Relaciones internacionales
Y ahora suben el gas
El nuevo conflicto desatado entre Occidente y Rusia, a través de la secesión de Crimea y con la guerra de Siria aún coleando, ha pasado factura. Factura nunca mejor dicho que está recogida en los acuerdos entre la rusa Gazprom y la ucraniana Naftogaz desde 2009. Hace apenas unos días, Moscú remitió una carta al gobierno estadounidense que en verdad estaba dirigida a los consumidores europeos de gas ruso. En la misma, se vislumbra un interés de presión de Putin frente a la Unión Europea, en la que se pedía especialmente que los occidentales se preocupen más por socorrer el déficit ucraniano y dejen de entrometerse en las cuestiones de seguridad y defensa. O dicho de otra forma, el gas no lo paga sólo Rusia, sino que Europa también tiene que soportar los costes de Naftogaz, a través de la ayuda económica a Ucrania.
Repartido el pastel y con el posible interés de Europa por integrar a Ucrania, Rusia no se contenta sólo con haberse adueñado de Crimea y campar a sus anchas. Además, tiene el morro suficiente de pedir que le paguen los costes del gas que tiene conveniado con Ucrania. Aquí se observa como Rusia sigue una lógica imperialista similar a la de Estados Unidos. Rusia no tiene interés en incrementar su territorio, más bien en garantizar sus posiciones y salidas estratégicas, a la par que intenta disminuir costes. Una lógica sabia desde la real-politik, pues está demostrado que cuando un imperio alcanza un determinado tamaño, los costes de su manutención son imposibles de superar por los beneficios y todo se torna en un déficit constante.
Este hecho demuestra que Rusia está cerca de su sobredimensionamente, si no lo ha hecho ya. Ahora bien, esto no es motivo para infravalorar las capacidades del gigante asiático, especialmente si se estudia una intervención militar en Ucrania por parte de la OTAN. Probablemente, esta opción sea la última y dependa no ya tanto de las ventajas de vencer a Rusia, sino de cuánto quieren arriesgar los socios europeos y americanos. Por lo que, probablemente habrá una relación directa entre mejora de la economía occidental frente a no intervención militar en Crimea.
Occidente impotente
El mundo occidental ha demostrado su inutilidad de forma manifiesta. La Casa Blanca no ha actuado con contundencia ante la ocupación rusa de Ucrania y el referéndum de pacotilla que ha celebrado la península de Crimea. Unas fotografías de Obama llamando por teléfono a sus colegas rusos es la única imagen que ofrece la propaganda yanqui como respuesta a esta crisis. La Unión Europea, la misma que nos obliga a recaudar a través de subidas del IVA y reducción del Estado del Bienestar, no ha hecho absolutamente nada con respecto a Moscú.
Occidente sólo tiene una preocupación que es recaudar y una respuesta militar en Crimea habría sido fatídica para sus intereses confiscatorios. Mientras tanto, Ucrania observa como pierde «ipso facto» la soberanía de una parte de su territorio en medio de un proceso de transición política. Las autoridades rusas animan a la sedición del ejército ucraniano en Crimea, mientras campan a sus anchas en la que es una nueva provincia del imperio. ¿Cuál es la imagen que las democracias liberales europeas están dando ante Ucrania? No nos engañemos, la UE tiende su mano si se cumplen con los tres requisitos: es decir, usted es una democracia y se viene con nosotros a Bruselas a lo que le digamos, una buena caja registradora sonante y contante al son del mercado y la sumisión a las leyes que Bruselas le diga debe de cumplir. Está claro que Ucrania no es una buena inversión de momento.
El idealismo de una Europa unida por la pasta -¡sí! ¡por la pasta!- deja de ser una alternativa viable en la política de la Unión. Se quiera o no, Rusia ha puesto de manifiesto algo, y es que, el realismo político como visión de la geopolítica internacional, aún está vigente. En un mundo, donde el diálogo con dictaduras no es factible, sólo caben dos alternativas la disuasión y la represión. Sólo cuando los traseros de los burócratas occidentales se den cuenta de eso, podremos tener una mínima seguridad en que nuestro pequeño paraíso de democracia puede ser preservado. Mientras tanto, sólo cabe poner la mano a Europa y el culo a las dictaduras de todo tipo.
Todo por Sebastopol

Hace días que la revolución arrancó en este país agotado de la opresión de sus gobernantes. Con la liberación de Yulia Timoshenko como estandarte, una amplia mayoría de sus ciudadanos expresaron su descontento en las calles y el régimen respondió con decenas de muertos. Lo que parecía ser el comienzo de un cambio político se ha terminado transformando en un conflicto geopolítico con multitud de violaciones del Derecho Internacional.
En un principio, no existe un consenso político entre los ucranianos sobre qué tipo de sistema político desean, ni bajo el abrigo de que potencia quieren encontrarse. Este país está dividido o se podría decir que polarizado por una serie de factores. El primero es que existen dos grupos étnicos como son los ucranianos, en su mayoría situados al oeste, y de rusos, concentrados en el este. A la par, una minoría tártara se encuentra en el sureste del país, cerca de la ciudad ucraniana de Sebastopol que alberga una base militar rusa. En segundo lugar, el credo ortodoxo está dividido en el respeto a dos autoridades eclesiásticas distintas. En tercer lugar, existen regiones donde predomina el uso de la lengua rusa y otras donde es más frecuente la lengua ucraniana. Para terminar, algunos son partidarios del gobierno que había venido habiendo hasta el momento, sintiéndose más cerca de la órbita de Estados aliados de Rusia; y otros, prefieren un sistema democrático liberal acercándose a la Unión Europea y Estados Unidos.
Sin embargo, esta polarización social que podrían ser los alicientes perfectos para una guerra civil o para una secesión, se ha visto eclipsada por el despertar de un antiguo dragón. El imperialismo ruso que parecía haber caído en picado tras el final de la era soviética y la guerra civil que se juega en Siria, ha dado un paso adelante sin vacilar aprovechando la oferta del gobernante de la comunidad autónoma de Crimea. Crimea es un lugar donde independientemente de existir grupos étnicos rusos y tártaros, alberga el puerto de Sebastopol, que es uno de los pocos accesos de Rusia al Mediterráneo. Por lo que, lo que hay en juego -después de la violación de soberanía- es un punto estratégico para el transporte marítimo de Rusia. Y probablemente, cuando la OTAN se decida a actuar ya será demasiado tarde para disuadir a Putin.
El inicio de la caída
El escándalo Snowden está dando para hablar de muchas cuestiones. Por un lado, el latente dilema entre libertad y seguridad. Un dilema donde Estados Unidos entiende que la libertad sólo es posible a través de una seguridad extrema con capacidad de llegar hasta el último rincón de la privacidad de los particulares. Por otro lado, también se comenta el papel ambiguo de Rusia en esta confrontación debido a su apoyo a la huida del ex miembro de la inteligencia norteamericana. Lo que se suma a su apoyo al gobierno oficial de Siria en una guerra que está siendo instigada por los países occidentales.
Estos días se ha observado como Estados Unidos ha amenazado a Ecuador por su objetivo de acoger a Snowden. Al respecto, plantean la posibilidad de retirar los acuerdos arancelarios que disfruta este país de América Latina. A lo que, el gobierno ecuatoriano ha respondido que pueden ofrecerles millones de dólares para invertir en educación en materia de derechos humanos a la primera potencia. Este mensaje ha sentado como un jarrón de agua fría a Obama. Estados Unidos que durante décadas había pastado –de la mano de la Escuela de las Américas- por el continente sur como si fuese su casa, apoyando golpes de Estado, eliminando gobiernos no proclives a sus intereses y colocando dictaduras de naipes. América Latina ya no es un cordero débil al que pueden decidir si sacrificar o guiar.
Este hecho es una evidencia de que la primera potencia está en el comienzo de su caída. Nuevos países, algunos no-democráticos, otros no necesariamente capitalistas y muchos de ellos antes en vías de desarrollo se están convirtiendo en los nuevos competidores económicos y militares. China, Rusia, Brasil, los “tigres asiáticos”, Venezuela y otros están acrecentando su poder. Lo que puede plantear la hipótesis de que quedarán no muchas décadas para que América del Norte deje de ser la panacea económica, y también de las libertades individuales.
Calidad democrática desde el normativismo
La democracia como modelo de Estado representa una de las principales preocupaciones de la actual Ciencia Política, especialmente porque desde el final de la II Guerra Mundial se han sucedido distintas oleadas de democratización en el mundo. Sin embargo, el modelo de democracia que se expande es el conocido como liberal-democracia, es decir, un Estado donde la política se basa en una suerte de liberalismo democratizado y una economía de mercado o mixta.
A esto ha contribuido especialmente la evolución del constitucionalismo al considerar que cualquier democracia debe quedar garantizada mediante la legalidad y un Estado de Derecho; y el isomorfismo institucional que permite que determinadas instituciones sean adaptadas por otras siguiendo una tendencia histórica. Por tanto, esto señala que de la misma forma que existía un desacuerdo sobre la definición y los tipos de regímenes no-democráticos, también existe una falta de consenso sobre la definición de una democracia, sus elementos y sus tipos, si los hubiere.
Cuando se ha hablado de democracia, especialmente desde la Teoría Política y el normativismo, se han asentado modelos de qué es una democracia y qué no lo es. Así, se ha hablado de democracia elitista, pluralista o participativa e igualmente, desde distintas corrientes ideológicas como la socialdemocracia y el neoliberalismo. Aún así, se produce una clara división entre ambas si lo que se defiende es el valor de la igualdad –ya sea material o legal- y la libertad del individuo. Así, como el grado en qué cada uno de ellos es ampliado y limitado. Estos desacuerdos en la Teoría Política se trasladan posteriormente al análisis empírico, de forma que, resulta difícil decir qué es una democracia y qué requisitos debe cumplir. Lo que queda eminentemente claro es que la definición de una democracia está unida directamente a unos elementos de carácter normativo que permiten medir su calidad democrática.
El terrorismo, víctima y verdugo
Parecía que ETA se había ido de vacaciones. Y no sigue estando de vacaciones, porque sus representantes políticos -los de Bildu- se niegan a condenar los atentados del maratón de Boston. Así, vuelven a surgir los discursos de todos conocidos de un lado y de otro. La Casa Blanca anunciando desde un primer momento que la masacre era obra de yihadistas. La izquierda abertzale abriendo sus brazos a cualquier uso político de la violencia. Mientras que, la sociedad expectante nada en su crisis diaria que es otra forma de muerte, política, pero más lenta y cautelosa.
¿Desde qué punto de vista miramos al terrorismo? Cuando se trata de Estados Unidos y del islamismo fundamentalista, el marco en el que se desenvuelven los hechos es el de la cruzada. Unos por extender su verdad, el «american way of life» y otros por combatir contra los «bárbaros del Norte» que han hecho de la palabra de Alá (o de Jehová) un uso estrictamente político. Sin embargo, reducir cualquier atentado terrorista al cliché del mundo occidental-musulmán es restringir las miras ante el peligro y ante quién es inocente o culpable.
El terrorismo es un fenómeno político y psicológico. Hunde sus raíces en los orígenes de nuestra primigenia civilización. El Imperio Romano castigaba a los detractores con la cruz o los ofrecían como espectáculo en el circo. A los señores feudales y la Inquisición, les bastaba con quemarlos en una hoguera o ejecutar un pogromo contra judíos, brujas y herejes. La colonización de los territorios africanos y asiáticos muestran la evolución de estas prácticas que culminan con las matanzas de los totalitarismos nazi y soviético. Como vemos, el terrorismo no es algo ajeno a la historia ni a la vida. Siempre mantiene dos elementos, uno el verdugo y el otro el culpable, roles que algunas veces son ambivalentes para las dos partes o que son casi indistinguibles.
Lo realmente miserable es que se acuse rápidamente al mundo musulmán sin investigar si estos jóvenes chechenos actuaban por otro objetivo de índole nacionalista o por problemas psicológicos. También es miserable que desde el islamismo más radical se crea que pueden afectar a los resultados de unas elecciones matando a cientos de civiles. Es miserable que se use la violencia, pues si el fanático de la causa que sea recurre a ella será porque sus ideas no son creíbles ni para el mismo.
La difícil catalogación del autoritarismo
Cuando se habla de dictaduras, podemos sostener que los análisis sobre regímenes no-democráticos han estado limitados por los hechos de la II Guerra Mundial y la Guerra Fría. Esto llevó a que durante los cincuenta y los sesenta, los politólogos estadounidenses centrasen sus observaciones en la Unión Soviética y más tarde, en otros gobiernos que contaban con los auspicios del socialismo ruso. Eso llevó a que se catalogase como totalitario al régimen soviético después del estalinismo o que se considerase al franquismo como un simple régimen autoritario.
¿Cuál es la frontera exacta entre autoritarismo y totalitarismo si muchos autores les otorgan características similares? Probablemente, una respuesta razonable a esta cuestión sería observar el grado de movilización que generalmente suele ser mayor en los regímenes fascistas y comunistas. Sin embargo, habría que mirar esta posibilidad detenidamente ya que las dictaduras también tienden a encuadrar a su sociedad en sus instituciones y estructuras verticales.
La segunda cuestión reside en que el concepto “autoritarismo” se ha convertido en un “perro-gato” en el que podemos insertar cualquier gobierno que no sea de corte fascista o comunista. Por tanto, se puede convertir, sino se ha producido ya, en una especie de “cajón de sastre” donde se podría insertar a distintos regímenes de variopintas cualidades. Lo que da lugar a una confusión considerable, muchas veces con la oscura intención de restar culpabilidad o negatividad a las actuaciones de estos regímenes en contra de los derechos humanos y la democracia.
Por ello, existe un acuerdo en definir lo qué no es una democracia, pero es una tarea todavía irresoluta calificar que tipos de sistemas encontramos o no dentro del universo de la no-democracia. Y aquí es donde debería existir un esfuerzo por parte de la Ciencia Política en explicar qué tipología o clasificación encontramos al respecto.
No sólo matemáticas
Hoy el arribafirmante hablaba con una de sus alumnas que ninguna verdad puede ser válida para todo. Y es cierto, aunque esta frase pueda encerrar algún significado oculto es mucho más simple de lo que parece. Durante mucho tiempo, se ha deseado que las ciencias puras y las matemáticas puedan responder a todas nuestras dudas e inquietudes. Cuando se ha intentado buscar una respuesta universal para la multitud de preguntas que tiene el ser humano se han cometido los peores actos humanos.
En la Edad Antigua, Platón intentó que la filosofía aportase soluciones desde al origen del universo a la organización política. En este último caso, su teoría elaboró una distopía imposible y legitimando prácticas como el racismo, el machismo, la despersonalización y el genocidio. Siglos más tarde, la religión cristiana intentó imponer desde su modelo astronómico hasta sus recomendaciones políticas, pasando por un intenso control social y una alta represión. Nada era cierto, si no estaba recogido en las escrituras. Cuando llegó el siglo XX, los totalitarismos, tanto su versión fascista como comunista, intentaron acapararlo todo, dando lugar a grandes matanzas y barbaridades.
Actualmente, aunque parezca que todo ha cambiado, se produce un fenómeno similar. Las matemáticas parecen ser la gran verdad de nuestro tiempo. Los países hacen apuros para cuadrar sus cuentas antes que buscar el bien de sus ciudadanos. Los mercados ajustan sus números al egoísmo de las grandes fortunas y las cuentas nacionales intentan buscar un equilibrio en una armonía asimétrica que sólo existe en el mundo de lo imposible. Nuestra época es la de cuadrar números y descubrir que las personas nos hemos convertido en un número y cifra de una gran ecuación a la que poco importamos, siempre que el orden de los factores no altere el producto final.
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