Nicolás, Jesús y la megalomanía delirante

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El pequeño Nicolás. Un caso extremo de arribista, con tan sólo 20 años, sin perjuicio ni beneficio ha salido a la luz como un auténtico estafador, un magnate de las falsas influencias y un ser deseoso de acumulación de capital simbólico, como diría Bourdieu, en forma de amistades, contactos y fama. El cual parece adolecer de algún delirio megalómano que lo llevó de «pegarse a los grandes» a la estafa. Al parecer, las últimas investigaciones apuntan que usaba un chalet de Edhinor S.A., empresa para la que trabajaba como free lance, como segunda residencia y para cerrar negociaciones (timos) con empresarios e inversores. Una situación que ejemplifica la confianza y la seguridad sobre la que se asientan no ya sólo la política, sino también el turbio mundo de la economía en España.

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Por desgracia, el delirio megalómano de Nicolás no es una excepción. También la literatura y las artes, esa loada torre de marfil que es el intelectualismo padece de estos seres egocéntricos (más de lo necesario). Un caso no muy lejano que el arribafirmante tiene es el de un compañero de carrera en el gremio periodístico. Un joven de dieciocho años que pensaba emular a los grandes escritores del siglo XX y que tenía Madrid como ciudad de referencia para peregrinar su compra y venta de influencias y redes. Durante su juventud, este chico se dedicó a vilipendiar a la ciudad malacitana porque la urbe era incapaz de satisfacer sus necesidades megalómanas, llegando a hablar de «esta mierda de ciudad» y propugnando una y otra vez su necesidad de emigrar a los Madriles. Mientras tanto, se obsesionaba por rodearse del glamour del Festival de Cine de Málaga. No fue en vana su empresa en territorio malacitano, donde vestido con una hipotética ideología de izquierdas, jugueteó con los miembros de IU de la Diputación, obteniendo premios, galardones y dinero para la publicación de su primer libro de formas poco ortodoxas. De hecho, se sirvió del chantaje y la difamación para mantener bien alta su reputación e intentar hundir la de otros. Uno de los que la padeció fue el señor que escribe estas líneas.

Una vez llenado el hartazgo con respecto a Málaga, nuestro protagonista había conseguido todo lo que necesitaba de nuestra ciudad. La (supuesta) influencia de León Gross, sendas tribunas periodísticas en Málaga Hoy, La Opinión y Sur. Con ello, Nieto emigró a Madrid, donde cambió la chaqueta comunista por el intelectualismo ibérico de Umbral y otros grandes de los medios más cercanos a la derecha. Desde allí, se hace miembro de la fundación umbralista, frecuenta el Café Gijón ya que una personalidad de su calidad moral e intelectual no podía estar fuera del circuito de cafés literarios; y dice ser un supuesto heredero de la «generación del botellón». ¿Una generación? ¿ideología y moral firmes y loables de un autor? ¿un auto… qué? Disculpen mis intelectuales, pero la socialización y la búsqueda individual del poder es lo que envuelve muchas veces a esa torre de marfil que es el mundo literario español, donde personas como nuestro amigo, Jesús Nieto Jurado, palidece de una peste megalómana grave  a la que nada le importa su sociedad, su país, su mundo, sus ideas. Sólo importa el Io, el Yo o Ego como ustedes le quieran llamar y este hombre sólo sirve a su nombre. Por si alguien tenía dudas sobre la calidad moral e intelectual de Nieto. Sus días de mendicidad entre mendrugo y mendrugo en el Café Gijón están a la orden del día. Ese es su compromiso.

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