crisis

Sobre la tolerancia

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En estos tiempos que corren de crisis, se abre el camino para la llamada a los viejos fantasmas. Los espectros del pasado cercanos a los totalitarismos de izquierdas y derecha, en otras palabras el comunismo ortodoxo y el fascismo. Un buen ejemplo, lo tenemos en el ascenso de partidos de extrema derecha en la última década en las democracias europeas.

La entrada de Aurora Dorada en Grecia es simplemente la punta de un iceberg que termina de vislumbrarse. Y tras este caso, podemos citar el Partido de los Autenticos Finlandeses, Ataka en Bulgaria, el Partido Nacionalista Alemán, Frente Nacional en Francia y su homólogo en Bélgica junto a Orgullo Flamenco. Además de, el Partido por la Libertad y la extinta Lista Pim Fortuyn en Holanda, el Partido de la Gente en Dinamarca, Laos en Grecia y Chipre, Alianza Nacional en Italia o el Partido de las Familias Polacas.

Mientras tanto, este ascenso de la ultraderecha y las cifras de paro dan pie para el surgimiento de movimientos de extrema izquierda. Los cuales, son mucho más difíciles de percibir y que hacen peligrar la misma esencia de las democracias liberales y la sociedad libre que defendía Popper. Cuando el sistema falla todos recurren a los extremos, y las derrotas de otros sistemas como el soviético son sólo “fallos” en un intento por experimentar una nueva experiencia 2.0 de economía planificada y censura.

Izquierda y derecha extrema tienen mucho en común. En ambas esferas, se apuesta por la homogeneización social de los sujetos en una comunidad, ya sea la obrera o la nacionalista. Se pierde la individualidad de la persona, aduciendo que es una ilusión y son castradas toda suerte de libertades y derechos. Por eso, en estos tiempos de crisis lo que más debiera defenderse es un valor que parece echarse de menos, la tolerancia. Y saber tolerar es fundamental para tener el pluralismo que toda democracia precisa. Cuidado con los extremos.

La extrema derecha en Grecia

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Este fin de semana ha sido la cita electoral para griegos y franceses. Los resultados han hablado por sí mismos en respuesta a la austeridad que promueve Merkel. Desde Francia, las urnas han alzado a los socialistas de Hollande frente a Sarkozy que en sus últimas días parecía más la mano izquierda de Alemania que la derecha gala. Por otro lado, Grecia ha fragmentado su parlamento en multitud de partidos, reduciendo conservadores y demócratas sus votos hasta un tercio de los votos obtenidos en los anteriores comicios.

Sin embargo, en Grecia ha habido espacio suficiente para que la nueva derecha acceda al poder. En concreto, se trata del partido llamado “Amanecer Dorado” de ideología racista, antieuropeo y nacionalista. Este fenómeno es una respuesta de una sociedad confusa ante una democracia y un mercado –el común europeo- que siguen sin dar respuesta a la profunda crisis económica. Y es un fenómeno, porque lo habitual en los sistemas con una cultura política asentada no es responder ante una coyuntura negativa con la llamada a los viejos demonios.

Una línea de pensamiento, especialmente defendida por los historiadores, sostiene que el auge de los fascismos tiene a sus espaldas unas altas cifras de paro e inflación. Se piensa que la democracia falla cuando queda atrapada por la economía. La respuesta es difícil. Sí y no. Una hipótesis interesante es que la derecha radical vuelve a casa no por Navidad, sino cuando existe un problema de identidad.

La identidad de una sociedad es un elemento difícil de definir, especialmente, en sociedades marcadas por la diversidad. No obstante, es posible hablar de la identidad, más o menos artificial, más o menos heterogénea, de un país. Cuando un Estado pierde su identidad y observa como es dañada su autoridad en relación a otros países empieza una espiral hacia el abismo de los extremos.

La Unión Europea en general, y la cancillera alemana en particular, han puesto en duda las cuentas de Grecia. Pero no ha sido suficiente con eso, y han dejado a los mercados jugar con la autoridad no ya de un gobierno, sino de un país, imponiéndole sendas restricciones y exigiéndole sacrificios a su sociedad. Unos sacrificios que se les piden desde el exterior, sin ningún beneficio a cambio. Merkel azota a Grecia como Francia castigó a Alemania tras la Gran Guerra. Así, de aquellos tiempos, los mismos fantasmas del fascismo.

Los espectros de Alemania y la reforma española

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Algunos economistas creen que si se abarata el despido se puede conseguir un aumento del empleo a largo plazo. Esta lógica es la que ha seguido el Gobierno para imponer la nueva norma del mercado de trabajo. Añadiendo una serie de cambios que bien pueden ser discutidos. Para empezar, se constata que esta medida producirá una nueva recesión, aunque sería preferible hablar de prolongación de la crisis para el primer semestre del año.

En primer lugar, aunque esto supusiera realmente una mejora en la tasa de empleo cabe preguntarse cuál sería la hipotética fecha en la que se produciría. No obstante, las estadísticas oficiales sobre empleo impiden mostrar la auténtica realidad. El “quid” de la cuestión reside en las características cualitativas del trabajo generado. En Alemania, ha disminuido el desempleo, pero a costa de crear puestos de trabajo “low cost” donde no se paga realmente por el desempeño realizado. Al contrario, se trata de puestos de trabajo de una cualificación media o baja, donde se mantiene un sueldo basura que en nada ayuda al incremento de la capacidad adquisitiva.

Para continuar, es una reforma que beneficia a grandes empresas, pero no ayuda a las medianas y menos a emprendedores. Ya que, el problema de la mediana empresa no está tanto en destruir puestos de trabajo como en aumentar su productividad ¿En qué repercute disminuir más aún la capacidad de consumo de las familias que son los usuarios habituales de los servicios ofrecidos por las pymes? Entre las pymes se encuentran servicios informáticos, negocios de barrio, pequeñas tiendas de moda, joyería y bienes de consumo. Por lo que, el tejido empresarial sufrirá una reducción de su potencia, con la excepción de las grandes firmas.

Finalmente, se crea una categoría denominada “empresas en crisis”, las cuales tendrán una serie de ventajas en la reducción de salarios y el despido libre. La reforma popular del mercado laboral se acerca hacia el modelo alemán, cuando bien el objetivo tendría que haber pasado por una paulatina transformación del sistema productivo que afecta al tipo de puestos creados. Y es que, Alemania, por muy buenas cifras que muestre, parece que vuelve a sus viejos fantasmas. La desconfianza, el autoritarismo y el alejamiento de Europa que no hace muchas décadas le llevaron a uno de los episodios más trágicos de la historia de la humanidad.

Piedra, papel o tijera

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Los recortes del gasto público. Ése es el tema de la campaña en las elecciones generales. La incertidumbre acecha a izquierda y derecha. A los primeros porque no saben qué van a dejar de recortar, cuando Rubalcaba lo ha soltado como promesa. A los segundos porque han prometido no recortar gasto social y por algún lado tendrán que meter la tijera. La estimulación económica en España es una castración química porque se corta de todo, pero nada se deja crecer ni se alienta.

Hace algunos años, incluso antes del comienzo de la crisis, los economistas advirtieron que el sistema productivo necesitaba de un cambio. Nadie hizo nada al respecto. Cuando entramos en la crisis, o recesión según Zapatero, la estimulación consistió en unas ayudas de promoción económica destinadas a focos muy concretos y que no hacían evolucionar la especialización a largo plazo. Y ahora, seguimos con la tijera porque no queda otra, especialmente en Cataluña donde la hermandad del puño cerrado o Generalitat, suprime de todo menos los sueldos de sus políticos.

El juego de la clase política se ha convertido en un “piedra, papel o tijera”. Piedra para seguir arrimando más ladrillo a la sazón de un cubo de mezcla. Papel para seguir dando esas ayudas a la construcción y tijeras para seguir recortando debido a los efectos de la anemia laboral. La cuestión está, como en el cuento del cascabel, que quién le pasa las tijeras al gato.

Crisis del bipartidismo, auge del nacionalismo

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La reforma constitucional y la pasividad de los grandes partidos ante la crisis económica manifiestan sus últimos coletazos. Recortes en la sanidad y la educación, sin precedentes para el castigado Estado de Bienestar. Lo que afecta sobremanera a los gobiernos autonómicos en cuyas manos están las mayores políticas públicas, especialmente, las que el ciudadano puede tocar desde más cerca. Y es que, estos cambios determinarán una reducción de la capacidad de autogestión de las comunidades.

Los dos partidos principales entregan un argumento inatacable a los partidos nacionalistas para defender aún más el ataque de las decisiones centralizadas y por tanto, su radicalización. Por tanto, las elecciones no serán un mero trámite para validar la victoria de Rajoy, sino que serán un campo de batalla de negociaciones entre los dos grandes y los partidos minoritarios de Cataluña y País Vasco, entre otros.

En este sentido, cabe plantear la hipótesis de si nos encontraremos ante un futuro gobierno de pinza. La cuestión ya no está en la volatilidad que PP y PSOE puedan sufrir hacia otras opciones como UPyD e IU, sino en la participación, la volatilidad hacia las consignas nacionalistas y el voto en blanco. Con lo que, se hipotecan los intereses comunes de la nación española.

Sobre la reforma constitucional, que no democrática

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Los españoles sufrimos una vez más, como si de un bucle melancólico se tratase, las consecuencias de la chapuza política. Lo que bien pudiera haberse evitado con un pacto entre las fuerzas políticas, y que no fue posible debido a la ocultación que Zapatero hizo de la crisis a principios de 2008, revienta en la cara de cabreados e indignados. Mientras uno engañaba, y el otro esperaba frotándose las manos a la futurible victoria; los dos grandes han llegado a la conclusión de reescribir la Constitución para insertar el déficit cero.

El déficit cero está fuera de lo que jurídicamente se llama la parte dogmática de la carta constitucional, de lo que son los derechos fundamentales. Aunque eso no quita, que el gasto público no mantenga una estrecha relación con los derechos sociales. Por lo que, a la forma del cacique, los políticos han firmado la defunción del Estado del Bienestar español y se han bajado los pantalones ante la Unión Europea y los mercados financieros. Sin mediar por un referéndum, ni ninguna consulta al pueblo que será el auténtico afectado de esta decisión que elimina la política fiscal.

No fue suficiente con la mentira de unos, con la apatía de otros. Y es que, como ya no les queda nada, sólo pueden esperar a desnudar sus adentros y enseñar lo que tienen a los especuladores. Lo que no evitará que no sus eminencias, sino el Estado sea penetrado por un fálico rescate a la europea. Y como dicen, estas acciones se hacen con espíritu francés y carácter alemán. Por lo que, los españoles andaremos unos años más escocidos y jodidos.

Pero no llore, esta historia tiene un final feliz. Porque los imbéciles que degeneran en malvados, como dice Reverte, se irán contentos a sus casas. Zapatero regresará a su taifa leonesa, donde beberá su coñac satisfecho de haber realizado la segunda reforma constitucional y brindará con sus amiguetes. Una gran reforma dirán sus compañeros juristas de la Universidad con los que alguna vez trabajó. A la par que, el Partido Popular no tendrá necesidad de hacer grandes recortes cuando un pacto de Estado le da carta blanca para minimizar gastos. El arribafirmante se equivocó, en España siguen habiendo grandes pactos, sobre todo cuando el perjudicado es la ciudadanía.