mariano rajoy
Innecesario
Ya se sabía que Mariano Rajoy se había resistido a aplicar el artículo 155 de la Constitución Española. Fue esta una de las razones por las que hace unos años, y no el aborto como la prensa manifestaba, que hicieron que Gallardón abandonase el Ministerio de Justicia. Deseoso de suspender la autonomía de Cataluña y gestionarla desde Madrid por un período indeterminado. El 155 es un apartado vago e inconcreto cuyo peso político habría dado cierto margen de maniobra para que el ejecutivo español procediera a resolver el contencioso catalán. Estado de alarma, de sitio, de excepción y otras cuantas amenazas legales se han proferido estos días desde los dirigentes populares hacia las autoridades sediciosas de la Generalitat. Si a eso se le añade el peso político de la secesión en el contexto europeo y la salida de empresas del territorio autonómico, la presión sobre Carles Puigdemont ha sido enorme. El poder blando ha sido efectivo por ahora.
Si bien, con independencia de lo que hubiese sucedido en caso de haberse producido la DUI, el castigo penal y económico sobre su equipo y él mismo parece que ha sido el detonante de la retirada. Retirada momentánea porque se habla de «suspensión». Y ahora, los dirigentes de la CUP que esperaban un pronunciamiento del nacionalismo más duro se encuentran revueltos ante el coitus interruptus que han sufrido por parte de la derecha catalana. La Cataluña rural castiza -curiosamente de izquierdas- y la otra Cataluña urbana, cosmopolita y que ha perdido poder global -lean la ciudad global de Saskia Sazen- están ahora en medio de un conflicto interno. Lo que está claro es que esto no ha acabado y que sólo es el paso a un nuevo capítulo de la tragicomedia nacionalista.
De lo que nadie se habrá dado cuenta o pocos han meditado es sobre el posible aumento de la intención de voto hacia el PP y Ciudadanos que se ha podido producir estos días. Menos tanques y más cabeza. Sin embargo, lo sugerente ha sido el baile de Podemos que de una semana a otra ha cambiado de postura en un auténtico espectáculo de travestismo político. Iglesias ha aprendido que el mantenimiento del tradicional respaldo anguitiano a los nacionalismos periféricos es muy bien recibido en los contubernios de cierta izquierda, pero la realidad y las consecuencias de un acto de tal osadía en plena secesión son otros distintos. Ahora sólo cabe desear que los populares y los socialistas no vuelvan a alimentar al drac como ya hicieron González, Aznar, Zapatero y Rajoy.
Sin Errejón al Decathlon
Hago mías las palabras de un buen colega y gran politólogo teórico, Javier Taillefer, quien ya advirtió que las aspiraciones de horizontalidad del 15M difícilmente serían traducibles al interior de un partido. Todos los que expresamos nuestras objeciones sobre Podemos fuimos vilipendiados o bien se nos respondió con una sonrisa propia de una secta distópica. El buenintecionamiento del fundador de un partido difícilmente podrá evitar convertir a dicho grupo en una oligarquía micheliana. Y siguiendo a Bourdieu, el pensamiento y la acción del hombre político tienen la capacidad de agencia suficiente para configurar una institución a su imagen y semejanza. Más de una década costó purgar el fraguismo en Alianza Popular y todavía el felipismo mueve los hilos del socialismo español.
Iglesias y su agenda se imponen, seguidos de una minoría de Izquierda Anticapitalista. Si bien con la excepción siguiente. No han sido los compromisarios del Partido Popular o de las formaciones tradicionales quienes lo han decidido, ha sido la militancia la que ha entendido que el camino no es dialogar con otras formaciones, ni siquiera con los que discrepan con ellos dentro del partido. La alternativa que el afiliado de los Círculos Artúricos ha elegido es volver al intrapartidismo neoestalinista. Al menos, se puede eximir al líder de ser el culpable de todos sus errores.
Ya admitió Iglesias que había sido un error crear tres secretarías superpoderosas. El poder no debe dividirse. Debe unificarse. Porque el poder llama al poder. Y el poder consume a quién lo ejerce, pero más consume a quién no lo detenta. Con esas premisas, el todopoderoso nuevo secretario se convierte en una fuerza antagónica para el Partido Popular. Desde la nueva óptica de Podemos, no hay transversalidad, sólo ellos conceden distinción de oficialidad entre los opositores a Rajoy, porque a fin de cuentas, los demás -PSOE, C’s e IU- también son parte del establishment. Y así, sin Errejón de por medio, Iglesias y Monedero compran su equipamiento de montanismo en Decathlon.
The only one
Rajoy ya ha comunicado que se presentará de nuevo como candidato para la presidencia del Partido Popular. El catch-all-party de los conservadores españoles con una estructura presidencialista y un sistema de selección de su ejecutivo configurado por los compromisarios es una de las mejores máquinas de gobernabilidad intrapartidista que existe en el sistema de partidos españoles. Su organización está dispuesta de forma que el presidente nacional dispone directamente de una gran cantidad de información y poder de decisión sobre su continuidad o no. De esta forma, sólo su decisión de abdicar en el cargo o no renovar, produce el cambio saludable de élites a nivel nacional en este grupo político.
La carrera política de Rajoy no es muy distinta a las de otras personalidades entre los populares. Lo que comenzó con un concejal en Pontevedra, pasando por distintos cargos parlamentarios tanto a nivel autonómico como nacional, culminó durante el Gobierno de Aznar en su elección como ministro. De ahí, dio paso a la pugna con Esperanza Aguirre por el liderazgo del partido y finalmente se consolidó durante la segunda legislatura de Zapatero como el indiscutible líder de la oposición.
Casi diez años después, Rajoy aspira a ser el candidato al poder ejecutivo para las próximas elecciones, que debido a la inestabilidad del parlamento es posible que se adelanten. Con independencia de las posturas de la baja valoración de su liderazgo, el popular persiste en su intento tenaz por acceder a una tercera legislatura como Presidente del Gobierno. Lo que sí es cierto es que ni los partidos en Estados Unidos ni en muchos otros países de Europa los candidatos a dirigir una fuerza política están sometidos a un control tan laxo por su propio partido.
Agenda oculta en la gobernanza española
En distintas columnas, el arribafirmante ha advertido de la senda anti-democrática de la Unión Europea en los últimos años. Desde el día y hora, en que se fragmentó eso que los medios de comunicación llamaron como el “eje franco-alemán”, las comunidades europeas se han convertido en una suerte de instrumento tecnocrático en manos del Gobierno alemán. La batuta germánica que se ha impuesto durante los años de la crisis económica ha venido a exigir a la mayoría de los países una serie de condiciones para cumplir sus objetivos económicos. Estos objetivos económicos, marcados según los cálculos y las estimaciones del Banco Central Europea, han subeditado a la calidad democrática y el Estado del Bienestar a un segundo plano. España, Portugal, Italia y Grecia son las nuevas colonias en las que el IV Reich se ha instalado, sin necesidad de usar los tanques simplemente a los cuerpos de funcionarios comunitarios.
La necesidad de ajustar a la maltrecha España y evitar la prolongación de la ausencia de ejecutivo por un año más estaba en la agenda alemana. Una de las economías más pujantes de los países mediterráneos, la cual ha empezado a despegar, no podía continuar con una crisis de gobernabilidad a ojos de Merkel. Eso contravendría los intereses económicos depositados en el país ibérico y su rápida necesidad por encaminarse hacia los nuevos recortes impuestos desde Bruselas. ¿Y acaso no cabe pensar que hay un fino hilo desde la agenda internacional alemana hasta la crisis interna del PSOE? Les diré que sin lugar a dudas, dicha relación de causalidad existe, aunque pueda parecer difícil de vislumbrar a simple vista.
Hace ya una semana que alguien le preguntó a Rajoy en las instituciones europeas que si volvería a repetir como ejecutivo. La respuesta directa fue afirmativa. El partido más votado en las penúltimas y últimas elecciones de España era el que ha conseguido sacar a España de la crisis a golpe de limitaciones presupuestarias y sólo el segundo partido más votado, con el liderazgo de Pedro Sánchez, se oponía a su investidura en esta España asediada por los radicales de Podemos. Era necesario que el PSOE que ha sido uno de los partidos fundamentales en la gobernabilidad de España sacrificase sus postulados políticos en favor del sistema y se abstuviese en la investidura de Rajoy. Desde las opacas y selectas élites supranacionales que representan Felipe González y Juan Luis Cebrián hasta el ámbito subestatal socialista liderado por Susana Díaz, se ha trabajado en esta operación de desatoro de las poleas y mecánicas partidistas para acabar con un Secretario General que había sido elegido en primarias y dar vía libre a los cauces de la gobernabilidad, aunque a su pesar arrastrase el cadáver de la extinta socialdemocracia convertida en capitalismo residual. Y ahora, cabe preguntarse hasta qué punto la situación actual, tanto la fractura del PSOE como la segunda legislatura de Rajoy, responde a intereses constitucionales y democráticos o a los intereses de una agenda internacional que se escribe desde Bruselas y otros salones más opacos.
Sacrificio
Hace ya algunos meses que esta pluma -o con más propiedad, tecla- ha permanecido de vacaciones. Pudiera parecer que el silencio ha invadido al escribiente, mientras el torbellino político hacia dónde se dirige España sigue girando sin parar. Al contrario, ha gustado más de actuar como espectador anónimo a este disparate. Y es que, para empezar este curso no hay nada más acertado que una lección de Lengua Española, no vaya a decirse que somos unos iletrados. La palabra “sacrificio” aparece con ocho entradas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua y en su primera definición se muestra como “ofrenda a una deidad en señal de homenaje o expiación”. Nada más oportuno para interpretar la dimisión de Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE.
Ahora sólo cabe preguntarse a qué divinidad sacrosanta han entregado el alma política de un líder que ha cumplido lo que dijo: su negativa perpetua a la investidura de Mariano Rajoy. Desde un punto de vista táctico, la eliminación del Secretario General era y será una efeméride a celebrar para muchos. Entre los populares, porque era la auténtica roca que evitaba la formación de un gobierno estable con el Presidente del Gobierno más corrupto que hemos tenido hasta el momento. Para la lideresa Susana, que es como el perro del hortelano que ni come ni deja comer, la oportunidad para seguir teniendo un nuevo títere en Madrid para hacer lo que ella dijera. O acaso, algún insensato ha llegado a plantearse la posibilidad de que Díaz aspire a la Secretaria General. Sería absurdo asumir tantos riesgos en un partido fragmentado desde la diplomática retirada de Zapatero.
Se puede dudar de que esa deidad carnívora sea Susana Díaz o Mariano Rajoy. Más bien, hablemos de los auténticos poderosos como Felipe González y sus amigos que se reúnen en lo salones del Ibex-35. Es probablemente entre estos corredores donde encontremos la verdadera respuesta a tan inquietante misterio. Y más aún cabría mencionar a los tecnócratas de Bruselas, nerviosos por mantener la estabilidad de España. Recuerden que es una de las principales economías de la zona Euro. Y definitivamente, por bien de la economía hemos decidido -o los socialistas- han decidido dar un carpetazo a la democracia interna y seguir con sus pugnas cainitas de toda la vida, pero a lo grande. La pregunta es, si tanto interés había por la economía, ¿por qué nadie sugirió la dimisión de Zapatero cuando negó la existencia de una crisis económica a todo un país? Misterios del sincretismo político.
Tráiganme ese millón
Las elecciones del 26-J, esa especie de segunda vuelta que nuestros partidos necesitaban ante su incapacidad de llegar a un acuerdo, se han saldado favorablemente. Se han saldado favorablemente para el sistema cooptado por los conservadores. Los mercados vuelven a funcionar y la precariedad vuelve a estar a la orden del día en el empleo, el sistema de Seguridad Social y el bienestar público. Los escándalos de corrupción vuelven a estar al amparo tras la cortina de humo, mientras una especie de liberales -difícilmente cabría al arribafirmante llamarlos así- pueden campar a sus anchas entre las lagunas de la legislación y el posterior vacío de una parte del erario público.
La corrupción política se ha legitimado frente al miedo al populismo de izquierdas. Ambos demonios del sentido común y motivadores de ese voto al miedo que ha hecho que votantes liberales, socio-liberales y social-demócratas de Ciudadanos y PSOE, hayan dado su confianza a los populares, o más bien dicho, a Mariano Rajoy. Experto como lo fuera Javier Arenas en repetir fracasos electorales tantas veces como fuera necesario hasta que le tocase la lotería, aunque al segundo nunca le tocase nada. No es que el problema fuesen los conservadores en sí, pues todos tenemos derecho al libre pensamiento y la actividad política, sino su líder que es todo lo contrario de un ejemplo a seguir en política.
Mientras tanto, el PSOE ha conseguido evitar el “sorpasso” y mantenerse como la primera fuerza en la izquierda a la par que su socio, Ciudadanos, ha quedado convertido en una especie de pequeño vestigio de lo que podría llamarse una nueva Unión de Centro Democrático. Ahora bien, lo más preocupante de todo esto es observar cómo un sector del electorado acusa a los comicios de “pucherazo” por los buenos resultados de la derecha y el batacazo de Unidos Podemos. Señores y señoras, ¿dónde estaba ese millón de votantes que se ha abstenido y que eran parte de su apoyo electoral? Como siempre, nuestra sociedad sigue sin ver la viga en el ojo ajeno a la par que los votantes populares se creen ahora legitimados para hacer y deshacer a su antojo. Les recuerdo que no han conseguido mayoría absoluta y que su candidato, actual Presidente en funciones, tendrá que hacer malabares para ser investido. La política vuelve a la normalidad y los extremos ideológicos regresan al monte.
Iconoclastas del Cambio
Todos los caminos conducen a Roma, dice el proverbio popular. Y es que, la sabiduría popular, bastante generalizadora de por sí, no suele equivocarse. Desde Bizancio hasta el mundo islámico, se ha prescrito el culto a las imágenes como un crimen contra la divinidad y que además no debiera ser representada en un tosco soporte material. Madera y piedra aunque han sido creadas por Él que es grande, no deben ser su residencia. Esta parafernalia religiosa sirve como metáfora para comprender el riesgo de los iconocastas.
El mundo de George R. Martín muestra claramente este dilema sobre la esperanza de los hombres y su trascendencia hacia una imagen representada. El Dios Ahogado de las Islas del Hierro, el Señor de Luz entre los seguidores del fuego, la Doncella Doliente en Lys, la Cabra Negra en Qohor y el Dios Sin Nombre en la Fe de los Siete. Todas estas divinidades aluden a una única divinidad y a un único sentimiento: el Dios de Muchos Rostros y el temor de los hombres al final de su vida en el mundo terrenal. Pues más tarde o más temprano, tanto los pudientes como los humildes deberán visitarle.
Una tradición iconoclasta permanece también en nuestra cultura política. Hace más de una década que Javier Arenas, entonces líder de la oposición en el Parlamento de Andalucía, se apropió en su lema político de la palabra “cambio”. Un estallido de rebeldía contra un PSOE que acumulaba tres décadas al frente del ejecutivo de la Comunidad Autónoma. Contradictoriamente, mientras distintos líderes del PSOE habían sido consecutivamente candidatos y Presidentes de Andalucía, Arenas seguía ahí al frente del “cambio” hasta la llegada de Manuel Moreno Bonilla. En total más de do décadas.
“Cambio” pronuncia el líder de Podemos cuando clama ante sus votantes. “Cambio” que es uno y “recambio” que son otros. Recambios que hablaban de “vieja y nueva política”. El cambio de un gobierno de populares por uno de socialistas. Y el “cambio” que ha traído la gestión del Partido Popular, según Mariano Rajoy. En definitiva, los distintos partidos políticos adoran las distintas máscaras bajo las cuales se revista una única palabra “el cambio”. El cambio son todos los cambios y a la vez ninguno, ya que detrás del cambio se oculta lo que hemos visto al final del camino, la inamovilidad del status quo político. Y eso precisamente, es la única divinidad a la que ellos adoran.
Cambio ideológico por mutación partidista
El cierre de la fallida investidura de Pedro Sánchez y su heraldo naranja ha dejado una clara conclusión. Los partidos se han desplazado en la arena ideológica durante esta coyuntura de cambio político que algunos han venido en denominar la “Segunda Transición”. Aunque es cierto, que si es una transición sabemos desde donde, el bipartidismo, pero no terminamos de avistar donde acaba en un horizonte marcado por la división de los grupos políticos entre la izquierda y la derecha. Siguiendo esta lógica, los distintos partidos políticos se han asentado en determinadas arenas electorales de las cuales consiguen sus apoyos, no siendo las mismas que hace unos años.
A grandes rasgos, nuestro panorama político quedaría dividido de la siguiente forma. Un Partido Popular que se convierte en el gran partido a la derecha acogiendo tanto a conservadores como a elementos extremistas y que aún intenta, aunque de forma fallida pescar en el centro-derecha. Un centro político marcado por PSOE y Ciudadanos que de forma acertada captan el voto tanto del centro-izquierda como del centro-derecha, especialmente ese centro-derecha hastiado del liderazgo de Rajoy acosado por los escándalos de corrupción y el desgaste. A la izquierda de los socialistas, queda un amplio espacio ganado por Podemos y en el que coexisten pequeñas fuerzas como Izquierda Unida, Compromís, En Marea y En Comú-Podem. Finalmente, quedarían los partidos nacionalistas tradicionales que han visto disminuir su cuota, a excepción de PNV y ERC.
Este trance político continúa a fechas de hoy, tras que el monarca haya instado a los candidatos a abrir nuevas negociaciones. Sin embargo, esta italianización de la política que deja espacios estancos claramente definidos viene acompañado de la incapacidad de los partidos para llegar a un acuerdo. Si bien, ya ha empezado una guerra fría entre Podemos y PSOE para tender lazos a través de la mediación de las fuerzas de Compromís e Izquierda Unida. Ahora cabe esperar si el programa de centro propuesto por Sánchez y Rivera es capaz de incorporar demandas desde la izquierda y contar el apoyo de estos partidos. Lo que no cabe lugar a dudas es que Rajoy es innegociable, pero que el tampoco está dispuesto a negociar su salida de la arena política.
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