Economía
Rebajas en las sombras
Es paradójico que el Banco Popular, comprado hace unas semanas al precio de un euro, por el Santander tenga este nombre. No es que esta entidad financiera haya sido la más «popular» en términos de «populus» o referirse al «pueblo». Al contrario. Sin embargo, si es inquietante observar cómo es la forma en que se ha planteado su adquisición por parte de las élites financieras cántabras, las principales de España y unas de las más potentes a nivel europeo.
Como se sabe, hubo una víspera. Y nos referimos a la reunión del Club Bilderberg en la que Ana Botín, cabeza de Santander, y Luis de Guindos, Ministro de Economía. Este encuentro idílico entre poder financiero y poder político tuvo lugar en un hotel en Virginia a miles de kilómetros de las fronteras españolas. Asumiendo que tendría que preparar un saneamiento de 7.000 millones de euros, se dispusieron los preparativos para que el Leviatán -el auténtico Leviatán- absorbiera a la banca del Opus Dei. Lo cual ha demostrado la calidad de nuestra democracia y la capacidad de subyugación del Estado sobre las corporaciones transnacionales. Ninguno.
Lo más siniestro es que todo esto se lleva a cabo en reuniones opacas, cuanto menos misteriosas. De instituciones que tienen una agenda propia más allá de la de los Estados y que pueden influir en los mismos. Como ha demostrado recientemente un intrépido sociólogo y periodista, Andrés Villena, en su libro ¿Cómo se gobierna España? (Editorial Comares) las élites ministeriales son ante todo representativas de grupos de intereses con nombres y apellidos. Lo cual nos lleva a preguntarnos hasta que punto nuestros ministros son representantes de los ciudadanos o delegados de deidades superiores.
Agenda oculta en la gobernanza española
En distintas columnas, el arribafirmante ha advertido de la senda anti-democrática de la Unión Europea en los últimos años. Desde el día y hora, en que se fragmentó eso que los medios de comunicación llamaron como el “eje franco-alemán”, las comunidades europeas se han convertido en una suerte de instrumento tecnocrático en manos del Gobierno alemán. La batuta germánica que se ha impuesto durante los años de la crisis económica ha venido a exigir a la mayoría de los países una serie de condiciones para cumplir sus objetivos económicos. Estos objetivos económicos, marcados según los cálculos y las estimaciones del Banco Central Europea, han subeditado a la calidad democrática y el Estado del Bienestar a un segundo plano. España, Portugal, Italia y Grecia son las nuevas colonias en las que el IV Reich se ha instalado, sin necesidad de usar los tanques simplemente a los cuerpos de funcionarios comunitarios.
La necesidad de ajustar a la maltrecha España y evitar la prolongación de la ausencia de ejecutivo por un año más estaba en la agenda alemana. Una de las economías más pujantes de los países mediterráneos, la cual ha empezado a despegar, no podía continuar con una crisis de gobernabilidad a ojos de Merkel. Eso contravendría los intereses económicos depositados en el país ibérico y su rápida necesidad por encaminarse hacia los nuevos recortes impuestos desde Bruselas. ¿Y acaso no cabe pensar que hay un fino hilo desde la agenda internacional alemana hasta la crisis interna del PSOE? Les diré que sin lugar a dudas, dicha relación de causalidad existe, aunque pueda parecer difícil de vislumbrar a simple vista.
Hace ya una semana que alguien le preguntó a Rajoy en las instituciones europeas que si volvería a repetir como ejecutivo. La respuesta directa fue afirmativa. El partido más votado en las penúltimas y últimas elecciones de España era el que ha conseguido sacar a España de la crisis a golpe de limitaciones presupuestarias y sólo el segundo partido más votado, con el liderazgo de Pedro Sánchez, se oponía a su investidura en esta España asediada por los radicales de Podemos. Era necesario que el PSOE que ha sido uno de los partidos fundamentales en la gobernabilidad de España sacrificase sus postulados políticos en favor del sistema y se abstuviese en la investidura de Rajoy. Desde las opacas y selectas élites supranacionales que representan Felipe González y Juan Luis Cebrián hasta el ámbito subestatal socialista liderado por Susana Díaz, se ha trabajado en esta operación de desatoro de las poleas y mecánicas partidistas para acabar con un Secretario General que había sido elegido en primarias y dar vía libre a los cauces de la gobernabilidad, aunque a su pesar arrastrase el cadáver de la extinta socialdemocracia convertida en capitalismo residual. Y ahora, cabe preguntarse hasta qué punto la situación actual, tanto la fractura del PSOE como la segunda legislatura de Rajoy, responde a intereses constitucionales y democráticos o a los intereses de una agenda internacional que se escribe desde Bruselas y otros salones más opacos.