Mes: febrero 2017
Todo queda en familia
Después de más de un año de instrucción, la sentencia para los Urdangarín-Borbón ha quedado lista para sentencia. El teatro ha quedado bordado al más puro estilo de cualquier comedia costumbrista. El marido, un picapleitos, que aprovechándose de la posición de su mujer y su suegro hizo negocios sobre papel mojado. Y ella, la inocente miembro de los Borbones donde siempre queda la excusa de la “inocencia”, ya sea producida por el retraso mental o la imbecilidad autoinflingida, para excusarse de sus acciones desde regalarle la corona a Napoleón hasta robar unos dinerillos para pagarse sus cosas en Suiza.
La sentencia no ha dejado realmente indiferente a nadie. De un lado, aquellos que consideran oportuno proceder con un empalamiento público, sin recordar los principios que sustenta nuestro ordenamiento jurídico. Todo al más puro estilo Robespierre. De otro lado, los monárquicos católicos apostólicos que creen en la inocencia de la infanta y en otras tantas cosas sustentadas sobre la fe. Craso error de ambos. Probablemente, la abnegación del juez Castro sea el más claro ejemplo de por dónde debiera haber discurrido una sentencia que tiene mucho de política y poco de judicial.
La cuestión final es que todo ha salido a pedir de boca para la familia. Se ha podido salvar la situación como otras tantas. Eso es lo importante al final. Los únicos que ganan o que no han perdido del todo son los integrantes de una institución monárquica que ha conseguido mantenerse a flote en los últimos años gracias al sano traspaso de la corona de Juan Carlos I a su hijo. Lo demás, el pueblo, sigue como siempre.
Sin Errejón al Decathlon
Hago mías las palabras de un buen colega y gran politólogo teórico, Javier Taillefer, quien ya advirtió que las aspiraciones de horizontalidad del 15M difícilmente serían traducibles al interior de un partido. Todos los que expresamos nuestras objeciones sobre Podemos fuimos vilipendiados o bien se nos respondió con una sonrisa propia de una secta distópica. El buenintecionamiento del fundador de un partido difícilmente podrá evitar convertir a dicho grupo en una oligarquía micheliana. Y siguiendo a Bourdieu, el pensamiento y la acción del hombre político tienen la capacidad de agencia suficiente para configurar una institución a su imagen y semejanza. Más de una década costó purgar el fraguismo en Alianza Popular y todavía el felipismo mueve los hilos del socialismo español.
Iglesias y su agenda se imponen, seguidos de una minoría de Izquierda Anticapitalista. Si bien con la excepción siguiente. No han sido los compromisarios del Partido Popular o de las formaciones tradicionales quienes lo han decidido, ha sido la militancia la que ha entendido que el camino no es dialogar con otras formaciones, ni siquiera con los que discrepan con ellos dentro del partido. La alternativa que el afiliado de los Círculos Artúricos ha elegido es volver al intrapartidismo neoestalinista. Al menos, se puede eximir al líder de ser el culpable de todos sus errores.
Ya admitió Iglesias que había sido un error crear tres secretarías superpoderosas. El poder no debe dividirse. Debe unificarse. Porque el poder llama al poder. Y el poder consume a quién lo ejerce, pero más consume a quién no lo detenta. Con esas premisas, el todopoderoso nuevo secretario se convierte en una fuerza antagónica para el Partido Popular. Desde la nueva óptica de Podemos, no hay transversalidad, sólo ellos conceden distinción de oficialidad entre los opositores a Rajoy, porque a fin de cuentas, los demás -PSOE, C’s e IU- también son parte del establishment. Y así, sin Errejón de por medio, Iglesias y Monedero compran su equipamiento de montanismo en Decathlon.
¡Vistalegre y tanto!
Esta columna iba a dedicarse a analizar lo que hay en juego en el aquelarre de Podemos. Sin embargo, la vieja política es sólo jerga de hipócritas que prometen hacer que lo antiguo parezca nuevo. Hablemos de algo más interesante y suculento. Y es que, la maruja que el arribafirmante lleva dentro ha encontrado un espacio donde saciar toda su sed de curiosidad, morbo y miserias humanas. El auténtico experimento sociológico de ese programa de televisión, cuyo nombre ni cadena mencionaré, en el que los sujetos más excéntricos del planeta llamado España van a buscar: ¿compañía? ¿amor? ¿fin a su aburrimiento? ¿un nuevo animal para tu zoológico particular? ¿un perro o una perra a la que pasear bajo el apelativo de «pareja» o «Anastasia Steele»?
Con independencia del tono humorístico y de la autenticidad hipotética de las historias, sí es cierta una cosa, que son una muestra de las distintas tendencias en nuestra sociedad. Una sociedad que ya ha trascendido esa postmodernidad de la que hablaban Giddens y Beck y de esa ideología líquida de Bauman. Con independencia de que hayamos sufrido una de las crisis económicas, políticas y morales más profundas de los últimos tiempos, el hombre postmoderno avanza. El compromiso se elude, la comodidad se expande y los valores y las preferencias pueden ser tan finos como un hilo o tan gruesos como el fanatismo religioso, político, vegano o cual que otra cosa puesta en valor como capital simbólico por una persona.
No es que ya sea difícil mantener un hogar con el nivel de sueldos, la efusividad de los contratos y los precios de la luz, por mencionar algunas cuestiones. Es que además es cada vez más difícil que las parejas sean estables, o al menos que la psicología de sus miembros lo sean y la sociopatía no cale en lo profundo. El hedonismo en su más plena intensidad está presente en cada uno de nosotros y evitamos los esfuerzos por el prójimo, lo de ayer me aburre y hoy busco otra cosa que desecharé como un producto hipotéticamente reciclable. ¿Yo? ¿O usted? Vegano, animalista, feminista, multiculturalista, comprometido con tantas causas como fueren posible, encajándolas en la difícil y controvertida incoherencia del ser humano, postmoderno. Más ya se sabe, que el hedonismo no es buena causa, ahí está(ba) Roma, y llegaron los bárbaros. Bárbaros que hoy pueden llamarse Donald Trump, Brexit, Pablo Iglesias, Marie Le Pen o Daesh. Mientras tanto, que siga el circo para saciar el ansia de conocimiento.