poder
A Pierre Bourdieu
Una década. Ese es el tiempo que llevo analizando la realidad política desde la perspectiva de uno de los sociólogos más influyentes del siglo XX, Pierre Bourdieu. Diez años hace desde que alguien me introdujo en conceptos como el habitus, el campo o el capital simbólico. La tenaz mirada del pensador francés, para muchos profanos considerado un «filósofo» cuando no un «metafísico», sin llegar a constatar la capacidad de sus consecuencias empíricas en la práctica, tiene el fatal resultado de contar los entresijos de las relaciones de poder.
Si hubiera que destacar alguno de los elementos claves de la teoría empírica de Bourdieu, ese concepto sería el de «dominio». Un concepto en el que he tenido la suerte de contar con las sugerencias de Gabriella Paolucci, profesora de la Universidad de Florencia, de introducir en mi haber metodológico. ¿Qué nos dice el dominio? Básicamente, y volviendo los ojos al Estado como monopolizador de la violencia, que la coacción política tiene un carácter simbólico por aquello que aguarda por su acatamiento o su rechazo. Y que el Estado como agencia de distribución de recursos coactivos entre políticos y funcionarios representa hoy en día la gran institución ordenadora de las clases dirigentes. Sin el reconocimiento simbólico -sin el permiso- de lo que aguarda la ley, las penalizaciones legales y los instrumentos de coacción, no existiría legitimidad. O dicho de otra forma, la legitimidad existe porque la mayoría acata y la minoría emite unos determinados mandatos dados por las élites, apropiadas de una parte de los instrumentos de violencia y símbolos de la estructura estatal. Ambas son culpables. Bourdieu no exonera de culpa ni a verdugo ni a víctima.
Ser politólogo o sociólogo y trabajar con Bourdieu no es cómodo, más bien osado. ¿Quién le va a decir a los representantes de PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, que sus proclamas de mejora, progreso o cualesquiera otra promesa política son instrumentos que coartan la libertad, irrepresentativos y producto de una alienación que el propio político experimenta conforme hace suyo y se hace a las exigencias de la institución? ¿Qué su poder y su representatividad política se deben a una labor de apropiación privada de medios de legitimación y coacción? ¿O que están sometidos a competiciones diversas y permanentes en distintos ámbitos por recursos de todo tipo? No es cosa buena. Esto explica que la corriente constructivista no sea una de las más valoradas en comparación con la demoscopia -el ajedrez de las elecciones- y el institucionalismo -que permite acomodar la estructura a unos determinados objetivos-. Ni izquierdas ni derechas, sino de poder que es el elemento con el que se llenan las copas vacías de las siglas partidistas.
Las implicaciones de ser seguidor de Bourdieu en Francia y Reino Unido es otra cosa. Implica pertenecer a un enfoque ecléctico y prometedor por esa franqueza que se obtienen en sus conclusiones. Sólo en Francia, el propio sistema fue capaz de aceptar el enunciado bourdesiano e incorporar a este pensador a una de las instituciones paradójicamente más elitista, el College de Francia. Pero en España, tierra de capataces y siervos, ¿quién le iba a decir al capataz o al siervo que son ambos un eslabón de una larga cadena que se extiende desde el poder estatal hasta el último escalafón social? No es cosa buena. Aunque más que molestarnos, nos agrada el repudio. Tanto repudio como se repudia aquello que nadie querría reconocer en este país de necios.
Nicolás, Jesús y la megalomanía delirante
El pequeño Nicolás. Un caso extremo de arribista, con tan sólo 20 años, sin perjuicio ni beneficio ha salido a la luz como un auténtico estafador, un magnate de las falsas influencias y un ser deseoso de acumulación de capital simbólico, como diría Bourdieu, en forma de amistades, contactos y fama. El cual parece adolecer de algún delirio megalómano que lo llevó de «pegarse a los grandes» a la estafa. Al parecer, las últimas investigaciones apuntan que usaba un chalet de Edhinor S.A., empresa para la que trabajaba como free lance, como segunda residencia y para cerrar negociaciones (timos) con empresarios e inversores. Una situación que ejemplifica la confianza y la seguridad sobre la que se asientan no ya sólo la política, sino también el turbio mundo de la economía en España.
Por desgracia, el delirio megalómano de Nicolás no es una excepción. También la literatura y las artes, esa loada torre de marfil que es el intelectualismo padece de estos seres egocéntricos (más de lo necesario). Un caso no muy lejano que el arribafirmante tiene es el de un compañero de carrera en el gremio periodístico. Un joven de dieciocho años que pensaba emular a los grandes escritores del siglo XX y que tenía Madrid como ciudad de referencia para peregrinar su compra y venta de influencias y redes. Durante su juventud, este chico se dedicó a vilipendiar a la ciudad malacitana porque la urbe era incapaz de satisfacer sus necesidades megalómanas, llegando a hablar de «esta mierda de ciudad» y propugnando una y otra vez su necesidad de emigrar a los Madriles. Mientras tanto, se obsesionaba por rodearse del glamour del Festival de Cine de Málaga. No fue en vana su empresa en territorio malacitano, donde vestido con una hipotética ideología de izquierdas, jugueteó con los miembros de IU de la Diputación, obteniendo premios, galardones y dinero para la publicación de su primer libro de formas poco ortodoxas. De hecho, se sirvió del chantaje y la difamación para mantener bien alta su reputación e intentar hundir la de otros. Uno de los que la padeció fue el señor que escribe estas líneas.
Una vez llenado el hartazgo con respecto a Málaga, nuestro protagonista había conseguido todo lo que necesitaba de nuestra ciudad. La (supuesta) influencia de León Gross, sendas tribunas periodísticas en Málaga Hoy, La Opinión y Sur. Con ello, Nieto emigró a Madrid, donde cambió la chaqueta comunista por el intelectualismo ibérico de Umbral y otros grandes de los medios más cercanos a la derecha. Desde allí, se hace miembro de la fundación umbralista, frecuenta el Café Gijón ya que una personalidad de su calidad moral e intelectual no podía estar fuera del circuito de cafés literarios; y dice ser un supuesto heredero de la «generación del botellón». ¿Una generación? ¿ideología y moral firmes y loables de un autor? ¿un auto… qué? Disculpen mis intelectuales, pero la socialización y la búsqueda individual del poder es lo que envuelve muchas veces a esa torre de marfil que es el mundo literario español, donde personas como nuestro amigo, Jesús Nieto Jurado, palidece de una peste megalómana grave a la que nada le importa su sociedad, su país, su mundo, sus ideas. Sólo importa el Io, el Yo o Ego como ustedes le quieran llamar y este hombre sólo sirve a su nombre. Por si alguien tenía dudas sobre la calidad moral e intelectual de Nieto. Sus días de mendicidad entre mendrugo y mendrugo en el Café Gijón están a la orden del día. Ese es su compromiso.
Lecciones maquiavélicas para independentistas catalanes
La lógica de la política pura y dura se basa en tres elementos: el poder, la virtud y la fortuna. Así tanto, el poder es la capacidad para que un actor consiga imponer sus pretensiones frente a sus adversarios y la virtud corresponde con el estilo y el método que emplea a la hora de ejecutar sus decisiones. Sin embargo, siempre se encuentra la fortuna que engloba a todos aquellos aspectos que el príncipe no puede controlar, tales como los eventos, los sucesos, acciones de otros actores y el devenir histórico. Por ello, es fundamental sobre todo hacer frente a esta esquiva dama que puede acabar por destrozar la mejor decisión del mejor estratega.
A veces, en raras ocasiones, la fortuna puede acompañar o propiciar la adecuada consecución de un objetivo. Por ejemplo, la retirada de la monarquía que permitió la creación de la II República, o en otro caso, la caída del inclemente invierno ruso que salvó al zar de las tropas napoleónicas. Eso mismo, ha pensado Artur Mas con la idea de aprovechar la crisis económica para promover un ladrido de independencia catalana. Sin embargo, los nacionalistas catalanes tienen la misma inteligencia que un mosquito, con respeto a los mosquitos.
La lista de fallos del separatista catalán se puede enunciar a través de la lógica maquiavélica. En primer lugar, la “virtus” del gobernante debe transmitir la imagen de coherencia, aunque en la práctica fuere distinto. Lo que no puede hacerse es promover una independencia auténtica y a la vez seguir pidiendo dinero a Madrid para paliar el déficit del derroche catalán. En segundo lugar, los nacionalistas catalanes son una minoría frente al resto de partidos que se han posicionado en contra de la separación, encontrándose entre ellos PP, PSOE, IU y UPyD. En tercer lugar, con el actual Gobierno que disfrutamos, cualquier intento separatista podría ser aprovechado para una intervención militar de forma no muy lejana a la que vivió Fortuny, acabando de tajo con cualquier otra demanda de independencia o autonomía.
Esta visión de la política que bebe del maquiavelismo y del republicanismo mediterráneo bien debiera ser conocida por este pueblo a las orillas del citado mar. Y es que, si este argumento no es válido para los catalanes, no hay nada mejor que recordar que cualquier Estado que pudiera nacer de esta Cataluña sería un engendro deforme. Un país con una estructura territorial no definida, porque los araneses querrían autonomía, los tarraconenses querrían diferenciarse de los barceloneses y así. Además, se disminuirían los servicios públicos de una forma considerable, probablemente avanzando hacia un modelo mínimo de sanidad similar al de Estados Unidos. Pues ya se sabe que, si los ideólogos catalanes prefieren algo es el dinero a la salud de sus ciudadanos.
En definitiva, desde estas líneas invitamos a los catalanes a que pronuncien su nueva Siracusa. A crear un sistema autoritario donde desarrollen teorías sobre la genética catalana, la república por la gracia divina o una suerte de política que no atienda al ciudadano, institución mediterránea; sino a ti o gran señor Dinero al que todos se rinden. Y como todos somos muy prudentes, ahora llega Griñán y dirá que debemos montar un Estado federal, una suerte de chiringuito donde unos serían más que otros. Lo cual es razonable, porque en un partido donde no hay unidad sino cuchillos afilados y cabezas rodantes, no hay nada mejor que pasar esos términos al ámbito de la cooperación interterritorial.
Quién llenará tu corazón vacío
En otras ocasiones, he tenido el placer de hablar sobre los sujetos que pululan por la Universidad Pablo de Olavide, un lugar del cual se extrae bastante bazofia con aspiraciones políticas pueriles. Pueriles porque se reviste el ansia de poder con el interés general. Hoy tengo el disgusto de observar como el hipócrita señor, actual Delegado General del mencionado centro universitario hace de su política “rebelde” e “inconformista” con los recortes en Educación. Tarea la cual, es cuanto menos loable, si bien hay personas con mucha más dignidad para acometerla.
Hablemos por ejemplo de la diarrea mental que transcurre por su cabeza que a duras penas sólo piensa “quiero tener poder” para “ser popular”. Érase una vez, un imberbe representante de la clase de un primer curso que entre dar su apoyo a un sector u otro de una asociación dividida por otros hambrientos de cargos, prefirió desmarcarse para presentarse como presidente a las elecciones internas. Y finalmente, acabó obteniendo el menor número de votos porque no había otro interés, antes que el servicio a los compañeros, que el aspirar a más poder. Fue una pena, al final sus amenazas, chantajes y aquellas frase de “mi clase es la que tiene más votos” podría haber quedado inmortalizada como la del monarca francés que dijo “El Estado soy Yo”.
No obstante, no fue una mala jugada porque de camino consiguió limpiar los cuartos traseros del Delegado General del momento. Tras lo que, recibió algunos cargos de segundo de a bordo junto al resto del séquito gubernativo. Y tras unos trabajos detrás del telón, nada que ver con el servicio a los demás, ha logrado hacerse con el cargo más alto de la representación estudiantil. Enhorabuena. Esto quiere decir que el guión de la obra entre un grupo de antiguos chupatintas del sector sigue sin cambios por la vieja Hispalis.
Como hemos deseado a muchos y siempre se acaba cumpliendo por lo que he visto. Espero que algún sujeto le pare los pies en algún momento del camino o le encierre en un despacho autónomo, cima de tu posterior caída. Tengo la suerte de escribir desde malacitano escritorio, escuchar el sonido del mar cerca y saborear un pitufo mixto todas las mañanas. Disfruto a ratos parafraseando al viejo profesor Baques “cada sociedad tiene a los políticos que se merecen”. Pero chico, los estudiantes de la Pablo te garantizo que no te merecen.
Para no calentar más tu cabeza, herir tu irascible orgullo o hundir tu helado corazón, recordaré una frase de Jung por si tus relaciones afectivas dejan de ser satisfactorias. Y es que, “si algo llena más al hombre que el sexo, es el poder”. Garantizo que como ser humano necesitas tanto amor como toda esa fanfarria de cargos no consiguen llenar tu vacío espíritu.