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Elecciones históricas

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elecciones 20DEsta semana representa la última etapa de la carrera de fondo de la campaña electoral. La misma comenzó con el PP como partido aventajado, pero que ha ido perdiendo distancia con aquellos que competían por el segundo puesto, principalmente PSOE y Ciudadanos. Mientras a lo lejos y ahora a corta distancia, se sitúa Podemos con una posición bastante mejorada. Y es que, Pablo Iglesias ha demostrado que su liderazgo se proyecta positivamente en la cercanía y no tanto en distancias mayores. Al respecto, la formación de Albert Rivera ha experimentado una caída de intención de voto y en las filas socialistas se ha observado un cuestionamiento de la figura de Pedro Sánchez.

Durante estos días se han sucedido distintos debates, a cuatro, a seis bandas y a dos. Esta semana se celebra el debate clíma entre los dos grandes hasta el momento. El único al que asistirá Mariano Rajoy frente al líder de la oposición. Al respecto, se barajan dos hipótesis sobre su ausencia en los anteriores más allá del miedo escénico que domina al actual Presidente. Por un lado, la aparición de Soraya Sáenz en los otros debates y en los carteles electorales sugiere la posibilidad de que exista un relevo en el liderazgo popular, asumiendo además su papel de “heraldo” de Rajoy. Por otro lado, se encuentra la negativa de Arriola de plantar cara a las formaciones emergentes. Y es que, este asesor politico, al que ya se le ha pasado el arroz, se niega a observar antes de su jubilación como los “frikis” de la política introducen una segunda generación en la agónica clase política española.

De hecho, ya no hay sólo “frikis” entre Podemos, sino que este concepto arriolista puede ser traspasado a Sánchez, Rivera y Garazón debido a su perfil socio-económico y su edad. De esta forma, los populares son los que se resisten a ese cambio generacional. Ciertamente, las generaciones nacidas en democracia son las que tienen mucho que decir en estas elecciones generales, en las que se le ha vetado el voto a miles de españoles en el extranjero, aduciendo dificultades burocráticas. Será por esto y por la corrupción, no ya tanto por la cuestionable recuperación económica, por lo que el Partido Popular tendrá que responder en la próxima legislatura, sea cual sea el resultado.

Lo que no cabe duda es que estas elecciones abren una nueva etapa politica tanto de cambio en el sistema de partidos como de constitución de las élites políticas. Ahora bien, una cosa es jugar al Juego de Tronos y otra es gobernar, ya que es ahí donde todos y cada uno de los partidos se la juegan después del 20-D. Es por eso, que estas elecciones son el inicio de una nueva época en España y es aquí donde todos estamos llamados a votar, sea cual sea la decisión, para hacer Historia.

Debates, excluidos y ballenas hipsters

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0001452771El y los debates electorales que han tenido lugar a cuatro bandas representan unos de los encuentros históricos en la democracia. Se sabe que la participación de los candidatos en dichos debates no afecta especialmente a la decisión de voto, a excepción de los indecisos. Al ser el momento actual uno de los de mayor incertidumbre y de cambio que se produce prácticamente desde la entrada de los populares en el Gobierno en 1996, es cuando dichas intervenciones pueden capturar más votos indecisos. Si bien, espero que haya mucha gente interesada en votarle a Saenz de Santamaría. Aunque esta cuestión bien merece un comentario en profundidad en otra columna.

Lo cierto es que el arribafirmante no vio el debate de ayer. Se conocen adecuadamente las propuestas, se saben las posibles coaliciones y alianzas que se pueden fraguar y se desgrana claramente el espacio ideológico de cada uno de los partidos. Si bien, es recomendable estudiar los programas políticos de las fuerzas emergentes de Iglesias y Rivera debido a que estos programas tienen vocación de ejecución. Es decir, se ha demostrado que ambos candidatos tienen capacidad para decir lo qué harán y para rectificar sobre lo dicho. Algo que no se observa en la inquebrantable e indudable voluntad de los populares. Y ciertamente, hay que temer a aquellos que nunca ponen sus acciones en entredicho, quienes excluyen la crítica.

También se deduce de lo anterior que el arribafirmante haya decidido su voto entre los cuatro debatientes. Si bien, no estaban todos los actuantes políticos pues alguien se había olvidado a un economista malagueño y a otros reputados candidatos que se presentan a estas elecciones. Ni son todos, ni se estaba al completo. Por lo que, la escenificación de estos debates son la aceptación del nuevo establishment político que nos depara la próxima legislatura, en el que unos existen y otros son personajes ficticios. Más allá de todo eso está claro que no hay problema en ser hipster y votarle a Rajoy, otra cosa es que el votante sea una ballena canaria.

¿Por qué triunfa Ciudadanos?

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La indiscutible posición de Albert Rivera se sitúa entre los tres principales partidos con intención de voto para las generales. Mientras que en las elecciones autonómicas que se celebran, mantiene posiciones entre la primera y la segunda fuerza con más votos. De esta forma, Ciudadanos se ha constituido como el partido más exitoso de la nueva oleada de lo que algunos han venido a definir como la “nueva política”. Ni la extinta UPyD ni la moribunda IU, han conseguido aprovechar esta situación de crisis y a la vez de oportunidad que ha surgido en el mercado político. En cambio, Podemos que parecía aglutinar a la mayoría del descontento de izquierdas ha obtenido un éxito relativo que no se corresponde con sus expectativas iniciales.

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Las voces críticas señalan a ciudadanos como un heredero de PP y PSOE. Una especie de suerte de continuismo de las propuestas políticas realizadas por el bipartidismo, los dos grandes catch-all-parties de la primera época de la democracia española. Y es que, algo de verdad encierra estas afirmaciones. Es cierto que Ciudadanos supone un aglutinamiento de las tendencias ideológicas más moderadas y del votante de centro, ya sea centro-izquierda o centro-derecha. Lo que explica que el éxito de Ciudadanos se deba principalmente a la atracción de votantes socialdemócratas y liberales, entre otros. Y es que, si se observan los datos de auto-ubicación ideológica del votante español, éste se sitúa en una posición entre el cuatro y el cinco, por lo que a grandes rasgos, la mayor bolsa de votantes se encuentra en torno a posiciones políticas moderadas.

Partiendo de que el votante promedio está en una posición centrípeta, se puede explicar la caída de Podemos a partir de sus posiciones originales radicales. Las cuales han tenido que moderar conforme han entrado en el juego político para poder hacerse un hueco en el mercado electoral. De hecho, la ruptura de Podemos con el discurso bipartidista ha beneficiado más a su adversario Ciudadanos que a la misma formación. No obstante, Ciudadanos tiene que jugar a un juego peligroso, y es que en aquellos casos en los que no gobierna, se está convirtiendo en una fuerza de apoyo a la gobernabilidad en las distintas arenas, situándose en una estrategia de partido-bisagra. Ahora está en las posturas que mantenga si actúa como partido-bisagra sin integrarse en los gobiernos que apoya o si realiza una labor de oposición adecuada. Se podrá estar en desacuerdo o en acuerdo con Ciudadanos, pero sí es cierto que durante mucho tiempo muchos votantes han esperado una opción política central capaz de defender los derechos individuales por igual que los derechos colectivos, y aglutinase lo mejor del centro-izquierda y del centro-derecha. He ahí el éxito.

No todo es venganza, también protagonismo

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iglesias-yihadismoLas declaraciones de Pablo Iglesias ante su rechazo para sumarse al pacto antiyihadista apoyado por PP, PSOE y C’s ha causado furor en las redes. Desde su tribuna ha sostenido que esta postura representa un alegato de la venganza. Mientras que ha propuesto una serie de medidas para acabar con la guerra en Oriente Medio. Entre ellas, el cese de la venta de armas de las potencias occidentales a las partes implicadas que es un hecho objetivo. Por desgracia, esta apuesta en solitario ha quedado en papel mojado cuando unas horas después se ha escuchado a su jefa de prensa calificar como “fachas” a los franceses que cantaban “La Marsellesa” en la embajada gala ante España.

El discurso de Podemos es un intento de encauzar una canción independiente, pero que termina desentonando entre los partidos del “régimen del 78”. A la par que se hace un guiño a formaciones como Bildu para la conformación de gobiernos locales. Un auténtico juego de malabarista para tener una posición política lo suficientemente acaparadora como se presume de un partido atrápalo-todo, pero lo suficientemente hipster como para no ser una marca blanca de la socialdemocracia española. Difícil juego. No obstante, Iglesias habría tenido la opción de sumarse al pacto antiyihadista y proponer enmiendas o modificaciones al mismo como uno de los partidos participantes.

La cuestión de fondo es que el pacto antiyihadista fue propuesto por los populares, es decir, fueron los conservadores quienes pusieron el tema sobre la agenda hace unos meses. Por su parte, el líder de Podemos ha intentado echar un pulso, siendo el quien ostentase el control de la agenda y estableciendo en qué parámetros se debía tratar el tema del terrorismo islámico. Lo que obviamente le ha dejado en una posición minoritaria. Pese a ello, Iglesias no tiene porque preocuparse ya que existen antecedentes de partidos que no apoyaron pactos claves consensuados por una amplia mayoría y que después se han convertido en partidos de masas. Recuerden al Fraga de Alianza Popular que decidió no firmar la Constitución de 1978 debido a discrepancias con temas como el divorcio y la libertad de prensa.

Creer en la disgustosa realidad

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encuestas-a-pie-de-calleEl Centro de Investigaciones Sociológicas ha publicado su encuesta política esta semana. En ella sigue apareciendo el Partido Popular como opción más votada con un 29%, seguido de PSOE con un 25,3% y de Ciudadanos con un 14%. Mientras, el voto de Podemos sigue cayendo en picado. La cuestión es que este cuestionario sigue sin convencer, y obviamente, sin gustar a esos dos tercios de la sociedad española que van a votar a otro partido distinto a los populares. Y es que, es legítimo que esta predicción disguste a gran parte de la sociedad que es mayoritaria, es decir, no es que el PP sea la opción más votada, sino que es mayor la cantidad de electores que van a negar el apoyo a Rajoy.

Ahora bien, es indudable el carácter técnico de una encuesta, máxime cuando es realizada en una institución como la anterior. Generalmente, la intención directa de voto, el recuerdo de voto, la simpatía y la autoubicación ideológica suelen ser las variables a partir de la cuales se realizan las estimaciones. No obstante, se puede aventurar una medida que muchas veces ha acertado resultados electorales, pero que no ha sido desarrollado por los profesionales. Esa variable es la creencia individual sobre la victoria electoral.

Siguiendo esta lógica, una pregunta que se puede incorporar en futuras encuestas debería ser la siguiente: “Y usted, ¿quién cree que puede ganar las elecciones generales?”, o “¿quién cree que ganaría las elecciones si mañana se celebrasen uno comicios?” Esta medida acierta de lleno en que a las personas les fastidian los resultados negativos para aquellos partido por los que sienten simpatía o de quién esperan una victoria, pero otra cosa son la estimación subjetiva que cada uno realiza sobre el pronóstico electoral.

Resaca de bipartidismo

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scroogeEl Presidente del Gobierno, ya a menos de dos meses de las elecciones, ha caído en esa tentación del país de las maravillas. Las maravillas que se observan tras una borrachera de absenta bipartidista. Hace ya dos legislaturas, cuando se hablaba del pensamiento “Alicia” de Zapatero, pero en este caso, el malestar que afecta a Rajoy es de una índole bien distinta. En concreto, se trata de esa obsesión por continuar anclado en un pasado beneficioso. Ese episodio de la historia donde populares y socialistas eran los únicos partidos con capacidad auténtica de formar gobierno. Una especie en peligro de extinción desde que han aparecido Ciudadanos y Podemos en la escena pública.

En un reciente discurso de Rajoy de Finestrat, en la provincia de Alicante, no se ha mencionado a ninguno de los partidos emergentes. Mientras que los líderes populares locales se han referido en distintos fragmentos a la nueva política, Compromís y Podemos. La pesadilla de la resaca bipartidista de Rajoy no es tanto Iglesias, como Rivera con una postura de centro que aúna las posiciones del liberalismo y de la socialdemocracia. Y es que, si se observa la evolución histórica del Partido Popular en España este no experimentó un verdadero ascenso hasta la caía de la Unión de Centro Democrático y el exilio en el desierto de la derecha hacia el centro que duró más de una década.

Para la derecha española no hay mayor ampolla que un partido de centro, aunque sea a título nominal. Porque la victoria política es más sencilla en una visión maníquea de la política y no pluralista. En este sueño de Morfeo que es la resaca de Rajoy, la pesadilla no va acompañada de un desenfadado Pedro Sánchez, sino que es continuada por dos señores treintañeros: uno con coleta y barba y otro con cara de joven infante aún no lo suficientemente embarrado en los lodazales de la política. La ilusión de avaricia de poder de Rajoy se preocupa por amasar su moneda para la fiesta navideña. Sin embargo, el fantasma de la nueva política acosa a Rajoy en sus delirios como el espíritu de la Navidad perseguía al ávaro señor Scrooge.

Ciudadanos sube, Rajoy patina

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todos-los-hombres-del-presiLa maniobra del Partido Popular de vender sus brotes verdes ha caído en papel mojado. Ya ha quedado claro que si hay una salida de la crisis, dicha salida se traduce en las cifras macroeconómicas, pero no necesariamente en la mejora de las condiciones laborales de las personas. Esto se explica principalmente a la receta de los “mini-jobs” importada por Rajoy desde la actual Alemania. De esta forma, juega al disimulo de las estadísticas tal y como hizo su antecesor, Rodríguez Zapatero, y al que él mismo culpaba de dicha visión macro frente a la realidad de las personas.

Mientras tanto, el PSOE de Pedro Sánchez sube ligeramente frente a los populares y la formación de Albert Rivera se beneficia de la volatilidad del caladero popular. No obstante, cabe y surge la duda de preguntarse si parte de esos votos no provienen del centro-izquierda que recientemente ha dado su apoyo a Podemos. Aunque ya advirtió Pablo Iglesias que pescan en caladeros distintos. Lo cierto es que se observa un fenómeno de doble bipartidismo entre unos y otros. Todo esto lleva a la situación de que el próximo gobierno lo determinará el apoyo de Ciudadanos. Es aquí realmente donde se juega la partida y no ya tanto, en el campo electoral.

En este sentido, Rivera no ya es sólo un líder indiscutible, sino que también se ha convertido en alguien que determinará el futuro devenir del panorama político. A fin de cuentas, ha demostrado prudencia al manifestarse frente a los resultados de las encuestas pre-electorales. Prudencia que desafortunadamente no acompaña al actual Presidente del Gobierno, quien entre cuyos grandes éxitos se encuentra el haber convertido a la corrupción política, y no ya tanto a la crisis, en un problema de primer orden.

Navidades rajoyanas, agosto rivereño

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feliz navidadLa convocatoria para las elecciones generales ya tiene fecha el 20 de diciembre. Apenas con unos cuatro días de antelación para que Rajoy se atragante con el pavo y Rivera celebre un brindis al sol. Ciertamente, los populares han basado su estrategia en el control de los tiempos y en esperar que los “buenos resultados” de la macroeconomía calen entre la opinión pública. Una opinión que todavía no termina de estar segura de ese mensaje que sostiene que hemos salido -o estamos saliendo- de la crisis. Sin embargo, el ascenso de Ciudadanos como principal fuerza nacional tras las elecciones autonómicas de Cataluña asienta un precedente de lo que cabe esperar de los próximos comicios.

En distintas encuestas, se sitúa a Ciudadanos como la tercera fuerza política tras PP y PSOE, de cuya caída se beneficiaría. En cuarto lugar, se encontraría el partido de Pablo Iglesias, que no conseguiría aprovecharse de la volatilidad de votos socialistas, caladero donde Albert Rivera también pesca con éxito. Todo esto ha llevado a que Ciudadanos no sea considerado sólo como una “marca blanca” de los populares, sino a un partido que complementa las tendencias centralistas planteadas por el clásico bipartidismo. De esta forma, esta fuerza habría conseguido el objetivo que no llegó a alcanzar UPyD, al colocarse en el centro político que correspondería con el espacio ocupado por la extinta UCD.

En este sentido, ni las banderas españolas de Pedro Sánchez, ni los desavíos de Rajoy, quemado por los constantes escándalos de corrupción, salvarán la situación en Navidades. Al contrario, se volverá a entrar en una nueva dinámica de pactos en las que las fuerzas de Ciudadanos y en menor grado, Podemos y otras formaciones minoriatarias de izquierdas decidirán el futuro Gobierno de España. Un dato que es indudable es que se producirá una fragmentación electoral en un grado considerable como no se ha conocido en la última década.

No es país para twits

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twitter

La opinión manifestada por los políticos en las redes sociales es el tema estrella de esta semana. Baste hacer un recorrido por diversos episodios. Empezando por Zapata, candidato frustrado a concejal en el Madrid de Carmena, pasando por las declaraciones de Pablo Iglesias sobre la redención de portar explosivos y terminando por algún concejal popular que se ha dedicado a revisar sus twits y estados de Facebook de hace un lustro. Parece que a todos nos ha dado una fiebre por saber quién dijo qué aquel día que tuvo un apretón mental y acabo en cagada, o si donde dije digo, digo Diego como le ha pasado al responsable de comunicación de los populares.

En este nuestro país de cainitas, se trata la opinión de cualquier mequetrefe como información. La vanidad más etérea se convierte en la verdad más absoluta. Esto hace posible que cuándo el adversario diga cualquier barbaridad todos se escandalicen, que cuando un amigo de filas diga otra se minimice su efecto o que cuando diga algo que no sea una barbaridad todos aplaudan como primates (mi respeto a los simios, pues son seres con sentimientos) a los que le lanzan fruta. Hay que repensar que la fugacidad a la que se mueven las redes sociales, y la sociedad del conocimiento, hacen imposible tener una opinión, no ya digamos una postura firme, en torno a un tema. Máxime cuando las lógicas de estas opiniones oscilan en alineamientos izquierda-derecha o adversario-amigo.

La velocidad de la comunicación es un problema, pero no el principal. No, no, no. El principal problema es que somos demasiado cainitas. Tan cainitas como para justificar que si alguien llevaba un explosivo (en el caso hipotético de que lo llevara) tiene tanta legitimad a llevarlo como un banquero a robar dinero. Lo suficientemente cainitas como para pedirle a una alcaldesa como Carmena -que al igual que todos- apenas lleva diez días en el cargo, produzca unos resultados con su gestión que en su día no se le exigió a Botella. Debemos darnos cuenta que nuestro problema no es ser de izquierda o derecha, ser «pepero» o «del sóe», o «del coletas» o «de los naranjitos». Nuestro problema auténtico es que somos lo suficientemente gilipollas como para no darnos cuenta de que el cainismo es la variable independiente que nos mantiene sumidos en esta crisis política, social e incluso moral.

Rivera e Iglesias juegan al ajedrez

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La “política del consenso” era un espécimen único en su especie en la España democrática. Gunther, Maravall, Bernecker y Maihold, entre otros, han advertido la evolución de la política del pacto a la crispación. La crispación ha sido durante mucho tiempo el monopolio del bipartidismo, ya que todo se resumía en una conversación teatralizada -hasta cierto punto- entre dos adversarios. Tras las últimas elecciones municipales, se ha terminado la función y los nuevos actores han entrado en escenas. No obstante, siguen existiendo reticencias al pacto, como algunos alcaldes populares que han dicho que seguirán en sus cargos en funciones hasta que los expulsen como tales, o Susana Díaz que se niega a acabar con la corrupción entre los socialistas sevillanos.

Aunque se baraja la hipótesis de que Podemos y Ciudadanos son una nueva generación del bipartidismo: una opción de izquierda y otra de derecha, el contexto es bien distinto. Primero porque si se acepta dicho bipartidismo, actualmente conviven dos, pero atravesados por un anclaje de “vieja” y “nueva política”, o “casta” y el “pueblo”. Segundo, en la práctica ambos partidos tienen capacidad de negociación con cualquiera de los demás, a excepción de las reticencias de las agrupaciones de electorales de Iglesias a sentarse con los populares. Tercero, las listas de ambos partidos han entrado en el gobierno en las grandes ciudades -como Madrid y Barcelona- o si no, se han erigido como “gatekeerpers” para permitir el gobierno de otros -como el caso de Valencia, Sevilla y Málaga-, eliminando el control férreo que socialistas y populares mantenían sobre sus tradicionales feudos.

Si algo han demostrado Ciudadanos y Podemos en que son partidos de eminente implantación urbana. De hecho, una observación generalizada a los municipios rurales menores de 50.000 habitantes demuestra como PP y PSOE mantienen el control en comarcas y pueblos que por factores económicos y sociológicos han convertido en bastiones. Esto hace que se haya creado una brecha de mayor representatividad democrática entre los municipios urbanos y los rurales. Volviendo al ámbito autonómico, el PSOE sigue empecinado en su idea de “gobernar para la mayoría”, mientras las minorías -que parece que no representan a nadie según Díaz- exigen la dimisión de Cháves y Griñán. Ahí es donde realmente, Podemos y Ciudadanos están jugando sus cartas como promotores de la renovación de líderes y caras entre los dos clásicos. Lo que nunca nadie hubiera imaginado que se hubiese hecho gracias a iniciativas democráticas internas de PP y PSOE, se está acometiendo a través del chantaje político externo. Esto demuestra, que al menos a nivel de discurso, Rivera e Iglesias suponen un revulsivo de democracia y limpieza política.