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Aborto: disenso en el retroceso

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imagesEl proyecto de ley sobre el aborto está dando mucho de qué hablar. Sería oportuno establecer algunas ideas claras desde la corriente que se opone a este cambio legislativo y que contempla la presente norma del Gobierno Zapatero como un avance en los derechos, tanto del hombre como de la mujer. Y es que, feministas y machistas a parte, lo que es imposible poner en duda, es que la decisión de tener un hijo o no, es cosa de dos.

Desde el Partido Popular, se han pronunciado desde el Ministro de Justicia hasta los cachorros más descerebrados sobre el progreso que implica esta norma y porque se recupera el consenso de la ley del ochenta. Para empezar, la norma del ochenta, aprobada durante el gobierno socialdemócrata, es una ley hecha para su época. O dicho de otra forma, en un país que apenas llevaba una década de democracia y acababa de salir de una transición política, era difícil buscar un consenso parlamentario entre las distintas fuerzas políticas. Por lo que, se aceptó aquella ley que, a grandes rasgos, podía satisfacer a todos. Ahora bien, los tiempos han cambiado y era hora de dar un paso hacia delante, en el sentido de la libertad humana, de que cada individuo decida si quiere ser padre o madre, o si no.

Generalmente, se entiende que la derecha es defensora de la libertad del individuo frente a la opresión del Estado. En el caso de España, todos los partidos limitan la libertad, pero quien lo hace en mayor intensidad son los populares. En este partido, el sector católico-integrista, para separarlos de posibles demo-cristianos a quienes quiero atribuir una mayor liberalidad; considera que sus creencias religiosas deben ser traspasadas a las normas civiles. Algo así como los países basados en la ley islámica, pero con la católica. Y ya decía Locke, que el liberalismo era difícilmente posible en países de mayoría católica o musulmana. Dándole la vuelta a la tortilla, la ley de Zapatero no obliga a ninguna mujer a abortar, por lo que, el Estado no interfiere en la moral de las mujeres católicas, por tanto, que estas señoras respeten la moral de aquellas que quieran abortar.

También se ha dicho, por parte de una supuesta liberal como Esperanza Aguirre, es que el aborto es un fracaso. Y ciertamente, lo que sería un fracaso es pensar que el aborto se produce por alguna suerte de despiste exclusivamente. Esta mujer debiera saber que existen muchos otros factores médicos y sanitarios -como determinadas enfermedades- que permiten impedir un embarazo. Aguirre sencillamente es una ignorante y una analfabeta. Tampoco ha entendido lo que significa «fracaso». Pues mire usted, lo que realmente es un fracaso es su Gobierno y la gestión que está realizando. Primero porque ni representa la voluntad de la mayoría de los ciudadanos, porque está favoreciendo que muchas personas sigan y vayan a la calle, que no soluciona el paro, que está aumentado la tasa de migración española, recorta derechos en Educación y Sanidad y también derechos del individuo como la libertad de expresión y la libertad a decidir sobre nuestros proyectos de vida. No hablemos ya de la corrupción.

Y si realmente, los populares integristas -que esperemos no lo sean todos- quieren vender a la ciudadanía y a la oposición dentro del partido, que este proyecto de ley es un regreso al consenso, es que son sencillamente estúpidos. Primero, porque la demagogia barata del PP ya no convence ni a la mitad de sus votantes. Segundo, porque el único progreso posible es aquel que respeta la libertad del individuo, pues el progreso, no es ni de izquierdas ni de derechas. La palabra «progreso» procede de la confianza en la libertad del individuo y en la ciencia, pero el «retroceso» pertenece a la oscuridad de la religión y la tradición. Y ahí, es donde nuestra derecha, nuestra buena derecha, desea volver.

La utopía platónica

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La literatura de impronta liberal y democrática ha considerado a Platón como el primer autor legitimador de las tiranías, mientras que los filósofos políticos de izquierda lo clasifican como un defensor del comunismo primigenio. Por lo que, ambas corrientes coinciden, independientemente de críticas positivas y negativas, en resaltar el valor que Platón concede a la organización de la ciudad por encima de la individualidad de sus integrante.

Este proyecto es posible porque Platón entendía la consecución de la justicia como el fin último de los hombres y del proyecto político en el que se integran. Así, el Estado se convierte en una fuente de producción de lo justo y lo bueno, no para el sujeto, sino para la colectividad. De lo que se desprende, que la visión historicista de Platón tiene como consecuencia directa una visión holística de la “politeia”.

La justicia en Platón tiene un comportamiento autónomo. En otras palabras, un ser o elemento son justos porque cumplen unos cánones, pero no se establece un punto de referencia para esa justicia. En comparación con el liberalismo democrático, Platón no concibe la justicia como la igualdad de los ciudadanos ante la norma, la defensa del individualismo y de la vida.

No obstante, la respuesta que se ha dado es que los proyectos ideales y basados en el racionalismo extremo no conciben determinados casos como hipotéticos o posibles en el seno de su organización. Por ello, la utopía tiene el riesgo de convertirse en el largo plazo en un régimen opresor, que independientemente del ideal de justicia, no produce una auténtica optimización de las capacidades de desarrollo de los seres humanos.