Historia
Élite extractiva en la intelectualidad malagueña
Hace ya algunas décadas, Acemoglu y Robinson definieron el concepto de la llamada “élite extractiva”. Un tipo de élite caracterizada por la primacía de su interés corporativista frente al interés común. Al respecto, estos politólogos señalaban tres rasgos básicos que esta minoría tenía. En primer lugar, tener una capacidad para sin crear riqueza nueva, tener un sistema de captura de las rentas de la mayoría de la sociedad. Segundo, impedir la aparición de un nuevo sistema o grupo que permitiese distribuir los bienes económicos y sociales entre el conjunto de la población. Tercero, abominar de cualquier proceso innovador que suprima lo antiguo y genere nuevas realidades y objetos.
Algo así parece que sucede en los certámenes literarios de Málaga. Un consistorio donde se ha instalado una élite local de corte extractiva creada por la connivencia entre intelectuales del partido y representantes. Esta afirmación tomada a la ligera puede quedar en un comentario de taberna, pero existen argumentos suficientes para sostener esta realidad. Para empezar, la élite cultural local malacitana es incapaz de producir productos culturales con un éxito que alcance más allá del término municipal. Aislada en su ombliguismo heliocéntrico, su único objetivo se restringe a garantizar a sus intelectuales el acceso al capital cultural. Citemos por ejemplo, los herederos de Revello del Toro y los intelectuales afines a gaviotas de impregnante olor a gaviota. Tampoco se escapa la sucursal del PSOE de Sevilla, unida bajo las ascuas de nuestro endogámico Ateneo.
En segundo lugar, esta élite cultural local mantiene un monopolio de los centros de creación de reconocimiento cultural. La única forma de ser reconocido en algún ámbito cultural de Málaga es someterse a los ritos iniciáticos del Ateneo, tener apellido de malagueño realengo y satisfacer las bajas necesidades de algún Arcas o Gross si eres mujer. Una muestra de la oposición al surgimiento de nuevas élites culturales se encuentra en la Casa Invisible. Por parte de la derecha, este centro sólo ha recibido sucesivas amenazas y chantajes de cierre. Por parte de la izquierda del establishmennt, la ignorancia que es probablemente uno de los mayores daños. Baste echar un vistazo a la hemeroteca
En tercer lugar, la élite malacitana extractiva alaba lo viejo. Los viejos apellidos del franquismo ilustrado como los Segalerva y los Pérez-Estrada, junto a otros de segunda fila, viejas familias decimonónicas integradas dentro del establishment. Por eso, no es de extrañar que después de cuatro décadas de la dictadura, la cultura malagueña sea prácticamente la misma y repita los mismos himnos y lemas. También, se encuentra el adorable Elías de Mateo, para quien la cultura se convierte en una especie de arena donde buscar a herejes y castigarlos con la marginación si no comulgan con el catolicismo oficialista.
Nuestra élite abomina de lo nuevo, por eso los jóvenes intelectuales que no comulgan con el establishment, quedan en el olvido. Sin embargo, la oportunidad que no está dentro, está fuera. Lo que esta élite plantea como una crisis para los herejes, puede ser una ventaja para la herejía. Harían falta ríos de tinta para hablar sobre la cantidad de profesionales, intelectuales y artistas de origen malagueño que han triunfado en el exterior. Más aún, en una época de crisis como la actual. Malagueños y malagueñas a los que después, a periódicos de mierda como el decano de la prensa malagueña, les gusta exhibir como trofeos de caza.
Ésta es pues, y no hay otra, la élite cultural e intelectual de nuestra ciudad. Jóvenes intelectuales sin carnet de partido, no aspiréis a nada dentro de esta endogámica tierra. El reconocimiento y el futuro está vetado para vosotros. Pero que pasados los años, no vengan los mismos que nos echaron para hacerse una foto con nosotros, a decir que nos conocían o que estudíamos en tal o cual colegio. Málaga nada nos debe, a ellos nada le debemos.
Tela para Rato
Rodrigo ha sido el primero en caer. Inspección hogareña, detención durante unas horas y de vuelta a la calle. El relato ha quedado como un amago de ejercicio de Justicia, pero también como un aviso de que los partidos están dispuestos a ¿reconocer? sus errores. Un reconocimiento de los errores cometidos es probablemente lo que puede (o podría) haber salvado la situación de nuestros partidos dinásticos: socialistas y populares. Por desgracia, ni Chaves ni Griñán, ni a Ratos ni a Montoros, se les va a presionar como se le presiona a aquellos ciudadanos que son deshauciados de sus hogares por impago.
Después los cuadros actuales de estos partidos se preguntan qué es lo que está pasando. ¿Por qué se habla de “casta” o de “vieja política”? Puede ser que quizá alguien esté jugando a crear un nuevo discurso para una nueva época de mano de la batuta de Laclau. ¿Es necesario un nuevo orden o nos quedamos como estamos? Quizá lo deseable puede ser recuperar el bienestar que teníamos hasta mediados de la década pasada, sin que nadie diga que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Para nuestros viejos políticos, eso también sería lo deseable, pero ya no saben por dónde se van a meter porque la cosa está que arde.
Ese mito de “las dos Españas” ha quedado totalmente por los suelos. Ya no hay dos Españas, hay cuatro cuartas Españas que postulan por sus verdades, mientras otras tantas arrinconadas en sus nidos ideológicos observan desde su torre de marfil el que puede ser uno de los escenarios más dinámicos de la historia reciente. Lo que no cabe duda, y el Parlamento de Andalucía lo demuestra, es que por una vez, tendrán que pactar y habrá que llegar al pacto, o se irá todo al carajo. Lo dicho: que hay tela para rato.
Miserables
Esta obra literaria no pertenece a Víctor Hugo. Tampoco fue escrita en el siglo XIX. La única relación que mantiene con su homóloga es la de compartir el mismo nombre. Esta historia se sitúa en la ciudad de Sevilla, aproximadamente en torno a primavera de 2015, y tuvo lugar después de unas elecciones autonómicas en las que el órgano legislativo autonómico había experimentado un cambio considerable en su composición parlamentaria. Las senectudes políticas de la élite que había regido el llamado “cortijo” durante varias décadas estaba preocupada junto a su adversario ancestral que observaba como perdía credibilidad ante la sociedad. Ésta es una leyenda de pérdida de confianza, miedo y egoísmo.
Los otros oligarcas, ataviados en sus chaquetas Emiclio Tucci “off shore”, tenían miedo de perder sus feudos en las capitales de provincia. Asediados por nuevas minorías que aspiraban a representar las verdaderas demandas y en una última oportunidad por hacer algo realmente útil por la gente, los viejos señores de la derecha apostaron su última carta por mantenerse en sus poltronas del poder municipal, ignorando el sufrimiento de sus súbditos. El heraldo, Juan Manuel Moreno, acudió en audiencia ante su adversaria, la sátrapa Susana Díaz para llegar a un acuerdo que beneficiase mutuamente al status quo.
Del pacto entre enemigos tradicionales surgió una nueva amistad. Y es que, dice el refrán que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, y si el enemigo de los oligarcas era la sociedad andaluza, sólo bastaba con llegar a un pacto de caballeros. De esta forma, Moreno ofreció a Díaz la posibilidad de garantizar su investidura como Presidenta, a cambio de que, los socialistas acometieran con la misma actitud recíproca en los consistorios feudatarios de los populares en las elecciones locales. No había palabras para tan vil acuerdo en el que se dejaba a un lado la opinión de la sociedad y donde el único objetivo de los oligarcas era mantener su poder, un poder que supuestamente se legitimaba en la voluntad de sus súbditos, ya no ciudadanos. Esta obra protagonizada por Susana Díaz y Juan Manuel Moreno se titula “Miserables”.
Sorpresa andaluza
Comentan los expertos que las elecciones andaluzas depara unos resultados inesperados. Tal y como sucedió en las anteriores de 2012, en las que el voto al PP estaba sobrerrepresentado. Sin embargo, esta vez serían Podemos y Ciudadanos algunas de las opciones partidistas que podrían haber sufrido un aumento de su tamaño real como resultado de los efectos de la variable de simpatía política. Sea como sea, las presentes son unas elecciones de cambio en lugar de unas elecciones de continuidad, en las que cambiarán bastante las circunstancias y limitaciones del sistema de partidos autonómico.
El bipartidismo gravemente herido, pero aún vigente pervivirá una legislatura más. Existen datos suficientes en cualquiera de las encuestas publicadas por el CIS, IESA, Metroscopia o MyWord entre otros para observar que los partidos de gobierno clásicos de la democracia española van a sobrevivir. Y es que, lo fundamental no serán los resultados del domingo, sino muy al contrario, lo que se acuerde una vez se sepa el peso de cada fuerza política dentro de la cámara andaluza.
Hacienco memoria, la cámara andaluza ya ha tenido anteriormente más de cuatro partidos en su seno. Recuerden cuando en la primera legislatura, PSOE, UCD, AP, PCE y PA estaban representados dentro de dicha institución. Por lo que, ante todo cabe hacer hincapié en que se experimentará un momento de aumento de las identidades políticas y de transformación en múltiples ámbitos. Las posibilidades de coalición y los pactos que se funden entre las nuevas fuerzas políticas serán realmente los factores que determinen el futuro de la autonomía andaluza en los próximos cuatro años.
Partidos de la nueva y la vieja política
Cinco procesos electorales, una crisis económica que no acaba y una caída del bipartidismo son tres factores que definen el actual panorama político español. Este horizonte permite plantear la hipótesis de que se ha iniciado una nueva etapa con el descalabro de los dos partidos dinásticos (PP y PSOE) y el ascenso de nuevas opciones en el mercado electoral. Probablemente, los populares y los socialistas no serán los protagonistas de la próxima legislatura, dando paso a lo que se podría llamar como una nueva ola. Una nueva ola de partidos donde sus cuadros están compuestos por personas que han nacido en la democracia y han crecido en libertad frente a las viejas guardias que vivieron el franquismo y la Transición.
Independientemente de la realidad política efectiva, PSOE y PP, junto a formaciones como CiU, han quedado asociados en el imaginario colectivo con la corrupción y la desconfianza en la clase política. Mientras que, nuevos planteamientos como los defendidos desde Ciudadanos, Podemos y Ganemos intentan plantear una alternativa a la política gris, es decir, a los errores del pasado. Será el futuro quien corrobore si efectivamente esas palabras se traducirán en hechos. De lo que no cabe duda y las encuestas hablan es que esta es la imagen que la ciudadanía española en general tiene de la política. La sustitución de viejas élites corrompidas por una nueva generación que aún no ha probado el poder en su máximo esplendor.
Es tarea ardua en otros casos, como IU, UPyD o Equo definir si pertenecen a la vieja o la nueva política debido a que combinan elementos de lo nuevo y lo viejo. Si bien, grupos como Podemos y Ganemos que han acusado a la tradicional izquierda -PSOE e IU- de ser parte de la casta, de culpabilizarlos de sus errores, ya han sellado pactos con estas formaciones en el nivel de gobierno municipal y autonómico, creando una suerte de “frente popular”. Y lo paradójico es que las cuentas no salen en las generales para un gobierno en solitario. En este contexto, habrá que ver si las coaliciones de gobierno se basan en la ideología (de derechas o de izquierdas) y por tanto, habría un pacto entre la vieja y la nueva política, perdiendo credibilidad dicho discurso de la limpieza política; o si por el contrario, esos pactos se sustentarán en los nuevos partidos frente a los otros. Sea cual sea, se traicionará el discurso o la ideología, ya que será necesario un sacrificio para los partidos que aspiren a gobernar.
La difícil identidad andaluza
El concepto de identidad andaluza representa un elemento de difícil definición y muy a menudo, es objeto de controversia si se puede hablar de regionalismo o de nacionalismo andaluz. Andalucía a diferencia de otros territorios como Cataluña, País Vasco o Galicia no ha llegado a configurar un discurso común sobre qué significa ser andaluz o cuáles son las señas de identidad de Andalucía . Entre los factores que han limitado la consolidación de un marco o “framing” homogéneo de lo andaluz se encuentran cuatro razones.

En primer lugar, la existencia de sentimientos de orgullo o identidades como “ser español” o “ser de mi ciudad” que se anteponen o se mantienen jerárquicamente en la misma posición que “ser andaluz”, según distintas encuestas y estudios. En segundo, el desarrollo de un imaginario “sobre lo andaluz” creado por la visión de extranjeros (Washington Irving, Gerald Brenan) sobre la mistificación de la historia andaluza y por las políticas culturales de la dictadura, que equipararon lo andaluz con lo español.
Tercero, el fallido intento de articulación de un partido político de corte regionalista y/o nacionalista en torno a lo andaluz como se observa en el Partido Andalucista (PA) y en el Partido Socialista de Andalucía (PSA), en las últimas décadas. Por otro lado, el andalucismo político de Rojas Marcos no fue tanto una continuidad de la postura de Blas Infante, sino que incorporó dichos planteamientos teóricos y las juntas liberalistas andaluzas años más tarde de comenzar su oposición organizada al régimen franquista. Además, la capitalización de dicha identidad ha sido ampliamente ejecutada por el Partido Socialista Obrero Español de Andalucía al institucionalizar la obra y el legado de Blas Infante en distintos museos, exposiciones y publicaciones.
En relación con lo anterior, la ausencia de una continuidad intelectual y teórica sobre el nacionalismo andaluz de Blas Infante después de la Guerra Civil. A diferencia de casos como Cataluña, donde la Renaixença y su estudio continuó de la mano de Joan Triadú, Ramón Gali o Albert Manent, entre otros, durante la dictadura. Por estos motivos, es complicado afirmar que exista una identidad andaluza, cuanto menos es innegable que dicha identidad no se ha consolidado. Y en esta disyuntiva, surge la pregunta en torno a qué es Andalucía.
Cruzadas: agencia de colocación
El islamismo radical expresa un auge de su campaña contra Europa con el atentado cometido en la sede de la revista satírica Charli Hebdo. Los asesinos musulmanes vuelven con una nueva escalada del terror para vengar cualquier afrenta contra Mahoma, su religión o su cultura. Y ya decía Alain Touraine, que el mundo islámico ha sido incapaz de separar política y religión. O mejor dicho, es incapaz de dejar una esfera de la vida humana sin ser regulada por su religión, que como otras tantas, tiene decenas y decenas de escuelas en su interpretación. No es que sea suficiente con respetarlos temerosamente de los soldados de Alá, sino que además habrá que ver cuál de las escuelas islámicas es la que amenaza con mayores castigos para evitar posibles represalias.
Las cruzadas no es un monopolio de Occidente. También el mundo musulmán aspira a convertir mediante la sangre, matar a los paganos y recuperar los lugares sagrados como Al-Andalus. En su absurda y simplista interpretación del mundo no son moralmente mejores que muchos de los ideólogos sionistas o neoconservadores calvinistas “made in USA”. Y entonces, surge la pregunta de si las penurias económicas de Europa junto con esta escalada del terror no volverá a traer otra época oscura. Mientras tanto, algunos intelectuales de nuestra izquierda emiten para televisiones iraníes, un auténtico paradigma de la libertad de expresión.
Y en España, las autoridades de Interior y Defensa se preguntan si hay que aumentar el grado de emergencia. Cuando hace unos días, dos familiares del autor intelectual del 11M amenazaban con hacer estallar un tren. El asco y la repugnancia es lo único que se puede desear a personas que creen que el terror y la desesperación son las únicas formas de hacer política (o religión). Porque ya se sabe que muchas veces, y por desgracia aún, ambas vienen de la mano. No obstante, política y religión ocultan el problema que hay detrás de todo esto, el fracaso económico no sólo de los países europeos, sino también árabes. Como afirma el periodista argelino, Kamel Daoud, la ensoñación de reconquistar Al-Andalus es la alucinación ideológica de una juventud que “sin presente, ni futuro, delira sobre su pasado”. Vuelven las cruzadas (y el paro).
Algo huele a podrido en España
Apenas queda nada para que “Juanca” o Juan Carlos I se jubile apaciblemente de su dura vida como monarca. En estos momentos, es cuando la institución de la carencia de responsabilidad política empieza a manifestar sus síntomas. O mejor dicho, la sintomática y errónea actitud de nuestro rey. Como enanos debajo de las setas, empiezan a aparecer una procesión de bastardos e hijos ilegítimos que requieren que se conozca a su verdadero padre. Cuestión esta baladí, más si estos aspirantes a usurpadores pretenden pillar algo de pastel financiero de la Casa Real que tan barata nos sale a los españoles y las españolas.
Sin embargo, no es eso quizá lo más grave de la actividad de nuestro monarca. Cacerías de paquidermos aparte y comisiones especiales a empresarios españoles son la punta del iceberg de lo que nuestra opinión pública tiene derecho a conocer. Para que no se haga memoria de la historia, ni la historia se escriba por parte de las élites ajenas al pueblo español, lo que quizá si debiera de aclararse es conocer realmente cuál fue la participación que tuvo Juan Carlos I en el golpe de Estado del 23-F, en el que un grupo no muy reducido de militares insurrectos aspiraba a acabar con nuestra democracia parlamentaria.
Dicen las malas lenguas y los rumores -que a veces algo de verdad encierran- que el monarca participó como uno de los autores intelectuales del 23-F. De hecho, un reciente libro de Pilar Urbano así lo certifica, y es que, no estaría de más que algunos documentos clasificados probablemente en alguna oficina de nuestros servicios de inteligencia o en alguna institución opaca salieran a la luz para que pudiéramos juzgar con verdaderos criterios la labor de la monarquía en pos de la democracia. Pues, que quiere que le disga, una democracia no es la campechanía de su monarca ni sus correrías nocturnas entre Casas de Campo y féminas de la aristocracia. Si la institución no sirve o es contrario a nuestra democracia, que se deponga.
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