Derecho
Iberia
Tras estos días de discusiones sobre la españolidad de Cataluña y días de la Hispanidad, no viene mal reflexionar sobre la cuestión de los nacionalismos en el territorio peninsular. Mejor referirse a territorio peninsular para no dañar identidades ni sensibilidades reales, absurdas, creadas o dopadas e incluyendo al país luso. En primer lugar, lo que todos los habitantes de la Península Ibérica o Iberia comparten es un territorio accidentado que ha influido considerablemente en la falta de comunicación entre unas regiones y otras a lo largo de los siglos. Esta peculiaridad ha hecho que pese a ser un territorio tan fácilmente abarcable se hayan creado toda suerte de entidades políticas e identitarias.
En segundo lugar, un hecho en común que une a todos los ibéricos es el afán por diferenciarse unos frente a otros. Portugueses frente a españoles, catalanes frente a españoles, arrianos frente a católicos, del norte frente a los del sur, cantones cartagineses, lusitanos frente a celtíberos, cristianos frente a musulmanes y un largo etcétera. Por suerte, la ventaja de estas distintas identidades que se han perpetuado reside en la riqueza cultural de Iberia. Por desgracia, el cainismo latente en estos pueblos ha llevado a que no en pocas ocasiones la daga y la escopeta sirviesen para dirimir asuntos sobre terruños de tierra como afirma Pérez-Reverte.
Mientras tanto, el derecho a la autodeterminación y la gilipollez de la clase política ha hecho que se construyan discursos sobre la gloria y el boato de naciones efímeras. Es en estos tiempos de crisis y duda, de fractura de la Unión Europea, es cuando las distintas entidades que ocupan el territorio de Iberia podrían dar lugar a una verdadera y floreciente federación ibérica. Recrear realmente el proyecto político del “iberismo” desarrollado en la época decimonónica permitiría acabar con el catetismo vasco, la tiranía catalana y los fachas del aguilucho. Esto necesariamente implicaria poner en común aquello que nos une y reconocer la identidad distintiva de cada uno dentro de un proyecto político consensuado.
Susana en el cambio andaluz
Ya tenemos nueva responsable del ejecutivo andaluz. Por primera vez en nuestra historia, la cabeza de la Presidencia es una mujer. Sin embargo, esto es uno de los pocos motivos de celebración que tiene la Junta de Andalucía. Está claro que el nombramiento no electo de Susana Díaz no responde al interés ideológico -o estético- de poner a una fémina al frente de la institución. Por desgracia, se trata de una retirada de Griñán ante el riesgo de que su persona pudiera salpicar con su permisividad las corruptelas del caso de los ERES a la institución autonómica.
Por su parte, Díaz responde que se perseguirá la corrupción. El mismo día que lo dice, le estalla el incendio intencionado de un archivo en el Ayuntamiento de Los Palacios. Lugar donde constaba importante documentación sobre los fondos de reptiles que se habían usado por parte de determinados miembros del PSOE-Andalucía. Además, como también se han destruido actas e informes con un gran valor histórico pertenecientes al siglo decimonónico. A la par, el vendedor de humos Antonio Martín se aventuraba unos días antes a valorar el discurso de Díaz como una entrada de aire fresco en el búnker. Al final, la poesía barata es lo poco que queda en el discurso de los socialistas andaluces.
Mucho tendrá qué hacer Susana si quiere reconvertir el aparato del partido. No obstante, puede que la solución a este problema sólo sea posible mediante un cambio de partido en la Presidencia de la comunidad autónoma. Lo que sólo será posible en las próximas elecciones al Parlamento Andaluz. Por desgracia, las alternativas de la derecha tampoco parecen muy auspiciadoras. Si algo parece no cambiar en los candidatos andaluces es su residencia en la ciudad de Sevilla, su carrera en Derecho y eso sí, por la Hispalense. He aquí el cambio andaluz.
Wert, Sauron y Génova
Es el ministro peor valorado según los barómetros del CIS. Su lengua es mordaz, poco acostumbrada a lo políticamente correcto y a lo políticamente humano. Cuando habla dicta sentencia y abre debate. El último ha sido revisar lo que entendemos como justicia y como excelencia. A lo que, apunta que la justicia es entregar becas sólo a los alumnos que superen una nota media de 6,5 en el expediente. Quedó atrás tener en cuenta otros factores que dificultan la obtención de notas altas, véase: escasos ingresos en el hogar, falta de clases de apoyo, etc. No es igual el hijo de una familia pudiente que puede costearse un colegio privado, unas clases particulares, una academia, un tercer idioma, o “comprar” las notas.
No hay lugar a duda de que la enseñanza que Wert defiende no es ni la meritocrática, sino la aristocrática. Unos arriba y otros abajo por derecho de sangre. Sin embargo, detrás de esta persona se oculta algo más oscuro como saber cuáles son sus auténticas intenciones. En un artículo del año pasado, Luis Gómez desde ‘El País’ señalaba que una hipótesis podría ser que Wert sólo reprodujese el discurso oficial de Génova y que no esté dirigiendo realmente Educación. Por un lado, Wert fue uno de los últimos ministros en ser nombrado y llegó sin equipo. Por otro lado, sugieren que su faceta de “gurú” podría haber convencido a los populares, días antes de nombrar un titular para el ministerio. De hecho, existen datos para pensar que Wert es sólo un títere movido por los hilos del partido.
Independientemente de la anterior hipótesis, es cierto que Wert tiene una doble personalidad. Una que es la de un señor llamado Ignacio que es Ministro de Educación en España que se comporta como el malvado Sauron y la otra es la de un inocente señor de derechas que es consejero del Rey Dorado en el Trono Azul, arrancado hace poco de las garras de la Guardia Zapateriana. O quizá sea al revés. Personas anacrónicas con discursos sincronizados. Mientras, Génova vuelve a torcer tuerca para definir la palabra «justicia» a la oposición y al enemigo interior.
Saluda, te estamos leyendo
En estos días, se han hecho públicos datos bastante escalofriantes sobre el respeto de la intimidad de las llamadas “democracias occidentales”. A partir del caso Snowden, se han hecho públicos los miles de datos que grandes corporaciones han suministrado al gobierno estadounidense para espiar a sus ciudadanos (y a los de otros países). Así, como el espionaje de Reino Unido hacia los enviados del G-20. Un país en cuya capital, decenas de cámaras garantizan la seguridad de sus ciudadanos.
El clásico debate sobre seguridad y libertad vuelve a salir al aire. Está claro de que lado de la balanza pende el hilo. Entonces si bien, llegamos al punto de qué la palabra democracia debe empezar a ser sustituida por otra. Una democracia no persigue a sus ciudadanos para garantizar su seguridad, máxime cuando con tanta información en sus manos se producen fallos entre las agencias como la CIA y el FBI, permitiendo atentados como los del 11-S o la reciente maratón de Boston. Por tanto, puede aventurarse que el principal objetivo de esta política de inteligencia y flagrante violación de la individualidad no es la protección del individuo.
Probablemente, estamos ante futuros proyectos, si no lo son ya, de distopías con sus propios mitos como “el hombre hecho a sí mismo” o “la protección del ciudadano”. Mientras tanto, otros Estados que no tienen la calidad democrática de “pata negra” van acogiendo a los detractores de estas estratagemas como América Latina con Julian Assange. Lo cual señala a los futuros países protagonistas en el desarrollo de las políticas de seguridad internacional.
Los falsos liberales
La derecha española y sus originales iniciativas políticas están destruyendo lo poco que puede quedar del liberalismo en nuestra vida pública. Y por tanto, también en nuestros derechos subjetivos que tienen una base jurídica, es decir, el corazón de la Constitución Española. Con una mayoría absoluta holgada, los populares muestran su verdadero rostro tras la máscara del “viaje al centro”. Ese lema preconizado por Aznar que en la realidad se convirtió a lo sumo en visitas esporádicas a Ginebra de manos de Bárcenas.
El sector ultracatólico ha pedido que se limiten los derechos de la mujer, especialmente, la elección en torno a decidir sobre si se continúa o se rechaza un embarazo. Lo que desde la perspectiva de la libertad del individuo, atenta contra una de las capacidades más básicas como es la elección del proyecto de vida. Así, y entendiéndose en el liberalismo, que cada sujeto es dueño y señor de sus decisiones, pretenden violar esta libertad. A lo que, también podríamos añadir la diatriba existente sobre el matrimonio homosexual y otros similares.
En el ámbito de la educación, se ha producido un movimiento regresivo hacia una situación anterior a la que se ha vivido en los últimos veinte años. El incremento de las tasas universitarias y la reducción de las becas como criterios de un sistema de excelencia ha producido que miles de estudiantes abandonen sus carreras ante el impago de matrícula. Y a esto, lo llaman avanzar hacia un modelo más justo, quizá ¿igualitario? Sería necesario recordar a estos defensores del Antiguo Régimen que Adam Smith, padre del capitalismo moderno, defendía que cualquier sociedad libre debía poseer una educación obligatoria y gratuita para sus miembros.
En el campo de la sanidad, se han privatizado los centros madrileños, se están cerrando plantas especializadas en el tratamiento de graves enfermedades y despidiendo a investigadores. Se está pervirtiendo el Estado del Bienestar de Keynes y el mínimo conjunto de derechos de Rawls, también teóricos liberales. Cabe citar la fuga de cerebros de España, bajo el lema de García Pons de que trabajar en Europa es como estar en casa, esa Europa dirigida por la mano de hierro del neopopulismo merkeliano.
Y estos señores y señoras del Partido Popular dicen defender el liberalismo. Pudiéramos argumentar que al menos defienden el liberalismo económico, es decir; capitalismo. Unos liberales que no declaran sus ganancias al Estado, casos de corrupción que quedan impunes ante la ley, que negocian fraudes y engaños con la monarquía, señoras como Aguirre que defienden el neoliberalismo, pero después ostentan un título nobiliario. Una de las barbaridades contra las que luchó el liberalismo más democrático y más radical en la época decimononica. Sin lugar a dudas, el liberalismo español no se encuentra en su derecha política.
El acuerdo de Taifas
«La chica de Presidencia y un psicópata del PP», textualmente éstos son los culpables de la salida de José Chamizo del cargo de Defensor del Pueblo Andaluz, una función que ha cumplido con humildad y sacrificio en los últimos años. Hasta no hace poco, Chamizo -conocido también como el cura de los Barrios- ha sido la voz de los que no tienen voz. Las demandas de esas personas de a pie que más allá de 15 emes, comunistas de boquilla y perroflautas a sueldo de partido, no llegan a ningún sitio.
En esta nuestra suerte de plutocracia, perdón, democracia andaluza, ese bloque de izquierdas PSOE e IU se pone de acuerdo para que no gobierne la derecha y con la derecha para cargarse al Defensor del Pueblo Andaluz. Sin embargo, estos tres partidos son incapaces de llegar a un acuerdo para responder ante la sociedad a la que dicen representar. ¿El motivo? Las palabras de Chamizo denunciando el distanciamiento de la realidad política y social de la élite autonómica en general es algo mucho más grave para sus posiciones que la crisis económica. Esto demuestra que los tres se han convertido en máquinas apegadas a las ubres de la Administración autonómica.
Mientras haya crisis económica, los populares seguirán criticando que malos son esos «revolucionarios» de IU y hablando de que si Andalucía es Cuba. Los «revolucionarios» seguirán manipulando con sus medidas populistas y su capitalización de los movimientos sociales. ¡Qué malo es el capitalismo! Pero miren ustedes, nuestra política no es capitalista porque nosotros comunistas seguimos aquí sentados en estos sillones que en la próxima legislatura serán más. Y el PSOE, seguirá en su tendencia de mantener el feudo andaluz a toda costa. Y si hace falta, de forma cainita, todos nos ponemos de acuerdo para cargarnos a la voz del pueblo. Porque si en este país se ponen de acuerdo, es para cargarse a las pocas personas honradas que quedan.
El terrorismo, víctima y verdugo
Parecía que ETA se había ido de vacaciones. Y no sigue estando de vacaciones, porque sus representantes políticos -los de Bildu- se niegan a condenar los atentados del maratón de Boston. Así, vuelven a surgir los discursos de todos conocidos de un lado y de otro. La Casa Blanca anunciando desde un primer momento que la masacre era obra de yihadistas. La izquierda abertzale abriendo sus brazos a cualquier uso político de la violencia. Mientras que, la sociedad expectante nada en su crisis diaria que es otra forma de muerte, política, pero más lenta y cautelosa.
¿Desde qué punto de vista miramos al terrorismo? Cuando se trata de Estados Unidos y del islamismo fundamentalista, el marco en el que se desenvuelven los hechos es el de la cruzada. Unos por extender su verdad, el «american way of life» y otros por combatir contra los «bárbaros del Norte» que han hecho de la palabra de Alá (o de Jehová) un uso estrictamente político. Sin embargo, reducir cualquier atentado terrorista al cliché del mundo occidental-musulmán es restringir las miras ante el peligro y ante quién es inocente o culpable.
El terrorismo es un fenómeno político y psicológico. Hunde sus raíces en los orígenes de nuestra primigenia civilización. El Imperio Romano castigaba a los detractores con la cruz o los ofrecían como espectáculo en el circo. A los señores feudales y la Inquisición, les bastaba con quemarlos en una hoguera o ejecutar un pogromo contra judíos, brujas y herejes. La colonización de los territorios africanos y asiáticos muestran la evolución de estas prácticas que culminan con las matanzas de los totalitarismos nazi y soviético. Como vemos, el terrorismo no es algo ajeno a la historia ni a la vida. Siempre mantiene dos elementos, uno el verdugo y el otro el culpable, roles que algunas veces son ambivalentes para las dos partes o que son casi indistinguibles.
Lo realmente miserable es que se acuse rápidamente al mundo musulmán sin investigar si estos jóvenes chechenos actuaban por otro objetivo de índole nacionalista o por problemas psicológicos. También es miserable que desde el islamismo más radical se crea que pueden afectar a los resultados de unas elecciones matando a cientos de civiles. Es miserable que se use la violencia, pues si el fanático de la causa que sea recurre a ella será porque sus ideas no son creíbles ni para el mismo.
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