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Desde el monocultivo sureño al norte conservador
Se habla de “monocultivo” de la costa andaluza con un discurso barato basado en la crítica a la globalización desde la intelectualidad del norte español. Un monocultivo basado en el ladrillo, el turismo y la explotación artificial de grandes hectáreas de tierra. Gratuita y expresamente sin tener ni pajolera idea de la historia de la Baja Andalucía. Sin conocer las dagas que vilmente se precipitaron sobre la élite y el conglomerado empresarial malagueño a mediados del diecinueve por la burguesía cántabro-vasca y catalana. Sin tener ni idea de la miseria que sufrieron las clases bajas y medias de Málaga, Granada y Almería.
Pongamos puntos sobre las íes y expliquemos a algunos ignorantes intelectuales norteños lo que nos hicieron sus ancestros a las gentes del sur. A mediados del siglo XIX, la burguesía malacitana había desarrollado un potente complejo siderúrgico que completaba con la exportación de productos horto-frutícolas y vinícolas. Málaga se conocía como la «ciudad de las chimeneas». Este entramado industrial abarcaba la costa malagueña, una sección de la costa granadina y en breve iba a extender su poderío mediante el acceso a las minas cordobesas de carbón. Un carbón más barato que el asturiano, por si no lo saben. Además, se había vertebrado una red de tren bajo las consignas de Ferrocarriles Andaluces, S.A. con sedes en Málaga y Sevilla. Para aquel entonces, sólo existían otros dos focos industriales en España, el textil catalán y vasco.
La burguesía catalana y vasca de identidad católica y conservadora observaba con temor como en el sur se desarrollaba lo que para ellos eran competencia. Una burguesía liberal y republicana que desde los escalafones más bajos de la sociedad había ascendido y creado su propia riqueza gracias al esfuerzo y el ahorro. Sin embargo, para los rancios señores del norte no era permisible permitir este crecimiento empresarial. Para ello, la burguesía vasca aliada con la catalana aprovechó sus posiciones políticas en el Congreso para que se impidieran las licencias viales ferroviarias y otras inversiones que habían realizado las familias Heredia, Larios y Loring. Gracias a esta artimaña política, estas obras quedaron paralizadas y el industrial malagueño empezó a decaer y para principios del siglo XX tan sólo quedaba un erial en el litoral andaluz.
Después de cincuenta años de miseria y pobreza, Málaga ha podido crecer gracias al turismo, sí y al ladrillo barato sea dicho de paso. Granada y Almería mediante las políticas de adquisición de tierras por parte de pequeños propietarios han podido enriquecerse y hacer que quienes en algún momento eran sólo campesinos se convirtieran en grandes exportadores de producción frutícola y hortalizas. Así que, mis queridos intelectuales ácratas del norte pueden meterse sus opiniones por el trasero y entender una cuestión: hemos sobrevivido cómo hemos podido y posiblemente si sus ancestros no hubieran arruinado nuestra industria, no se hubiera devastado el medio ambiente. Ustedes y sólo ustedes son los culpables de lo que critican al sur.