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El bucle del Ateneo

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Las malas cuentas de las Administraciones han pasado factura a la institución malagueña. El jardín intelectual y artístico de los ateneístas sufre de la pandemia de muchas otras organizaciones que durante buenos años han sobrevivido al amparo de las subvenciones. Sin embargo, este momento puede ser uno de los más oportunos para hacer una crítica constructiva de lo que hasta ahora ha sido el funcionamiento interno de decana organización.

En primer lugar, el Ateneo ha representado sino el primero, uno de los mejores foros que existen en la ciudad malacitana. Y si algo le diferencia de otros, es la capacidad para combinar la presencia de excelentes personalidades con las tendencias más rupturistas en cuales quiera de los ámbitos que aborda. Sin embargo, el peso de los costes de conocidos rostros ha pasado su factura, más aún en una época tan difícil como la que atravesamos y esto es algo que ya podría haberse respondido con antelación.

En segundo lugar, el carácter elitista y a veces presuntuoso de algunos miembros de la junta directiva, que han convertido la institución en un erial para los jóvenes intelectuales y una pasarela para las senectudes pensantes de Málaga. No haremos listado de honrados nombres para no salpicar su trayectoria e imágenes públicas. Por lo que, se ha producido desafortunadamente un distanciamiento entre algunos miembros y la misma institución.

En tercer lugar, el Ateneo es cómplice de ese lema de “Málaga, la ciudad que todo lo silencia y todo lo oculta” de Pepe García. La institución se ha convertido en un bucle de cabeceras de cartón-pluma que siempre dicen lo mismo y apenas algo nuevo aportan. Posiblemente, este instante sea la coyuntura adecuada para replantear la cuestión sobre el tipo de espacio que se pretende que sea el Ateneo. El cual acierta bastante en la forma, pero no tanto en el contenido.