Mes: noviembre 2013

Desde el monocultivo sureño al norte conservador

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1.-la-constancia-malagaSe habla de “monocultivo” de la costa andaluza con un discurso barato basado en la crítica a la globalización desde la intelectualidad del norte español. Un monocultivo basado en el ladrillo, el turismo y la explotación artificial de grandes hectáreas de tierra. Gratuita y expresamente sin tener ni pajolera idea de la historia de la Baja Andalucía. Sin conocer las dagas que vilmente se precipitaron sobre la élite y el conglomerado empresarial malagueño a mediados del diecinueve por la burguesía cántabro-vasca y catalana. Sin tener ni idea de la miseria que sufrieron las clases bajas y medias de Málaga, Granada y Almería.

Pongamos puntos sobre las íes y expliquemos a algunos ignorantes intelectuales norteños lo que nos hicieron sus ancestros a las gentes del sur. A mediados del siglo XIX, la burguesía malacitana había desarrollado un potente complejo siderúrgico que completaba con la exportación de productos horto-frutícolas y vinícolas. Málaga se conocía como la «ciudad de las chimeneas». Este entramado industrial abarcaba la costa malagueña, una sección de la costa granadina y en breve iba a extender su poderío mediante el acceso a las minas cordobesas de carbón. Un carbón más barato que el asturiano, por si no lo saben. Además, se había vertebrado una red de tren bajo las consignas de Ferrocarriles Andaluces, S.A. con sedes en Málaga y Sevilla. Para aquel entonces, sólo existían otros dos focos industriales en España, el textil catalán y vasco.

La burguesía catalana y vasca de identidad católica y conservadora observaba con temor como en el sur se desarrollaba lo que para ellos eran competencia. Una burguesía liberal y republicana que desde los escalafones más bajos de la sociedad había ascendido y creado su propia riqueza gracias al esfuerzo y el ahorro. Sin embargo, para los rancios señores del norte no era permisible permitir este crecimiento empresarial. Para ello, la burguesía vasca aliada con la catalana aprovechó sus posiciones políticas en el Congreso para que se impidieran las licencias viales ferroviarias y otras inversiones que habían realizado las familias Heredia, Larios y Loring. Gracias a esta artimaña política, estas obras quedaron paralizadas y el industrial malagueño empezó a decaer y para principios del siglo XX tan sólo quedaba un erial en el litoral andaluz.

Después de cincuenta años de miseria y pobreza, Málaga ha podido crecer gracias al turismo, sí y al ladrillo barato sea dicho de paso. Granada y Almería mediante las políticas de adquisición de tierras por parte de pequeños propietarios han podido enriquecerse y hacer que quienes en algún momento eran sólo campesinos se convirtieran en grandes exportadores de producción frutícola y hortalizas. Así que, mis queridos intelectuales ácratas del norte pueden meterse sus opiniones por el trasero y entender una cuestión: hemos sobrevivido cómo hemos podido y posiblemente si sus ancestros no hubieran arruinado nuestra industria, no se hubiera devastado el medio ambiente. Ustedes y sólo ustedes son los culpables de lo que critican al sur.

La cocina periodística

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En los últimos días la prensa ha abierto su boca para debatir sobre los recientes datos del Centro de Investigaciones Sociológicas. Una subida de votos de los populares y una caída de los socialistas han dado mucho que hablar, tanto para periodistas como para intelectuales. Equivocadamente se denomina con el concepto de “cocina” del CIS a una suerte de estratagema oscurantista en la que jugando con el tamaño muestral, la formulación de las preguntas y la reinterpretación de la estadística se presentan unos resultados que mejor pueden favorecer al gobierno de turno.

El gremio de periodistas tiene una función de “perro guardían”. Tiene que velar por el imperio de la ley y por tanto, la continua crítica a las instituciones. Sin embargo, el CIS no es una institución cualquiera, sino que es un organismo público de investigación único por sus características en el ámbito europeo. Por desgracia, ni la prensa cumple con su papel de vigilancia y la crítica gratuita y barata se resume en una metáfora gastronómica.

Los comunicadores pecan de creer saberlo todo. Bien debieran saber que el trabajo que se realiza en este lugar está sujeto a criterios cientificos, unas rutinas profesionales y unos procesos de ponderacion. Claro. No se les puede pedir a los periodistas que expliquen que es una muestra aleatoria estratificada ni que formulen una pregunta que englobe el concepto de ideología, por ejemplo. Si bien, se puede hablar de la “cocina” de las redacciones, de cómo los medios de comunicación manipulan noticias a gusto de sus directivos, de cómo se muestran serviciales con la entidad financiera que les cubre o de cómo se seleccionan las fuentes informativas.

Por tanto, un poco de autocrítica es necesaria en el gremio. Si hay una cocina probablemente ese sitio no sea el CIS, pues son factores de otro tipo como el voto oculto o la selección última del modelo de ponderación que no está en manos de los politólogos y sociólogos. Así, queridos informadores preocupense por conocer y elaborar mejor sus contenidos que otro dia hablaremos de la cocina periodística. Lúgubre taller de expresión de la opinión publica que despide un hedor a bazofia.

Demagogia

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demagogo_0Sostienen algunos pensadores, entre ellos Platón, que cualquier sociedad humana que base su funcionamiento en la participación está abocada al fracaso. O dicho de otra forma, la democracia es una fórmula de gobierno que entraña grandes riesgos, la tiranía de la mayoría. En esta afirmación se puede extraer una certeza y un error. Por supuesto, que la democracia entraña riesgos contra la misma libertad de los sujetos. Sin embargo, no es la tiranía de la mayoría la que gobierna, al contrario, es la tiranía de una minoría oportuna que aprovecha la coyuntura democrática en su beneficio.

En un repaso a la historia española, se observa como la revolución y la rebeldía son una excepción. No hubo revolución liberal, lo que hubo fue Guerra de Independencia. Más tarde, el escaso logro fue eliminado por la clase gobernante, por la monarquía. Unos doscientos años después aproximadamente, una serie de movimientos sociales vuelven a reclamar un cambio de actitudes y estructuras. El comportamiento corrupto de nuestra clase política y unas instituciones que están dejando de cumplir con las funciones que se les atribuyeron.

El movimiento social empieza a llenar las calles, las plazas y parece que la juventud se activa. Independientemente de género, religión, etnia o consigna política, la sociedad está de acuerdo en que debe producirse una transformación. En pocos días, los conservadores tachan al movimiento de alborotadores y los populistas bajan a la plaza para aprovechar el púlpito. El demagogo sustituye al ciudadano libre. El movimiento se politiza y lo que era un instrumento de protesta se convierte en una herramienta al servicio de los populistas. Fin del movimiento.