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El negacionismo de la covid-19 defendido por líderes políticos tiene unos efectos más negativos en países no democráticos

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Un análisis de los profesores Francisco Collado y Ángel Valencia del Área de Ciencia Política de la Universidad de Málaga muestra como los líderes políticos de carácter populista están en mayor predisposición de defender ideas negacionistas en referencia al coronavirus. Los investigadores recogen este estudio comparado en el capítulo bajo el título «Los negacionistas al poder: discurso y acción política en Trump, Bolsonaro y Magufuli» (De la Garza y Peña-Ramos. 2022. Transformaciones en la vida social a raíz del aceleramiento de la interacción digital durante la coyuntura del covid-19. Ciudad de México: Tirant lo Blanch), que demuestra como distintos ejecutivos de carácter populista que han restado o limitado la importancia de la pandemia han encontrado mayores resistencias y críticas por parte de la ciudadanía en aquellos Estados que eran democráticos, mientras que los que han gobernando en contextos no democráticos han encontrado una mayor cooperación por parte de la sociedad en la asunción de dicho discurso. Además, reflexionan como la presencia de la legitimidad legal-racional supone una mayor garantía para la confianza de las personas en el conocimiento científico como perspectiva para afrontar pandemias globales, pero en cambio un mayor peso de legitimidad tradicional puede implicar un riesgo para la sanidad pública una situación similar. Por último, hay que destacar como el interés económico ha sido el argumento esgrimido por los líderes negacionistas para restar peso a la importancia del virus y limitar las actuaciones políticas en materia de prevención y control de la pandemia.

El inicio de la caída

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El escándalo Snowden está dando para hablar de muchas cuestiones. Por un lado, el latente dilema entre libertad y seguridad. Un dilema donde Estados Unidos entiende que la libertad sólo es posible a través de una seguridad extrema con capacidad de llegar hasta el último rincón de la privacidad de los particulares. Por otro lado, también se comenta el papel ambiguo de Rusia en esta confrontación debido a su apoyo a la huida del ex miembro de la inteligencia norteamericana. Lo que se suma a su apoyo al gobierno oficial de Siria en una guerra que está siendo instigada por los países occidentales.

Estos días se ha observado como Estados Unidos ha amenazado a Ecuador por su objetivo de acoger a Snowden. Al respecto, plantean la posibilidad de retirar los acuerdos arancelarios que disfruta este país de América Latina. A lo que, el gobierno ecuatoriano ha respondido que pueden ofrecerles millones de dólares para invertir en educación en materia de derechos humanos a la primera potencia. Este mensaje ha sentado como un jarrón de agua fría a Obama. Estados Unidos que durante décadas había pastado –de la mano de la Escuela de las Américas- por el continente sur como si fuese su casa, apoyando golpes de Estado, eliminando gobiernos no proclives a sus intereses y colocando dictaduras de naipes. América Latina ya no es un cordero débil al que pueden decidir si sacrificar o guiar.

Este hecho es una evidencia de que la primera potencia está en el comienzo de su caída. Nuevos países, algunos no-democráticos, otros no necesariamente capitalistas y muchos de ellos antes en vías de desarrollo se están convirtiendo en los nuevos competidores económicos y militares. China, Rusia, Brasil, los “tigres asiáticos”, Venezuela y otros están acrecentando su poder. Lo que puede plantear la hipótesis de que quedarán no muchas décadas para que América del Norte deje de ser la panacea económica, y también de las libertades individuales.