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Un artículo analiza el liderazgo de Juan Megino en el Grupo Independiente por Almería
Francisco Collado (UPO) y José Francisco Jiménez (UPO) han realizado un estudio sobre «El liderazgo facilitador de Juan Francisco Megino en el Grupo Independiente por Almería (GIAL)» en Anduli: Revista Andaluza de Ciencias Sociales, quien fue alcalde de Almería entre 1995-1999, en la conformación de un partido de ámbito local. El conocido como Grupo Independiente de Almería (GIAL) surgió como una fuerza de ámbito municipal y provincial destinada a mantener la posición de poder de este político tras su salida producida a raíz de una renovación de candidato a la alcaldía entre las filas del Partido Popular (PP). De esta forma, se observa como el seguimiento de un determinado líder fue la principal frontera entre el PP y el GIAL, pese a mantener similitudes programáticas e ideológicas y suponiendo una etapa de crisis para los populares almerienses. Los gobiernos de coalición de ambos grupos permitieron mantener la alcaldía almeriense en manos de la derecha política y como la vida de este partido local estuvo directamente vinculada a la pervivencia del liderazgo partidista y local de Megino, cuyo fin representó la reintegración de los elementos del GIAL en el Partido Popular.
Reseña sobre un estudio de élites gubernamentales españolas de Andrés Villena
La Revista Española de Ciencia Política (RECP) acoge una reseña sobre una reciente obra publicada por Andrés Villena sobre las élites ministeriales de los ejecutivos del PSOE y PP en los últimos años. Esta monografía editada por Comares estudia distintos aspectos como los perfiles de procedencia de los ministros, los grupos de interés que están representados en sus carteras y la capacidad para actuar como un actor colectivo con su propio espíritu de cuerpo y capacidad para la coordinación. De esta forma, el autor muestra los resultados más brillantes de su tesis doctoral, siendo este libro una obra fundamental para los expertos en élites políticas en España.
La forma de gobierno es, y sigue siendo, una pregunta básica en la ciencia política. Tradicionalmente, los manuales de la disciplina han respondido a través de la clásica división entre parlamentarismo, presidencialismo y semipresidencialismo. Por su parte, la contribución institucionalista se centra en los cauces a través de los cuales discurre la organización de los poderes públicos dentro de un marco normativo. ¿Cómo se desarrolla la labor de gobierno de un Estado en su dimensión más empírica y en la realidad efectiva? ¿Cuáles son los criterios de los gabinetes ministeriales en su proceso de toma de decisiones? ¿Qué intereses están representados en los Ejecutivos de la España actual en el contexto de una crisis económica y un mundo globalizado? Estas son las cuestiones que plantea y a las que intenta responder la reciente monografía ¿Cómo se gobierna España?, donde su autor, Andrés Villena, estudia los ejecutivos de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
Para más información se puede leer en el siguiente enlace: https://recyt.fecyt.es/index.php/recp/article/view/58934/pdf_109.
Preferiblemente otro día
Hacía un tiempo, Francisco de la Torre había declarado que no concurriría como cabeza de lista en las próximas locales. Lo que parecía aventurar que el supuesto delfín -y entiendan supuesto porque el alcalde malagueño nunca se ha expresado con claridad en este asunto-, Elías Bendodo, sería el sucesor entre los populares del consistorio. Como prueba de que la cosa iba en serio, De la Torre manifestaba que así se lo había comunicado a su esposa. No pasaron unos meses hasta que ha vuelto a reivindicar su intención de revalidar como candidato a la alcaldía. Y pese a la edad del primer edil, el sentimiento de generalizado entre muchos malagueños con independencia de colores es que si hay que elegir entre De la Torre y Bendodo, no hay mucho más que hablar. El presidente de la Diputación, que también fue preguntado por su postura, tampoco dio muchas pistas sobre qué opinaba sobre la continuación del liderazgo del alcalde malagueño.
En política local, la meritocracia que se presupone a los candidatos es sustituida por la apreciación de las características y la actitud personal de los sujetos. Dicho de otra forma, en la arena municipal estamos en la pequeña escala. De esta forma, los ciudadanos no valoran a sus dirigentes por lo que sean capaces de hacer, sino por quiénes son y qué representan dentro de la comunidad. De la Torre y Bendodo son personas distintas. Y no es que sea una cuestión de edad. Mientras el alcalde de Málaga es un pro-hombre y hasta cierto punto un notable local, reputado y admirado por amplios sectores de la sociedad civil, el segundo no deja de ser un simple hombre de partido como otros tantos. En su esencia más pura, el poder de Francisco de la Torre bebe directamente de fuentes sociales y/o locales, mientras que el segundo no ha conocido ningún horizonte desde que accedió a las juventudes políticas hace ya algunas décadas. El amado líder local y el señor del aparato. Éstas son las dos opciones entre las que cabe elegir al cabeza de cartel de los conservadores. Ni siquiera entre sus propias filas, Bendodo despierta las simpatías de una amplia mayoría.
La presidencia de Bendodo ha supuesto un cambio profundo en la institución provincial, de las cuales ya se verán sus claroscuros en el futuro. La Diputación de Málaga se ha renovado profundamente, se han impulsado infraestructuras y cambios exitosos. Ahí queda la renovación de El Chorro como un enclave para el turismo rural y el reconocimiento de los Dólmenes de Antequera como Patrimonio de la Humanidad. Ahora bien, esto no puede ser óbice para entender de entender que Málaga vive algunas de sus horas más lúcidas bajo el amparo de De la Torre y que lo deseable sería su continuidad. Sin embargo, la edad, las alternativas de sucesión y el empuje de los nuevos partidos no juegan a favor de la ciudad para mantenerla con el carácter y el modelo de urbe en que se ha consolidado en los últimos quince años.
Cataluña del futuro
Mientras Cataluña vive la campaña del 21-D, el heredero de Fortuny, el ex-president Puigdemont sigue como un exiliado en Bélgica. Los restaurantes de lujo en Bruselas y Lovaina, la ópera centroeuropea y las reuniones nacionalistas con otros convencidos de la causa junto al Estado belga que coopera misteriosa y siniestramente a favor de la causa. De nada ha servido la euro-orden de detención dictada por la judicatura española que ha sido respondida con el profundo silencio de la complicidad. Y la cual ha tenido que ser retirada. No vayan los tribunales a hacer un ridículo mayor que el que ya hace el compatriota Puchi por tierras europeas. Eso sí, tampoco han faltado los autobuses con Pujoles montados para mover banderas catalanas en el Parlamento Europeo.
La incapacidad de Europa, y más en concreto la connivencia belga, son un síntoma inequívoco del fallo institucional que tenemos por delante. La Unión Europea tiene más vocación de Liga Hanseática que de una auténtica integración política. El Brexit promovido por los conservadores ingleses y ahora esta chanza de nacionalismo catalán que dice sufrir una verdadera represión. Una represión franquista por la cual la Generalitat reclama una indemnización al Estado español. Como si el resto de España no hubiese sufrido los desmanes de la dictadura. Esto demuestra que los órganos comunitarios no sirven absolutamente para nada a la hora de respetar la mínima soberanía que queda a los países miembros. Y que el compromiso democrático se diluye entre las tramas de la diplomacia belga.
Y no ha faltado Mas a la fiesta para pugnar por el liderazgo. Los nacionalistas del interior contra la Generalitat en el exilio. Nos cueste más o menos, estos se está viviendo en el presente. Más de medio siglo después de la Guerra Civil y de tantos episodios que han desangrado a nuestro país. Sin embargo, no faltará el estallido de violencia. El viejo fantasma asesino de los nacionalismos periféricos que vira desde País Vasco hasta Catalauña, donde ya se han registrado el incendio provocado en un hogar por usar la bandera constitucional, las pintadas en los mítines del PSC y las amenazas a los miembros del PP y de C’s. Éste es nuestro presente, de aquí derivará el futuro de un conflicto que hará de Barcelona, una urbe decadente.
Dinamitar para perseverar
«Muchísimo cuidado con quién pacta el PSOE, que los que han fusilado nacionalistas en la historia de este país, nos han fusilado a los progresistas también». Éstas son las declaraciones de Ramón Espinar refiriéndose a la nueva frontera que traza Podemos. El procés se ha convertido en una oportunidad para la redefinición de quiénes son. Y la patria de Laclau se identifica en oposición a terceros. De un lado, los «demócratas republicanos» junto a sus aliados los nacionalistas catalanes y de otro lado, los «monárquicos tiránicos» del PP, PSOE y C’s.
El secesionismo catalán significa la repesca para Podemos. En la secuencia temporal, Iglesias intentó que su partido suplantara el espacio electoral del PSOE con el consabido «sorpasso». Fracasó. Luego las voces más conciliadoras de Podemos intentaron plantear una confluencia con PSOE y Ciudadanos para oponerse al PP. Fracasó seguido de la decapitación política de Errejón. Finalmente, un discurso rupturista como el de PdeCat, ERC y CUP que personifica la continuación del franquismo en la democracia llamada «régimen del 78» supone el tercer lance para ganar una victoria. De ahí que la victoria en la independencia de Cataluña sea la posibilidad de cuestionar la democracia.
No se puede culpar a Pablo Iglesias de haber cruzado una frontera como nuestra Constitución. En la lógica del leninismo todo vale para alcanzar los objetivos políticos. El líder no es amado, ni temido. El líder es odiado. La infamia tanto desde aquellos que respetan la Constitución de 1978 como de los votantes que Podemos ha perdido por el camino. Ahora sólo quedan un grupo de votantes que no se sabe si por argumentos de justicia social, de lucha contra la corrupción o de dinamitar la casta están dispuestos a defender la demanda de los nacionalistas catalanes a ser indemnizados económicamente por los crímenes del franquismo. ¿Y el resto de españoles?
Innecesario
Ya se sabía que Mariano Rajoy se había resistido a aplicar el artículo 155 de la Constitución Española. Fue esta una de las razones por las que hace unos años, y no el aborto como la prensa manifestaba, que hicieron que Gallardón abandonase el Ministerio de Justicia. Deseoso de suspender la autonomía de Cataluña y gestionarla desde Madrid por un período indeterminado. El 155 es un apartado vago e inconcreto cuyo peso político habría dado cierto margen de maniobra para que el ejecutivo español procediera a resolver el contencioso catalán. Estado de alarma, de sitio, de excepción y otras cuantas amenazas legales se han proferido estos días desde los dirigentes populares hacia las autoridades sediciosas de la Generalitat. Si a eso se le añade el peso político de la secesión en el contexto europeo y la salida de empresas del territorio autonómico, la presión sobre Carles Puigdemont ha sido enorme. El poder blando ha sido efectivo por ahora.
Si bien, con independencia de lo que hubiese sucedido en caso de haberse producido la DUI, el castigo penal y económico sobre su equipo y él mismo parece que ha sido el detonante de la retirada. Retirada momentánea porque se habla de «suspensión». Y ahora, los dirigentes de la CUP que esperaban un pronunciamiento del nacionalismo más duro se encuentran revueltos ante el coitus interruptus que han sufrido por parte de la derecha catalana. La Cataluña rural castiza -curiosamente de izquierdas- y la otra Cataluña urbana, cosmopolita y que ha perdido poder global -lean la ciudad global de Saskia Sazen- están ahora en medio de un conflicto interno. Lo que está claro es que esto no ha acabado y que sólo es el paso a un nuevo capítulo de la tragicomedia nacionalista.
De lo que nadie se habrá dado cuenta o pocos han meditado es sobre el posible aumento de la intención de voto hacia el PP y Ciudadanos que se ha podido producir estos días. Menos tanques y más cabeza. Sin embargo, lo sugerente ha sido el baile de Podemos que de una semana a otra ha cambiado de postura en un auténtico espectáculo de travestismo político. Iglesias ha aprendido que el mantenimiento del tradicional respaldo anguitiano a los nacionalismos periféricos es muy bien recibido en los contubernios de cierta izquierda, pero la realidad y las consecuencias de un acto de tal osadía en plena secesión son otros distintos. Ahora sólo cabe desear que los populares y los socialistas no vuelvan a alimentar al drac como ya hicieron González, Aznar, Zapatero y Rajoy.
Prudencia
Si algo ha estado ausente durante estas jornadas de celebración de un referéndum ilegal es la racionalidad. La celebración del plebiscito sin garantías ni seguridades jurídicas mínimas es el culmen del fanatismo del nacionalismo catalán. Esta religión antropológica impulsada por el pujolismo socio de socialistas y populares, continuada por grupos políticos sediciosos -desde Podemos hasta la CUP- y exaltada en un tiempo de crisis social e identitaria en Cataluña se ha convertido en una auténtica enfermedad para el constitucionalismo español. Una plaga que ha creado zombies tanto entre la propia opinión pública española como en las cabeceras internacionales. Porque si evitar mediante la coacción pública -monopolio que sólo posee el Estado, lean ustedes a Weber- la celebración de una consulta ilegal -podemos dudar si legítima- es un acto de violencia, eso quiere decir que se está poniendo en duda el conjunto de España como una entidad estatal.
Nadie habla de por qué Rajoy no ha procedido a la detención de las autoridades autonómicas competentes en Cataluña. Y es que, el marco en el que se ha movido el discurso independentista ha sido el de igualar nuestra democracia con una continuación del franquismo tras la introducción de la carta magna en 1978. Amparándose en un mito que ya había creado hacía años la izquierda más radical y del que después se ha amparado Podemos, vienen distintos sectores políticos a apoyar esta tesis. Lo que probablemente haya llevado a que los populares se hayan retrasado en aplicar las medidas legales oportunas temiendo que la inhabilitación del ejecutivo catalán les volvería a convertir en los franquistas de siempre ante la opinión pública. Bien habría hecho el PP en condenar el franquismo hace años para evitar este ridículo monumental.
Los sabuesos ya han sido soltados. La izquierda española amiga de cualquier nacionalismo, menos de su propio país. Bien olvidan Pablo Iglesias y sus lacayos que las naciones no son más que construcciones artificiales y contingentes de las que las sociedades se dotan para organizarse política, social y espiritualmente. Es el mercado de la identidad. Cuando el nacionalismo, cualquier nacionalismo, traspasa la dimensión espiritual del sujeto se convierte en un organicismo donde la persona se desintegra atómicamente para formar parte de un ente mayor: la nación. ¿Y es que acaso no es esta despersonalización la que también promueven los morados dentro de sus propias filas por un ente mayor: su amado líder? Este conflicto exige de prudencia. Algo que ha faltado y falta por parte de los dos bandos enfrentados, que no son los únicos que están en juego.
Sin Errejón al Decathlon
Hago mías las palabras de un buen colega y gran politólogo teórico, Javier Taillefer, quien ya advirtió que las aspiraciones de horizontalidad del 15M difícilmente serían traducibles al interior de un partido. Todos los que expresamos nuestras objeciones sobre Podemos fuimos vilipendiados o bien se nos respondió con una sonrisa propia de una secta distópica. El buenintecionamiento del fundador de un partido difícilmente podrá evitar convertir a dicho grupo en una oligarquía micheliana. Y siguiendo a Bourdieu, el pensamiento y la acción del hombre político tienen la capacidad de agencia suficiente para configurar una institución a su imagen y semejanza. Más de una década costó purgar el fraguismo en Alianza Popular y todavía el felipismo mueve los hilos del socialismo español.
Iglesias y su agenda se imponen, seguidos de una minoría de Izquierda Anticapitalista. Si bien con la excepción siguiente. No han sido los compromisarios del Partido Popular o de las formaciones tradicionales quienes lo han decidido, ha sido la militancia la que ha entendido que el camino no es dialogar con otras formaciones, ni siquiera con los que discrepan con ellos dentro del partido. La alternativa que el afiliado de los Círculos Artúricos ha elegido es volver al intrapartidismo neoestalinista. Al menos, se puede eximir al líder de ser el culpable de todos sus errores.
Ya admitió Iglesias que había sido un error crear tres secretarías superpoderosas. El poder no debe dividirse. Debe unificarse. Porque el poder llama al poder. Y el poder consume a quién lo ejerce, pero más consume a quién no lo detenta. Con esas premisas, el todopoderoso nuevo secretario se convierte en una fuerza antagónica para el Partido Popular. Desde la nueva óptica de Podemos, no hay transversalidad, sólo ellos conceden distinción de oficialidad entre los opositores a Rajoy, porque a fin de cuentas, los demás -PSOE, C’s e IU- también son parte del establishment. Y así, sin Errejón de por medio, Iglesias y Monedero compran su equipamiento de montanismo en Decathlon.
Geriátricos políticos
La carrera política en España tiene un recorrido multinivel. A grandes rasgos, el inicio se produce en el gobierno local, siendo alcalde o concejal con responsabilidades ejecutivas en el ayuntamiento. Al cabo de uno o dos mandatos, unos reducidos sujetos que han ejercido funciones en el ejecutivo municipal son promocionados como diputados autonómicos y/o nacionales. Bien se puede dar el caso, de ser primero parlamentario regional y posteriormente pasar al Congreso. Finalmente, el diputado puede formar parte del gobierno con un puesto como ministro o secretario de Estado. Y si la cosa sigue adelante, acabar en alguno de los conocidos cementerios de elefantes.
Los “geriátricos políticos” o instituciones dirigidas hipotéticamente a aprovechar el bagaje de estos profesionales son variados. Entre ellos, se encuentra el Senado, un lugar que puede servir tanto de premio por la labor desempeñada en el partido como una forma de deshacerse de elementos incómodos. La diplomacia es otro lugar donde aparcar a estos ancianos que comparten silla con la vieja aristocracia castellana. Ahí está el reciente Wert que ha acabado en París por destruir nuestro sistema educativo. Y como no, las instituciones europeas y supranacionales que suponen una forma de salida de lo que podría definirse la esfera del Estado.
Estos días se habla del caso del Yak-42 y de Ignacio Trillo. El Peter Baelish del aznarismo. El político perfecto que a todos cae bien y dispuesto a gestionar los temas más truculentos, taimados y sucios que necesite el príncipe. Parece que la justicia no alcanzará a Trillo después de regresar de su idílico exilio inglés, quien ya solicita ser integrado en el castizo Consejo de Estado que representa a la sociedad tanto como un simio al conjunto de los mamíferos.
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El supuesto éxito de Rajoy ha sido acabar con la crisis económica en España. Después de varios años de recortes, sangrías y suicidos pre-deshaucios, los conservadores presumen de haber sacado al país de la «recesión económica» de Zapatero. Las cifras de empleo aumentan y las cotizaciones a la Seguridad Social empiezan a situarse en cifras previas a la hecatombe. Como si la macroeconomía se tratase de fiel reflejo de la calidad de vida de las personas, los populares aplauden su falsa victoria. Y es que también Zapatero, al que el mismo Rajoy llegó a criticar por no bajar a la realidad de la microsociología, anunciaba el estado de la economía a partir de las calendas de cifras macroeconómicas.