independencia

La alta academia es independentista

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El apoyo de relevantes intelectuales a la causa independentista ha sido una de las cuestiones que han salido a la palestra. Desde hace tiempo, personalidades como Noam Chomsky y Vicenc Navarro se han sumado a la causa. No es de extrañar que un anarquista como Chomsky crea que el Estado apalea a los catalanes, les prohíbe hablar en su lengua y les roba dinero para dárselo a los maleantes andaluces. Es muy fácil opinar, pero muy difícil comprender cuando se quiere estar en todas partes. Pese a ello, se le puede dar una tregua al reputado filólogo para que exprese lo que considere oportuno.

Lo que si merece una especial atención es la presencia de distintos académicos, entre ellos médicos, politólogos y sociólogos, de origen catalán y que trabajan en prestigiosas universidades estadounidenses. Harvard, Princeton y otros centros acogen a estos científicos de origen español (y catalán) que actúan como opinadores ante la opinión pública de su país con el relato de la España tirana. Estos mismos se agrupan en el Colectivo Wilson con el objetivo de servir como lobby externo y con capacidad para influir desde sus posiciones en el público norteamericano.

Weber aconsejaba que los académicos evitasen hacer política con sus convicciones. O dicho de otra forma que con la ideología académica apoyasen causas propias de la esfera del poder. Aunque la doctrina weberiana es bellísima en su redacción, eso no ha impedido que estos intelectuales se posicionen del lado secesionista. Ahora bien, se puede recordar una cuestión y es que si este amplio grupo de profesores catalanes reside en Estados Unidos no es precisamente porque España no hubiera invertido en investigación y desarrollo en Cataluña.

Innecesario

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Ya se sabía que Mariano Rajoy se había resistido a aplicar el artículo 155 de la Constitución Española. Fue esta una de las razones por las que hace unos años, y no el aborto como la prensa manifestaba, que hicieron que Gallardón abandonase el Ministerio de Justicia. Deseoso de suspender la autonomía de Cataluña y gestionarla desde Madrid por un período indeterminado. El 155 es un apartado vago e inconcreto cuyo peso político habría dado cierto margen de maniobra para que el ejecutivo español procediera a resolver el contencioso catalán. Estado de alarma, de sitio, de excepción y otras cuantas amenazas legales se han proferido estos días desde los dirigentes populares hacia las autoridades sediciosas de la Generalitat. Si a eso se le añade el peso político de la secesión en el contexto europeo y la salida de empresas del territorio autonómico, la presión sobre Carles Puigdemont ha sido enorme. El poder blando ha sido efectivo por ahora.

Si bien, con independencia de lo que hubiese sucedido en caso de haberse producido la DUI, el castigo penal y económico sobre su equipo y él mismo parece que ha sido el detonante de la retirada. Retirada momentánea porque se habla de «suspensión». Y ahora, los dirigentes de la CUP que esperaban un pronunciamiento del nacionalismo más duro se encuentran revueltos ante el coitus interruptus que han sufrido por parte de la derecha catalana. La Cataluña rural castiza -curiosamente de izquierdas- y la otra Cataluña urbana, cosmopolita y que ha perdido poder global -lean la ciudad global de Saskia Sazen- están ahora en medio de un conflicto interno. Lo que está claro es que esto no ha acabado y que sólo es el paso a un nuevo capítulo de la tragicomedia nacionalista.

De lo que nadie se habrá dado cuenta o pocos han meditado es sobre el posible aumento de la intención de voto hacia el PP y Ciudadanos que se ha podido producir estos días. Menos tanques y más cabeza. Sin embargo, lo sugerente ha sido el baile de Podemos que de una semana a otra ha cambiado de postura en un auténtico espectáculo de travestismo político. Iglesias ha aprendido que el mantenimiento del tradicional respaldo anguitiano a los nacionalismos periféricos es muy bien recibido en los contubernios de cierta izquierda, pero la realidad y las consecuencias de un acto de tal osadía en plena secesión son otros distintos. Ahora sólo cabe desear que los populares y los socialistas no vuelvan a alimentar al drac como ya hicieron González, Aznar, Zapatero y Rajoy.

 

Prudencia

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Si algo ha estado ausente durante estas jornadas de celebración de un referéndum ilegal es la racionalidad. La celebración del plebiscito sin garantías ni seguridades jurídicas mínimas es el culmen del fanatismo del nacionalismo catalán. Esta religión antropológica impulsada por el pujolismo socio de socialistas y populares, continuada por grupos políticos sediciosos -desde Podemos hasta la CUP- y exaltada en un tiempo de crisis social e identitaria en Cataluña se ha convertido en una auténtica enfermedad para el constitucionalismo español. Una plaga que ha creado zombies tanto entre la propia opinión pública española como en las cabeceras internacionales. Porque si evitar mediante la coacción pública -monopolio que sólo posee el Estado, lean ustedes a Weber- la celebración de una consulta ilegal -podemos dudar si legítima- es un acto de violencia, eso quiere decir que se está poniendo en duda el conjunto de España como una entidad estatal.

Nadie habla de por qué Rajoy no ha procedido a la detención de las autoridades autonómicas competentes en Cataluña. Y es que, el marco en el que se ha movido el discurso independentista ha sido el de igualar nuestra democracia con una continuación del franquismo tras la introducción de la carta magna en 1978. Amparándose en un mito que ya había creado hacía años la izquierda más radical y del que después se ha amparado Podemos, vienen distintos sectores políticos a apoyar esta tesis. Lo que probablemente haya llevado a que los populares se hayan retrasado en aplicar las medidas legales oportunas temiendo que la inhabilitación del ejecutivo catalán les volvería a convertir en los franquistas de siempre ante la opinión pública. Bien habría hecho el PP en condenar el franquismo hace años para evitar este ridículo monumental.

Los sabuesos ya han sido soltados. La izquierda española amiga de cualquier nacionalismo, menos de su propio país. Bien olvidan Pablo Iglesias y sus lacayos que las naciones no son más que construcciones artificiales y contingentes de las que las sociedades se dotan para organizarse política, social y espiritualmente. Es el mercado de la identidad. Cuando el nacionalismo, cualquier nacionalismo, traspasa la dimensión espiritual del sujeto se convierte en un organicismo donde la persona se desintegra atómicamente para formar parte de un ente mayor: la nación. ¿Y es que acaso no es esta despersonalización la que también promueven los morados dentro de sus propias filas por un ente mayor: su amado líder? Este conflicto exige de prudencia. Algo que ha faltado y falta por parte de los dos bandos enfrentados, que no son los únicos que están en juego.

Basta ya de tonterías

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Basta ya de tantas tonterías. Hoy pienso ir al grano. Tanta sordidez que exhuman los medios de comunicación y las redes sociales. Sobre el atentado de Barcelona, han muerto personas de distintas nacionalidades. En tanto en cuanto si los catalanes son españoles se puede comentar en otro momento, ya que no es una cuestión prioritaria. Educación, cultura, aceptación, en definitiva, tolerancia es un principio de nuestra democracia. Una democracia representativa imperfecta, pero democracia a fin de cuentas. Hay otros formatos de democracias para el gusto de todos ya sea Bielorrusia o Marruecos con un componente más exótico.

La nuestra es una democracia. Europea. Construida históricamente sobre un discurso artificial, sí, como todos los discursos, pues no son productos de la naturaleza, sino de la intersubjetividad humana. Los terroristas que han actuado lo han hecho aprovechando nuestra tolerancia, que jamás debiera ponerse en duda. Si se observan las declaraciones de las personas que conocían a los terroristas de la célula yihadista los calificaban como ciudadanos normales. Fanáticos islamistas, pero de cara hacia afuera plenamente integrados. ¿Quieren darles un discurso sobre multiculturalidad? ¿Sobre historia de las religiones? Y es que no es sólo una cuestión de integración, sino de creencia en una versión distorsionada y embrutecida del islamismo, ya que el máximo cabeza de esta barbaridad fue el imán de Ripoll. Es ahí donde deben estar nuestros cuerpos de seguridad que también son los de los demás musulmanes, cristianos, judíos o mormones que viven en España.

En tanto en cuanto a la cagada de los Mossos que no compartieron información con los otros cuerpos de seguridad del Estado. Ahí está el fallo. Tanta independencia y tanta absurdidez. Como en la Guerra Civil, mientras la II República se caía, los nacionalistas catalanes proclamaban no sé que república bananera en medio del caos más profundo. Mierda barata. Dejémonos de valores postmodernos que sólo llevan a favorecer comodidades que se pagan caras. De independencias y de educar en derechos y valores. Ellos no son bárbaros a los que debamos evangelizar. Porque el musulmán auténtico sabe cuáles son sus valores y no la bazofia de la ciberyihad. No confundamos tolerancia con ingenuidad. Porque se puede pecar de odio, pero también de gilipollez profunda.

Teatro político

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maxresdefaultEl gobierno entre PSOE y Podemos es una realidad efectiva. Al menos eso ha escuchado el arribafirmante de un miembro de la cámara alta. Al parecer tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias habrían acordado desde hace más de un mes cuál sería el futuro gobierno de este país, tras la renuncia de Mariano. La sucesión de episodios de intentos, abandonos, amores, rupturas y rechazos entre los grupos parlamentarios no sería nada más y nada menos que la puesta en escena de una obra literaria. Un drama no al estilo shakesperiano, sino al más puro estilo rocambolesco y gamberro de Juego de Tronos donde nunca termina de haber un desenlace final.

Es sugerente la invitación que hace la hipótesis de la política como teatro. Y es que, la vida pública no deja de ser una puesta en escena. Una trama donde los actores, los discursos, las proclamas y los símbolos adquieren un valor especial. Durante mucho tiempo, los expertos en política han denostado la preocupación intelectual por el poder simbólico y las consecuencas que implica. No obstante, esta telerrealidad mostrada a través de los medios de comunicación y de la actuación magistral de nuestra élite política hacen palidecer a esos “expertos”.

Ahora bien cabe preguntarse si la última condición sobre un nuevo referéndum catalán era parte del guión. O si por el contrario, ya se había pactado una respuesta entre los dos partidos de izquierda. Sea cual fuere existe una diferencia entre sus públicos. La audiencia de los socialistas en general no está dispuesta a plasmar la cuestión catalana como una prioridad política en los tiempos que corren. Mientras que, ese electorado de Podemos compuesto de jóvenes preparados, parados, okupas, perroflautas y otras personas afectas al antiguo 15-M, cuya prioridad era la crisis económica sí están satisfechos. Satisfechos con anteponer la independencia de una región española a cambio del cambio.

Demasiada permisividad, futura catalanidad

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alguer-italyCorren ríos de tinta sobre los pros y los contra de la independencia catalana. Se escuchan argumentos de un lado y de otro sobre la legalidad de la consulta que no deja de ser un comicio autonómico. Si sube el café, también están los que se preguntan si al escindirse estaría ese nuevo país dentro o fuera de la Unión Europea. Y para atemperar el debate, aparece un periodista de la BBC que desmonta uno a uno los argumentos de “Junts per Sí”. ¿Y quién se preocupará de la futura selección de fútbol catalana? Si bien, se observa que aquí nadie habla de los catalanes o la minoría catalana que se encuentra repartida entre, Andorra, el Rosellón francés y el Alguer italiano.

En un ejercicio de política comparada, se puede afirmar que esta escalada de la tensión catalano-española es el resultado de cierta permisividad del Estado español desde el inicio de la democracia. Como los más mayores saben, el Gobierno Central decidió conceder el reconocimiento de una autonomía a Cataluña, País Vasco y Galicia en un primer momento debido a que tras la Guerra Civil, eran una serie de demandas que se mantenían bajo el nombre de los llamados “territorios históricos”. Desde aquí, España ha evolucionado hacia un Estado descentralizado con determinados ingredientes regionalistas y federalistas, según teóricos como Agranoff, para satisfacer dichas exigencias territoriales.

En Francia, existe una minoría catalana que no tiene acceso a la educación en su lengua, tampoco se admite su lengua en las relaciones entre ciudadano y Administración. Esto es el resultado de un Estado centralizado que ha impuesto el francés tanto como lengua como patrimonio lingúístico común a todos sus territorios, sin ninguna concesión. Tan sólo en 2007, el Consejo General de los Pirineos Orientales lo reconoció como idioma oficial. En Italia, sólo la lengua catalana está reconocida como lengua minoritaria del Alguer desde 1991 y queda protegida por la jurisdicción que vela por la misma con un carácter protector, desarrollada especialmente a través del gobierno regional y municipal. Finalmente en Andorra, coexiste el catalán junto al español y al francés en igualdad de condiciones, existiendo centros de educación diferenciados para cada una de estas lenguas y auspiciados por los ministerios español y francés.

Ante todo esto, cabe preguntarse por qué en España no hemos procedido de forma similar al caso francés, más aún, cuando Francia tiene más minorías etno-lingüísticas (bretones, vascos, occitanos, catalanes, corsos, etc.) que España. O por qué no se quedó todo en un tímido reconocimiento territorial como en el caso de Italia. Tampoco se pudo auspiciar una situación similar a la de Andorra debido al reducido tamaño geográfico de este micro-Estado y a sus propias características socio-culturales. La permisividad ante todo ha sido la política del Gobierno Central, mientras en Barcelona se sigue haciendo dinero con los “tablaos flamencos” que desde una postura estrictamente nacionalista-catalana, no serían patrimonio de su identidad cultural.

Hawaii, Bombay es un paraíso

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Con ese lema, Ibarretxe y otros propusieron su modelo de organización territorial del País Vasco frente al Gobierno Central en el guiñol. Una parodia ácida que mostraba como el ejecutivo de Euskadi pretendía llegar a un acuerdo similar al de Puerto Rico con Estados Unidos para la problemática del nacionalismo vasco. Y es que, más de una década después y tras la celebración del 9N, se observa un dato interesante en la consulta y es que no ha primado el independentismo, pero sí la existencia de un Estado catalán. Otra cosa es que sea un Estado independiente, federal, confederal u otras fórmulas de territorios con régimen de soberanía especial.

Por lo que, el problema de Cataluña vuelve a pasar por la fórmula de Estado que desean. Lo único claro y definitivo son dos cosas. Primero, tener una independencia o régimen distinto al de las otras comunidades autónomas. Segundo, tener más competencias y más capacidad financiera que la actual. Esto lleva a que lo único que hay detrás de dicha propuesta es la insolidaridad territorial de un territorio español con respecto a los demás. Es en este punto, donde seguramente nacionalistas y catalanes no nacionalistas pueden estar de acuerdo o llegar a un mayor consenso.

Sin embargo, en esta consulta sólo ha participado un tercio de los votantes. Por su parte, Mas vuelve a proponer una segunda repesca o una consulta sostenida por la legalidad vigente frente al Gobierno. Mientras tanto, sus socios de Esquerra alzan las dagas para acabar con el liderazgo de un ejecutivo que no ha sido capaz de celebrar una consulta legitimante, sin complacer a nacionalistas ni a la legalidad española. Es probable que haya empezado la caída del liderazgo de este señor entre sus seguidores.

Malos días para la independencia

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Las élites españolas (dirán las élites catalanas) han jugado sus cartas esta semana. En estos días, ha coincidido la cita de Mas con Rajoy en la Moncloa para exponer sus demandas soberanistas y a la par, ha saltado toda la trama de corrupción que había detrás de la familia Pujol. Una de las principales entre lo que es la actual élite político-económica catalana. Son dos hechos que pueden parecer aislados, pero que han coincidido en la agenda de los medios de comunicación.

Ya llevamos un año y medio prácticamente desde que el ejecutivo autonómico catalán alzase su bandera independendista. A lo largo de estos meses, si bien se ha demostrado una cuestión. Y es que, en cuanto a respeto de los principios democráticos y la corrupción política, la burguesía catalana no se diferencia mucho de la del resto de España. Por eso, que algunos teóricos duden de que el futurible Estado catalán sea una democracia y se parezca más bien a algunas de las dictaduras sicilianas de la Edad Antigua. Por otro lado, la visita de Mas ha quedado más bien en una serie de exigencias ante el Gobierno Central que ya se verá si tendrá en cuenta o no. Además, de que sí se avanzan en esas líneas, otras comunidades reclamarán lo mismo y se volverá a repetir el bucle de café para todos.

En segundo lugar, ya hacía unos meses que se seguía la pista de las supuestas faltas y delitos cometidos por los hijos de Pujol. Hasta que finalmente, se ha abierto la caja de Pandora y han salido a la luz todos los trapos sucios que había detrás de todos los integrantes de esta casa catalana. Por lo que, cabe preguntarse cómo afectará esto a la valoración que los mismos catalanes hacen de sus líderes. O si bien, será interpretado como un ataque contra el intento independentista. Si bien, lo que ha quedado claro para el resto del país, es que no hay plena separación de poderes entre lo ejecutivo y lo judicial y que los conflictos políticos se siguen dirimiendo a través de su judicalización.

Cataluña, una, tirana e independiente

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El camino al reconocimiento de la soberanía de Cataluña no está exento de polémica. Cada día se confirma la hipótesis de que cualquier Estado naciente de esta región será cuanto menos un autoritarismo que recortará libertades y derechos. Tanto derechos sanitarios como ya viene sucediendo en los hospitales barceloneses como la expresión incondicional del pensamiento y las ideas del sujeto como fruto de su voluntad.

Parece ser que la Generalitat ha empezado a desarrollar una política de acoso a los disidentes. Desde el Gobierno autonómico y costeado con fondos públicos, se están elaborando listas negras con nombres y apellidos de todas aquellas personas que no sean partidarias del proceso independentista. En estos documentos figuran funcionarios, profesores, intelectuales y otros tantos. Cualquier plaza pública, subvención, ayuda o prerrogativa procedente de la autonomía catalana queda excluida para cualquiera de estos hombres y mujeres.

Asimismo, los poderes fácticos procedentes de todos aquellos lugares donde gobiernen las fuerzas nacionalistas tales como medios de comunicación, fundaciones y otras instituciones están acometiendo una labor de persecución contra los disidentes. Esta dictadura en la sombra se está produciendo en el seno de la democracia española y cuenta con el beneplácito de un sector de la burguesía catalana. Una burguesía que una vez finalizada la dictadura franquista cambió una chaqueta por otra con tal de mantener su estatus de poder.

¿Esta es la Cataluña que quieren los catalanes? Una, tirana e independiente como fue España durante casi cuatro décadas. De ser independiente, Cataluña se convertirá junto a Túnez, Egipto y Argelia en otro de los países mediterráneos donde en vez de beber de la herencia democrática griega se bañará en los fangos de la opresión y el fanatismo.

Lecciones maquiavélicas para independentistas catalanes

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La lógica de la política pura y dura se basa en tres elementos: el poder, la virtud y la fortuna. Así tanto, el poder es la capacidad para que un actor consiga imponer sus pretensiones frente a sus adversarios y la virtud corresponde con el estilo y el método que emplea a la hora de ejecutar sus decisiones. Sin embargo, siempre se encuentra la fortuna que engloba a todos aquellos aspectos que el príncipe no puede controlar, tales como los eventos, los sucesos, acciones de otros actores y el devenir histórico. Por ello, es fundamental sobre todo hacer frente a esta esquiva dama que puede acabar por destrozar la mejor decisión del mejor estratega.

A veces, en raras ocasiones, la fortuna puede acompañar o propiciar la adecuada consecución de un objetivo. Por ejemplo, la retirada de la monarquía que permitió la creación de la II República, o en otro caso, la caída del inclemente invierno ruso que salvó al zar de las tropas napoleónicas. Eso mismo, ha pensado Artur Mas con la idea de aprovechar la crisis económica para promover un ladrido de independencia catalana. Sin embargo, los nacionalistas catalanes tienen la misma inteligencia que un mosquito, con respeto a los mosquitos.

La lista de fallos del separatista catalán se puede enunciar a través de la lógica maquiavélica. En primer lugar, la “virtus” del gobernante debe transmitir la imagen de coherencia, aunque en la práctica fuere distinto. Lo que no puede hacerse es promover una independencia auténtica y a la vez seguir pidiendo dinero a Madrid para paliar el déficit del derroche catalán. En segundo lugar, los nacionalistas catalanes son una minoría frente al resto de partidos que se han posicionado en contra de la separación, encontrándose entre ellos PP, PSOE, IU y UPyD. En tercer lugar, con el actual Gobierno que disfrutamos, cualquier intento separatista podría ser aprovechado para una intervención militar de forma no muy lejana a la que vivió Fortuny, acabando de tajo con cualquier otra demanda de independencia o autonomía.

Esta visión de la política que bebe del maquiavelismo y del republicanismo mediterráneo bien debiera ser conocida por este pueblo a las orillas del citado mar. Y es que, si este argumento no es válido para los catalanes, no hay nada mejor que recordar que cualquier Estado que pudiera nacer de esta Cataluña sería un engendro deforme. Un país con una estructura territorial no definida, porque los araneses querrían autonomía, los tarraconenses querrían diferenciarse de los barceloneses y así. Además, se disminuirían los servicios públicos de una forma considerable, probablemente avanzando hacia un modelo mínimo de sanidad similar al de Estados Unidos. Pues ya se sabe que, si los ideólogos catalanes prefieren algo es el dinero a la salud de sus ciudadanos.

En definitiva, desde estas líneas invitamos a los catalanes a que pronuncien su nueva Siracusa. A crear un sistema autoritario donde desarrollen teorías sobre la genética catalana, la república por la gracia divina o una suerte de política que no atienda al ciudadano, institución mediterránea; sino a ti o gran señor Dinero al que todos se rinden. Y como todos somos muy prudentes, ahora llega Griñán y dirá que debemos montar un Estado federal, una suerte de chiringuito donde unos serían más que otros. Lo cual es razonable, porque en un partido donde no hay unidad sino cuchillos afilados y cabezas rodantes, no hay nada mejor que pasar esos términos al ámbito de la cooperación interterritorial.