Mes: agosto 2012

El bucle del Ateneo

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Las malas cuentas de las Administraciones han pasado factura a la institución malagueña. El jardín intelectual y artístico de los ateneístas sufre de la pandemia de muchas otras organizaciones que durante buenos años han sobrevivido al amparo de las subvenciones. Sin embargo, este momento puede ser uno de los más oportunos para hacer una crítica constructiva de lo que hasta ahora ha sido el funcionamiento interno de decana organización.

En primer lugar, el Ateneo ha representado sino el primero, uno de los mejores foros que existen en la ciudad malacitana. Y si algo le diferencia de otros, es la capacidad para combinar la presencia de excelentes personalidades con las tendencias más rupturistas en cuales quiera de los ámbitos que aborda. Sin embargo, el peso de los costes de conocidos rostros ha pasado su factura, más aún en una época tan difícil como la que atravesamos y esto es algo que ya podría haberse respondido con antelación.

En segundo lugar, el carácter elitista y a veces presuntuoso de algunos miembros de la junta directiva, que han convertido la institución en un erial para los jóvenes intelectuales y una pasarela para las senectudes pensantes de Málaga. No haremos listado de honrados nombres para no salpicar su trayectoria e imágenes públicas. Por lo que, se ha producido desafortunadamente un distanciamiento entre algunos miembros y la misma institución.

En tercer lugar, el Ateneo es cómplice de ese lema de “Málaga, la ciudad que todo lo silencia y todo lo oculta” de Pepe García. La institución se ha convertido en un bucle de cabeceras de cartón-pluma que siempre dicen lo mismo y apenas algo nuevo aportan. Posiblemente, este instante sea la coyuntura adecuada para replantear la cuestión sobre el tipo de espacio que se pretende que sea el Ateneo. El cual acierta bastante en la forma, pero no tanto en el contenido.

Bruselas, torre de marfil

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La Unión Europea representa hoy día uno de los tiranos que azuza a los países como España, Portugal y Grecia a mantener sus bolsas saneadas. No hablemos ya del déficit que es una condición de acceso para cualquier candidato a miembro. Otrora unas décadas, Europa era el símbolo que repartía fondos para equilibrar las zonas más atrasadas que se situaban en el sur del Mediterráneo y que a día de hoy tienen su destino en las jóvenes democracias del Este.

A lo largo de estos años, distintas investigaciones y líderes de opinión han criticado la lejanía de las instituciones europeas en relación a los países que se integran en ella. En otras ocasiones, se ha igualado esta distancia como una carencia democrática de la organización. Y es que, ciertamente la élite política y el funcionariado comunitarios residentes en Bruselas padecen de un mal similar que parece traducirse en su gestión administrativa.

Hace pocos días, el arribafirmante tuvo el placer de observar “in situ” esta situación en las calles bruselenses. Mientras la mayoría de la población se sitúa en el centro y los alrededores de lo que vino a ser la antigua muralla frente al invasor francés, los trabajadores de las instituciones comunitarias viven ajenos a la ciudad en el “quartier europeen”. Esta zona, situada al este de la urbe capitolina, acoge las principales instituciones de la Comisión, el Consejo de Ministros y el Parlamento, sirviendo sus alrededores de alojamiento para sus miembros.

Asimismo, se produce una falta de incomunicación entre los funcionarios europeos y el resto de ciudadanos belgas. Por decirlo de alguna forma, es la extraña convivencia de dos grupos aislados en una misma ciudad, de los autóctonos y de la élite comunitaria. Un grupo que parece encerrarse en su propia torre de marfil y que ya sin tener una comunicación con sus países de origen –franceses, alemanes, españoles, griegos, checos y un largo etcétera- tampoco lo mantienen con el entorno diario que les ha tocado vivir.

Esta situación nos lleva a poner en duda aún más el carácter democrático de Bruselas en tanto capital europea y en reafirmar su tendencia tecnocrática. Así, la metáfora de la torre de marfil explica perfectamente la posición desde la que parlamentarios y funcionarios europeos administran la “res pública” comunitaria. Lo que lleva hacia el interés por el comportamiento y la actitud de sus miembros, como si de la misma ciudad ejerciera un siniestro silencio sobre esta élite nacida al amparo del euro.

El autoritarismo catalán

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Los catalanes, perdón, la élite nacionalista aspira a independizarse tras los sendos recortes que se les imponen desde Madrid y los propios que ha ejecutado CiU. Y es que, la autonomía fiscal que han solicitado al Gobierno podría ser su primer paso para caminar hacia una Cataluña independiente. Esa Atenas ibérica y mediterránea de la que habló alguna vez Prat de la Riba. Sin embargo, lo peligroso de este asunto no lo es tanto para el bienestar del resto de españoles como para los mismos catalanes.

La derecha catalana gusta de un juego tiránico, el arribafirmante diría que antidemocrático y dañino para con el ser humano. En estos tiempos que corren, cada vez más desahuaciados y personas acaban en la calle. De ahí que, tengan que recurrir tanto a la beneficiencia que no siempre logra para cubrir todo como a la búsqueda de alimentos tirados por los supermercados. En la corporación de Girona, preocupados más por la imagen de la mendicidad que por el bienestar se ha invertido dinero en fabricar exclusas para los contenedores de basura de los supermercados. Cuando bien, en estos tiempos de crisis, la imagen podría haberse ido a tomar por culo y bien haber invertido ese dinero en las personas en tan desesperada situación.

Una segunda de estas “políticas públicas” ha sido dictar una ordenanza contra aquellas personas que se manifiesten por los recortes en la sanidad pública. De esa forma, el vivo al hoyo y el muerto al bollo, los problemas (y las muertes) derivados de la reducción de la cobertura hospitalaria quedarán en el patio de atrás. Lo que supone un atentado contra el derecho a la salud y también contra los respectivos de manifestación y libertad de expresión, que no olviden los catalanes, son propiedad de todos los españoles, incluidos ellos también.

Por tanto, existen pruebas fehacientes para preveer que el posible Estado catalán, si saliera adelante por algún juego de la Fortuna, sería posiblemente la primera dictadura mediterránea en el seno de la Unión Europea. Pero eso no es un problema, porque en Europa lo que está de moda es el autoritarismo y miren ustedes a Alemania o el gobierno títere de Italia. Parece que caminamos hacia la nueva Siracusa y Cataluña no iba a ser menos.

En Taifas todo sigue igual

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El desplante de las comunidades rebeldes ante el Gobierno Central parece que no ha sentado adecuadamente en Madrid. Y es que, el Ejecutivo ruega a chasquido de látigo a las regiones que recorten su gasto para contener la subida del déficit. Así, entra en juego la elección entre servicio público y mercenariado europeo. En otras palabras, si la prioridad está en mantener la satisfacción de los derechos sociales o en servir al Leviatán bicéfalo de Bruelas.

En este sentido, lo interesante de esta polémica reside en observar el modelo de estado autonómico que hemos tenido hasta el momento. Sucesivos manuales y compendios teóricos definen al Estado autonómico como una especie de híbrido entre el Estado unitario y el Estado federal. Un paso más allá de un Estado descentralizado que decide crear entidades con cierta capacidad normativa en sus respectivos territorios. El panorama que dibuja es bastante idílico, una Arcadia de las relaciones interterritoriales. No obstante, la cuestión no está estrictamente en este bonito diseño institucional.

El problema sobre el funcionamiento de las Comunidades se encuentra en la actitud de la élite política y la partitocracia, es decir, las comunidades autónomas son simples arenas de competición política. Así, las relaciones que se tejen entre unas y otras serán de oposición o colaboración si coinciden con el color político que ostenta sus ejecutivos y el que se sitúa en la Administración Central. Por tanto, el recurso que va a presentar la Junta de Andalucía antes que una cuestión de reglas institucionales es de instrumentos en poder de su élite gobernante.

Por tanto, podemos concluir que una regla se mantiene constante en nuestro Estado autonómico que es el funcionamiento a modo de reinos de Taifas. A lo que hay que unir, la insolidaridad de otras comunidades como Cataluña y el servilismo de las gobernadas por los populares. Como dijimos, el problema está en la cultura política, ya que el concepto de “solidaridad interterritorial” dibuja bonitas esperanzas, pero en la práctica sólo sirve para contarle cuentos a los profanos de las leyes y la política.