aznar
Geriátricos políticos
La carrera política en España tiene un recorrido multinivel. A grandes rasgos, el inicio se produce en el gobierno local, siendo alcalde o concejal con responsabilidades ejecutivas en el ayuntamiento. Al cabo de uno o dos mandatos, unos reducidos sujetos que han ejercido funciones en el ejecutivo municipal son promocionados como diputados autonómicos y/o nacionales. Bien se puede dar el caso, de ser primero parlamentario regional y posteriormente pasar al Congreso. Finalmente, el diputado puede formar parte del gobierno con un puesto como ministro o secretario de Estado. Y si la cosa sigue adelante, acabar en alguno de los conocidos cementerios de elefantes.
Los “geriátricos políticos” o instituciones dirigidas hipotéticamente a aprovechar el bagaje de estos profesionales son variados. Entre ellos, se encuentra el Senado, un lugar que puede servir tanto de premio por la labor desempeñada en el partido como una forma de deshacerse de elementos incómodos. La diplomacia es otro lugar donde aparcar a estos ancianos que comparten silla con la vieja aristocracia castellana. Ahí está el reciente Wert que ha acabado en París por destruir nuestro sistema educativo. Y como no, las instituciones europeas y supranacionales que suponen una forma de salida de lo que podría definirse la esfera del Estado.
Estos días se habla del caso del Yak-42 y de Ignacio Trillo. El Peter Baelish del aznarismo. El político perfecto que a todos cae bien y dispuesto a gestionar los temas más truculentos, taimados y sucios que necesite el príncipe. Parece que la justicia no alcanzará a Trillo después de regresar de su idílico exilio inglés, quien ya solicita ser integrado en el castizo Consejo de Estado que representa a la sociedad tanto como un simio al conjunto de los mamíferos.
La herencia recibida
Mariano Rajoy ha hecho del lema “la herencia recibida” una especie de cheque en blanco. Un cheque en blanco para recortar en servicios sociales, en dependencia, en educación y en otras tantas partidas. Las culpas eran de los socialistas que son unos “pésimos gestores”, aumentando el gasto público con sus recetas keynesianas. Ninguno de los populares sabían el estado de cuentas que se iban a encontrar en 2011 tras la pavorosa huída de Rodríguez Zapatero. Una alabanza a la ignorancia financiera. Sin embargo, la ignorancia más alabada aún estaba y está por llegar. Nadie parecer ser que sabía lo que se venía encima con la herencia de Aznar.
La retirada de Aznar en 2004 no fue sólo un ejercicio de limpieza democrática. También podría haberse catalogado como un ejercicio de limpieza moral, teniendo en cuenta que más de un tercio de sus ministros estaban y estarían mancillados por imputaciones y sentencias firmes por escándalos de corrupción. A los Álvarez Cascos, Zaplana y otros tantos se une estos días Rodrigo Rato. Y no es cualquiera, porque en aquellos años, Rato era el que tenía más papeletas para suceder a José María. Sin embargo, cuestiones del destino hicieron que Rajoy fuese el continuador del liderazgo entre los populares.
Así, Aznar dejaba toda una cohorte de gestores y tecnócratas entre los que había una buena banda de cuatreros. Estos señores que se han quejado de la herencia socialista, veremos ahora qué dicen de la herencia popular. Los tribunales y las fuerzas de seguridad están atando cabos ante un partido político que cada día pierde más confianza. Estos hechos son los que, especialmente, ya sea por su sobredimensionamiento o su gravedad están produciendo el ascenso de nuevas fuerzas políticas. Y serán estos nuevos partidos los que sojuzguen la “vieja política” o la “casta” por sus actos. Otra cosa es saber qué es viejo o nuevo, qué es casta o qué no.