Mes: abril 2017
Asesino de manual
Parece ser que un grupo de sujetos, en ejercicio de su derecho de asociación, constituyeron hace tiempo el Movimiento Málaga 1487. Este colectivo, dedicado a la difusión de la historia de la ciudad, sobre todo si hablamos de la Málaga cristiana, católica, nacionalista, excluyente y tiránica, era uno de los grupos que frecuentaba el responsable de la muerte de Pablo, ahora en prisión. En ejercicio de sus derechos de libertad de expresión defienden ideas totalmente contrarias a la ideología en la que se sustenta el constitucionalismo español que les ampara.
La realidad empírica vuelve a confirmar lo analizado tantas veces por las Ciencias Sociales. Joven de familia desestructurada, sin vínculos afectivos firmes y con una experiencia curricular discontinua e irregular. Socialización primaria en la que la familia ha perdido peso en favor del grupo de pares. Lo que favorece, siempre que el grupo de pares sea parecido a los miembros de la anterior asociación, el asentamiento en su personalidad de una ideología construida en torno a lo que considera su visión de España y el mundo. Práctica de deportes que permiten canalizar la agresividad innata. Y ahí está el perfil del sujeto que se encuentra ahora entre rejas.
La historia se vuelve a repetir desgraciadamente. Lo dispuesto en los manuales de Psicología Social se cumple. Como si de repente se tratara de un viaje al pasado en el que los extremismos de derechas vuelven a mostrar toda su rabia, toda su ira y todo su vacío espiritual. Con la diferencia de que esto se ha producido en la ciudad de Málaga. Con la singularidad de que ha tocado a los ciudadanos malacitanos en su propia piel.
Compi yogui
El tiempo libre es un interesante espacio de socialización. El gimnasio, las clases de pintura, las lecciones de costura, el campo de golf y las clases de yoga son lugares abiertos al ocio donde se conoce a gente de todo tipo. Desde la que puede ser tu novia hasta tu futuro cuñado, ¿quién sabe? Así fue como la Reina Leticia tuvo el placer de tomar contacto con Javier López, consejero de la constructora OHL. Y es que, nadie niega que este señor pueda ser un tío muy majo con el que vas a tomarte unas copas a la coctelería más chic en el barrio de Bilbao o a pasear los niños juntos.
Nadie juzga a sus amigos. Es cierto. Y es que, la Casa Real no se puso del lado de Urdangarín cuando saltó su escándalo. Otra cosa es lo que se hubiera hecho tras bambalinas. El año pasado cuando salió a la luz el tema de las tartejas black, López fue uno sobre los que recayó la acusación. Y ahora, los juzgados han estrechado las riendas sobre él mismo en relación a la red de financiación ilegal que mantenía Ignacio González, ex Presidente de la Comunidad de Madrid junto a su hermano.
La simbiosis entre élite política y económica en escándalos de corrupción es algo siniestro. Y si se añade la visión que nuestra reina, Leticia, una plebeya nacida en plena democracia mantiene con respecto a los turbios asuntos en los que están implicados sus coleguitas es mejor hablar de otra cosa. Cada vez más, España se parece a una siniestra distopía futurista en la que los poderes están cada vez más imbrincados los unos con otros. Nadie le niega a nuestra Reina su libertad de opinión. Ya otra cosa, es del lado de quién está la supuesta princesa del pueblo.
A Pierre Bourdieu
Una década. Ese es el tiempo que llevo analizando la realidad política desde la perspectiva de uno de los sociólogos más influyentes del siglo XX, Pierre Bourdieu. Diez años hace desde que alguien me introdujo en conceptos como el habitus, el campo o el capital simbólico. La tenaz mirada del pensador francés, para muchos profanos considerado un «filósofo» cuando no un «metafísico», sin llegar a constatar la capacidad de sus consecuencias empíricas en la práctica, tiene el fatal resultado de contar los entresijos de las relaciones de poder.
Si hubiera que destacar alguno de los elementos claves de la teoría empírica de Bourdieu, ese concepto sería el de «dominio». Un concepto en el que he tenido la suerte de contar con las sugerencias de Gabriella Paolucci, profesora de la Universidad de Florencia, de introducir en mi haber metodológico. ¿Qué nos dice el dominio? Básicamente, y volviendo los ojos al Estado como monopolizador de la violencia, que la coacción política tiene un carácter simbólico por aquello que aguarda por su acatamiento o su rechazo. Y que el Estado como agencia de distribución de recursos coactivos entre políticos y funcionarios representa hoy en día la gran institución ordenadora de las clases dirigentes. Sin el reconocimiento simbólico -sin el permiso- de lo que aguarda la ley, las penalizaciones legales y los instrumentos de coacción, no existiría legitimidad. O dicho de otra forma, la legitimidad existe porque la mayoría acata y la minoría emite unos determinados mandatos dados por las élites, apropiadas de una parte de los instrumentos de violencia y símbolos de la estructura estatal. Ambas son culpables. Bourdieu no exonera de culpa ni a verdugo ni a víctima.
Ser politólogo o sociólogo y trabajar con Bourdieu no es cómodo, más bien osado. ¿Quién le va a decir a los representantes de PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, que sus proclamas de mejora, progreso o cualesquiera otra promesa política son instrumentos que coartan la libertad, irrepresentativos y producto de una alienación que el propio político experimenta conforme hace suyo y se hace a las exigencias de la institución? ¿Qué su poder y su representatividad política se deben a una labor de apropiación privada de medios de legitimación y coacción? ¿O que están sometidos a competiciones diversas y permanentes en distintos ámbitos por recursos de todo tipo? No es cosa buena. Esto explica que la corriente constructivista no sea una de las más valoradas en comparación con la demoscopia -el ajedrez de las elecciones- y el institucionalismo -que permite acomodar la estructura a unos determinados objetivos-. Ni izquierdas ni derechas, sino de poder que es el elemento con el que se llenan las copas vacías de las siglas partidistas.
Las implicaciones de ser seguidor de Bourdieu en Francia y Reino Unido es otra cosa. Implica pertenecer a un enfoque ecléctico y prometedor por esa franqueza que se obtienen en sus conclusiones. Sólo en Francia, el propio sistema fue capaz de aceptar el enunciado bourdesiano e incorporar a este pensador a una de las instituciones paradójicamente más elitista, el College de Francia. Pero en España, tierra de capataces y siervos, ¿quién le iba a decir al capataz o al siervo que son ambos un eslabón de una larga cadena que se extiende desde el poder estatal hasta el último escalafón social? No es cosa buena. Aunque más que molestarnos, nos agrada el repudio. Tanto repudio como se repudia aquello que nadie querría reconocer en este país de necios.