El dúo dinámico: Griñán y Valderas
Los candidatos a las elecciones andaluzas, disculpen, algunos han tenido la buena costumbre democrática de participar en el debate televisado. Un ritual que viene siendo símbolo de una cultura política coherente y saludable. Aunque, antes bien habría que observar si el dúo entre Griñán y Valderas corresponde con las fuerzas que compiten por la Presidencia de la Junta de Andalucía.
Muchos partidos, especialmente los que carecen de representación política, se quejan de la poca visibilidad que tienen en los medios de comunicación. Y en parte razón no les falta, pero entonces llegamos a la pregunta sobre cuáles son los partidos que deben ser llamados a un debate. La tradición electoral norteamericana impuso como tendencia la confrontación entre los dos principales partidos, pero esto sólo tiene sentido en un sistema bipartidista como el del otro lado del Atlántico.
Dice Sartori que aquellos partidos con poder real, es decir, los que ostentan o pueden lograr una representación efectiva son los que deben ser analizados. Por tanto, bien estaría que en el debate se hubiese contado con la presencia de UPyD y PA, a los cuales se les ha hecho un vacío mediático. Y mejor no hablar, del desplante del valiente Javier Arenas, temeroso de ser acorralado en el gallinero de Canal Sur.
Asimismo, reza en el estatuto de RTVA que los medios autonómicos serán un fiel reflejo de las distintas sensibilidades y la diversidad de la comunidad. Parecer ser que, los directores de la empresa pública sólo han tenido en cuenta a los dos grandes, amén del tercero que está ahora en alza. Por lo que, ni la censura de PA y UPyD, ni la espantada de los populares hacen honor a esa pluralidad política que bien debiera haberse esperado del mencionado debate. Por lo que, el debate ha dejado más por los suelos aún la pésima imagen de la que ya disfruta esta nuestra televisión autonómica.
marzo 15, 2012 en 11:27 pm
Hemos perdido otra oportunidad para consolidar el debate de los partidos con poder real como instrumento de formación de opinión de los electores, pero el interés partidista se ha impuesto.
El discurso de parcialidad de la televisión en el debate enmascara la estrategia de no exponerse a la opinión pública porque favorece al partido que va en primer lugar en la carrera electoral.
Los equipos de comunicación de la campaña hubieran reglamentado hasta el último detalle del debate: tiempos, temas, réplicas, cámaras, intervenciones del moderador, etc… lo cual dejaría poco margen a la manipulación.
La competitividad de los candidatos de los partidos con poder real en un debate en directo televisado nos hubiera dado la oportunidad de conocer las iniciativas programáticas y las decisiones que adoptarían para su aplicación.
Se necesita un mayor número de ciudadanos que demande los debates electorales entre candidatos.