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El negacionismo de la covid-19 defendido por líderes políticos tiene unos efectos más negativos en países no democráticos

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Un análisis de los profesores Francisco Collado y Ángel Valencia del Área de Ciencia Política de la Universidad de Málaga muestra como los líderes políticos de carácter populista están en mayor predisposición de defender ideas negacionistas en referencia al coronavirus. Los investigadores recogen este estudio comparado en el capítulo bajo el título «Los negacionistas al poder: discurso y acción política en Trump, Bolsonaro y Magufuli» (De la Garza y Peña-Ramos. 2022. Transformaciones en la vida social a raíz del aceleramiento de la interacción digital durante la coyuntura del covid-19. Ciudad de México: Tirant lo Blanch), que demuestra como distintos ejecutivos de carácter populista que han restado o limitado la importancia de la pandemia han encontrado mayores resistencias y críticas por parte de la ciudadanía en aquellos Estados que eran democráticos, mientras que los que han gobernando en contextos no democráticos han encontrado una mayor cooperación por parte de la sociedad en la asunción de dicho discurso. Además, reflexionan como la presencia de la legitimidad legal-racional supone una mayor garantía para la confianza de las personas en el conocimiento científico como perspectiva para afrontar pandemias globales, pero en cambio un mayor peso de legitimidad tradicional puede implicar un riesgo para la sanidad pública una situación similar. Por último, hay que destacar como el interés económico ha sido el argumento esgrimido por los líderes negacionistas para restar peso a la importancia del virus y limitar las actuaciones políticas en materia de prevención y control de la pandemia.

Eso no es recortar, no es eso

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El Estado del Bienestar se viene abajo en España. Es la historia de una muerte anunciada. Una larga agonía que hunde y hundirá a la sociedad en un índice de desarrollo inferior al que gozaba a finales del siglo XX. La educación se convertirá en un elemento de diferencia social y no en un motor de progreso, como señala el liberalismo originario y no la bazofia que venden los conservadores. La sanidad se equiparará al sistema norteamericano y será posible que un desempleado sin cotizar sufra una grave enfermedad.

El Gobierno de Rajoy está recortando, pero mete las manos dónde nadie le llama porque el Estado Social es de todos. Aunque, los nuevos tecnócratas lo ajustan como si se tratase de un cubo de rubik. Y es que, estos expertos educados en piadosas universidades no entienden el concepto de la política como arte. La política es la resolución de los conflictos, reduciendo el número de perjudicados y ampliando los beneficiarios.

Si se tiene en cuenta la premisa del bien mayor y el mal menor, hay multitud de partidas susceptibles de reducir su cuantía, sin producir grandes desajustes. Primero, los intérpretes de catalán, vasco y gallego en el Senado que cobran un sueldo de 500 euros diarios. Seguidamente, los sueldos de los parlamentarios, la reducción de los cargos de confianza y los coeficientes de financiación pública de los partidos. Y es que si ahondamos en la buhardilla de los nacionalistas, encontraremos fundaciones, empresas públicas sórdidas, espectáculos públicos, subvenciones a la promoción de las lenguas autonómicas y las ayudas económicas a toda suerte de confesión religiosa.

Mientras traductores hablan en euskera, partidos se embolsan grandes cuotas y la “divina civitatis” enriquece sus arcas, en las ciudades españoles hay familias que viven con menos de 400 euros al mes. Una sociedad como la española adoradora de identidades culturales, mayorías religiosas y secretarios generales, grandes divinidades de la postmodernidad; y marginadora de los mismos seres humanos. Éste es el estilo de recortes de los conservadores, pero parafraseando a Ortega y Gasset, “eso no es recortar, no es eso”.