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La utopía platónica

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La literatura de impronta liberal y democrática ha considerado a Platón como el primer autor legitimador de las tiranías, mientras que los filósofos políticos de izquierda lo clasifican como un defensor del comunismo primigenio. Por lo que, ambas corrientes coinciden, independientemente de críticas positivas y negativas, en resaltar el valor que Platón concede a la organización de la ciudad por encima de la individualidad de sus integrante.

Este proyecto es posible porque Platón entendía la consecución de la justicia como el fin último de los hombres y del proyecto político en el que se integran. Así, el Estado se convierte en una fuente de producción de lo justo y lo bueno, no para el sujeto, sino para la colectividad. De lo que se desprende, que la visión historicista de Platón tiene como consecuencia directa una visión holística de la “politeia”.

La justicia en Platón tiene un comportamiento autónomo. En otras palabras, un ser o elemento son justos porque cumplen unos cánones, pero no se establece un punto de referencia para esa justicia. En comparación con el liberalismo democrático, Platón no concibe la justicia como la igualdad de los ciudadanos ante la norma, la defensa del individualismo y de la vida.

No obstante, la respuesta que se ha dado es que los proyectos ideales y basados en el racionalismo extremo no conciben determinados casos como hipotéticos o posibles en el seno de su organización. Por ello, la utopía tiene el riesgo de convertirse en el largo plazo en un régimen opresor, que independientemente del ideal de justicia, no produce una auténtica optimización de las capacidades de desarrollo de los seres humanos.

Los requerimientos del gobernante

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En los días de agitación del 15-M, se habla mucho sobre las exigencias que debe cumplir un gobernante. Si debe ser titulado, si debe tener cuál formación o proceder de tal escalafón social. Y de hecho, ésta es una cuestión que tiene un largo comentario en la historia del pensamiento occidental. Si algo se le criticó siempre a la democracia fue de ser el gobierno de los menos aptos, frente a la aristocracia tradicional.

La obra de Platón representa un aporte fundamental para la comprensión de la evolución política y social de Occidente. Pese a las duras críticas de Popper, Crossman y Arendt; el filósofo ateniense realiza un ejercicio intelectual por garantizar la ilustración de los gobernantes. Y por ello, no debe desmerecer atención su estudio para entender las instituciones políticas de la Edad Media y el Renacimiento. La cuestión está en que Platón considera que la justicia es el eje central de la ciudad, y al someter la comunidad a una visión holística enfocada hacia la consecución de dicho fin produce un abandono del individuo. Por lo que, su mensaje de liberación se convierte en un proyecto de esclavitud.

La fórmula política de Platón representa en su práctica un organicismo extremo equiparable a los sistemas fascistas y socialistas. Por lo que, es importante resaltar dos elementos comunes entre estas ideologías. Por un lado, el recurso a una metodología historicista que estudia la evolución de la comunidad hacia la consecución de un bien de carácter colectivo. Por otro lado, la profunda labor de homogeneización política y social a la que se somete el individuo, llegando a cometer barbaries que dañan la integridad física y moral del sujeto.

Asimismo, las doctrinas neoconservadoras realizan una reinterpretación de Platón para apostar por fórmulas corporativistas. Lo que pone en evidencia, como en el actual panorama de crisis el principio de representación política, entra en juego la dicotomía entre monopolio del poder político y distribución de la participación política entre los ciudadanos. De hecho, se pone en relación la formación del filósofo-rey con el ideal de político que se persigue, cada vez más con un carácter tecnocrático que esté avalado por una preparación y especialización profunda. Lo que en muchos casos, lleva al riesgo del olvido de las ideas. Y es aquí, donde más debe reseñarse el riesgo de las doctrinas que exigen un requisito determinado al gobernante.