familia real

Todo queda en familia

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urdangarin-cristinaDespués de más de un año de instrucción, la sentencia para los Urdangarín-Borbón ha quedado lista para sentencia. El teatro ha quedado bordado al más puro estilo de cualquier comedia costumbrista. El marido, un picapleitos, que aprovechándose de la posición de su mujer y su suegro hizo negocios sobre papel mojado. Y ella, la inocente miembro de los Borbones donde siempre queda la excusa de la “inocencia”, ya sea producida por el retraso mental o la imbecilidad autoinflingida, para excusarse de sus acciones desde regalarle la corona a Napoleón hasta robar unos dinerillos para pagarse sus cosas en Suiza.

La sentencia no ha dejado realmente indiferente a nadie. De un lado, aquellos que consideran oportuno proceder con un empalamiento público, sin recordar los principios que sustenta nuestro ordenamiento jurídico. Todo al más puro estilo Robespierre. De otro lado, los monárquicos católicos apostólicos que creen en la inocencia de la infanta y en otras tantas cosas sustentadas sobre la fe. Craso error de ambos. Probablemente, la abnegación del juez Castro sea el más claro ejemplo de por dónde debiera haber discurrido una sentencia que tiene mucho de política y poco de judicial.

La cuestión final es que todo ha salido a pedir de boca para la familia. Se ha podido salvar la situación como otras tantas. Eso es lo importante al final. Los únicos que ganan o que no han perdido del todo son los integrantes de una institución monárquica que ha conseguido mantenerse a flote en los últimos años gracias al sano traspaso de la corona de Juan Carlos I a su hijo. Lo demás, el pueblo, sigue como siempre.

Libertad de expresión, posible conspiración

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Cada día aumenta el número de personas que dudan de la calidad de nuestra democracia. La nuestra como todas las oficiales es lo que se llama una democracia representativa, es decir, una suerte de sistema en que cada cuatro años la ciudadanía confía su representación a un grupo de mandatarios. Para garantizar el control de estos delegados, se supone, los sujetos detentan una serie de derechos entre ellos la liberta de expresión y opinión. Una libertad que se canaliza a través de la pluralidad de los medios de comunicación.

La diversidad de los medios de comunicación es algo más que discutible en España, sobre todo tras las últimas concentraciones mediáticas. Véase el caso de la adquisición de La Sexta por el Grupo Planeta y Cuatro por parte de Mediaset. Aún así, cuando los periodistas intentan denunciar hechos como el caso Bárcenas o la corrupción en la que se encuentra inmersa la Casa Real se encuentran con considerables riesgos. Por un lado, la acusación de Cospedal contra el periódico El País por los documentos publicados que según ella son parte de una teoría de la conspiración. Por otro lado, el pacto no escrito existente entre el gremio periodístico de evitar la crítica a la monarquía.

Sin embargo, es una vergüenza que a día de hoy haya imágenes intocables como la del monarca, o que la denuncia de las corruptelas de la clase política acabe colmando los tribunales. La clásica judicalización de la política. Y es que, nuestra clase política no termina de enterarse que los ciudadanos tenemos derecho a controlarlos y criticarlos como prueba de la calidad democrático del país. Pese a ello, lo que es una desfachatez es que la política de comunicación del PP se reduzca a Javier Arenas poniendo en relación el 11-M con el Caso Bárcenas. Señor cállese por honor y deje en paz a los difuntos que nunca supieron nada de su podredumbre. Y si la función no fuera suficiente, tenemos al «Duque Em…pal…mado» que igual hace negocios con Corina que intenta convertirse en Presidente del Comité Olímpico Español a base de chantaje. Váyase a la mierda.

Los Borbones vuelven a las andadas

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Los presuntos casos de corrupción de Urdangarín y otros miembros de la Casa Real están a la orden del día. En esta, la nuestra democracia ibérica, la corrupción no es un invento de la clase política. Ni mucho menos, este suceso debe ayudarnos a reflexionar quiénes han sido los maestros de depravación a lo largo de nuestra historia. Y sin dudas, estos señores los descendientes de la estirpe francesa de los Bourbon.

Tras la Guerra de Sucesión, los Borbones se instalaron en España procediendo a la única política razonable que ejercieron: la de centralización. Después de eso, continuaron las generaciones de déspotas, inválidos, pendencieros, tiranos, puteros y moldeables gobernantes. Podemos citar la cesión de la corona a Bonaparte, la vuelta al absolutismo de Fernando VII, la España de la Restauración y la huída de un monarca cuyo pueblo no lo quería. Éstas han sido las grandes obras que los Borbones han dejado para el pueblo español.

Y ahora, en medio de la vorágine económica, encontramos a un miembro de la familia real y unos políticos populares desviando dinero público para satisfacer los gastos monárquicos. Entre las casas monárquicas más transparentes se pueden citar las de Inglaterra y Holanda. Pero claro, no podemos pedirle lo mismo a esta suerte de absolutistas reconvertidos en corruptos de poca monta. Como decían en Nápoles: “Se fueron los Borbones, y nos quedó la cossa nostra”.