeños partidos regionales y de similar posición ideológica, además de disfrutar de una transparencia intachable en comparación con otros partidos de la nueva ola como UPyD y Podemos.
Ahora si bien, queda una pregunta en torno a la cuestión de UPyD. Hemos visto como en los últimos diez años han aparecido una serie de partidos que independientemente de su ideología suponen una alternativa al tradicional bipartidismo. Hablamos de Ciudadanos, Equo, Ganemos y Podemos, entre otros; que responden a esos valores postmaterialistas como el bienestar individual, la transparencia o la recuperación del valor del sujeto en la participación política. La pregunta que es difícil de responder es si UPyD pertenece a esta nueva ola, o si simplemente es una marca blanda de los otros dos partidos-cartel.
La clave está a la izquierda
25M. Desenlace de la contienda electoral por Andalucía. Los protagonistas del bipartidismo se la juegan todo a una. Aunque, en la parrilla de cada partido hay distintas cuestiones que acabarán con buen asado o una chamusquina definitiva. Por ello, si algo marca a los contendientes es que el derrotado perderá mucho más que el acceso al ejecutivo de la Junta de Andalucía.
En primer lugar, el PP andaluz afronta su bautismo de fuego para hacerse por primera vez en la historia con el Gobierno autonómica. Y por tanto, efectuar una alternancia en el poder de la comunidad que ha estado durante más de treinta años en un régimen de partido dominante, según la clasificación de Sartori. Lo que, se presume, es un síntoma de calidad democrática para las instituciones y la cultura política. No obstante, la apuesta de los conservadores es el liderazgo de Javier Arenas, político superviviente e iniciado en el centro-democrático durante la Transición. Y que, de no obtener la victoria acabaría totalmente quemado produciendo una renovación de la élite en el seno del partido.
En segundo lugar, el PSOE se juega la continuidad del régimen chavista, ahora griñaniano, de café para todos. O mejor dicho, está a prueba el liderazgo de José Antonio, que recibió el Gobierno de la Junta de parte de su amigo Manuel, pero nunca lo ha ganado hasta ahora en unos comicios. De ahí, debemos observar si el heredero tiene la misma virtus que el príncipe; o si por el contrario, la fortuna termina por vencerlo en el último momento después de tantos ERES, fondos reptilianos, leyes de reforma administrativa y demás varapalos. Cuya hipotética derrota abriría aún más las luchas intestinas en el socialismo andaluz arrastrado por la marea azul.
En tercer y en último lugar, está el gran decisor de esta contienda IU. Esta formación aspira a aumentar sus diputados gracias a los votos volátiles desde la izquierda del PSOE. Lo que la coloca en una posición inmejorable para negociar con los socialistas un gobierno de coalición en caso de que los populares no obtuviesen mayoría absoluta, o si, dejaría a la derecha gobernar como castigo al gobierno saliente como hizo en Extremadura. IU lo tiene todo por ganar porque si cede al PP aumentaría sus votos y apoyos de forma indirecta y se legitimaría como “auténtica izquierda” frente a un PSOE que ella misma cataloga como derecha. Si no, regresaría al ejecutivo entrando en la gestión de la comunidad autónoma con todas sus prerrogativas y prebendas.
En cuanto a los diputados de PA y UPyD, los primeros se quedarían fuera y los segundos mantienen unas lejanas posibilidades de conseguir algún diputado por Sevilla y Málaga. Por lo que, tras este análisis, la izquierda real es la que tiene el sartén por el mango y la que decidirá cuál será el destino de Andalucía en la próxima legislatura.