Rivera e Iglesias juegan al ajedrez
La “política del consenso” era un espécimen único en su especie en la España democrática. Gunther, Maravall, Bernecker y Maihold, entre otros, han advertido la evolución de la política del pacto a la crispación. La crispación ha sido durante mucho tiempo el monopolio del bipartidismo, ya que todo se resumía en una conversación teatralizada -hasta cierto punto- entre dos adversarios. Tras las últimas elecciones municipales, se ha terminado la función y los nuevos actores han entrado en escenas. No obstante, siguen existiendo reticencias al pacto, como algunos alcaldes populares que han dicho que seguirán en sus cargos en funciones hasta que los expulsen como tales, o Susana Díaz que se niega a acabar con la corrupción entre los socialistas sevillanos.
Aunque se baraja la hipótesis de que Podemos y Ciudadanos son una nueva generación del bipartidismo: una opción de izquierda y otra de derecha, el contexto es bien distinto. Primero porque si se acepta dicho bipartidismo, actualmente conviven dos, pero atravesados por un anclaje de “vieja” y “nueva política”, o “casta” y el “pueblo”. Segundo, en la práctica ambos partidos tienen capacidad de negociación con cualquiera de los demás, a excepción de las reticencias de las agrupaciones de electorales de Iglesias a sentarse con los populares. Tercero, las listas de ambos partidos han entrado en el gobierno en las grandes ciudades -como Madrid y Barcelona- o si no, se han erigido como “gatekeerpers” para permitir el gobierno de otros -como el caso de Valencia, Sevilla y Málaga-, eliminando el control férreo que socialistas y populares mantenían sobre sus tradicionales feudos.
Si algo han demostrado Ciudadanos y Podemos en que son partidos de eminente implantación urbana. De hecho, una observación generalizada a los municipios rurales menores de 50.000 habitantes demuestra como PP y PSOE mantienen el control en comarcas y pueblos que por factores económicos y sociológicos han convertido en bastiones. Esto hace que se haya creado una brecha de mayor representatividad democrática entre los municipios urbanos y los rurales. Volviendo al ámbito autonómico, el PSOE sigue empecinado en su idea de “gobernar para la mayoría”, mientras las minorías -que parece que no representan a nadie según Díaz- exigen la dimisión de Cháves y Griñán. Ahí es donde realmente, Podemos y Ciudadanos están jugando sus cartas como promotores de la renovación de líderes y caras entre los dos clásicos. Lo que nunca nadie hubiera imaginado que se hubiese hecho gracias a iniciativas democráticas internas de PP y PSOE, se está acometiendo a través del chantaje político externo. Esto demuestra, que al menos a nivel de discurso, Rivera e Iglesias suponen un revulsivo de democracia y limpieza política.