Estado Islámico

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La guerra santa sigue en pie. Habrá acabado el momento de Al-Qaeda, pero ahora ha llegado la época para esta nueva franquicia de islámicos descerebrados bajo las siglas ISIS. A partir de la caída del régimen de Bashar Al Assad, los fanáticos islamistas de distintos puntos del globo acudieron a la llamada de las armas en Siria. Un país donde la guerra civil se recrudece y donde esta organización de inspiración califal e ideología sunita ha creado un feudo de considerable extensión. Más tarde, la misma entidad se ha extendido a Irak desde donde controlan gran parte del territorio y han atentado contra las autoridades gubernamentales e internacionales.

El Islam es una religión que no admite lugar a la tolerancia. Ya se dice en alguna parte del Corán que los musulmanes deben respetar a las otras religiones del libro, es decir, cristianos y hebreos. Si bien, los fanáticos sunitas que combaten en nombre del Estado Islámico tienen como objetivo una única fe y un único Estado, algo similar a la Alemania nazi, pero con ingredientes del profeta. Sus masacres, violaciones y muertes breves y sumarias han alcanzado a cristianos, musulmanes chíitas, judíos, yazidíes, kurdos y otros tantos que no se plieguen ante su voluntad y sus creencias religiosas.

Ahora, su última moda ha pasado por el uso de los medios de masas, para retransmitir el asesinato de periodistas y cooperantes destacados en Irak. Como ya hizo en su momento Al-Qaeda, estos soldados de Alá entienden que el poder audiovisual es un instrumento fundamental y que no debe ser desechado. No ha habido ninguna llamada al respeto del mensajero ni de otros miembros neutrales en el desarrollo del conflicto armado por su parte. Estos perros del desierto además de crueles son unos completos idiotas, ya que si la violencia debe ser administrada no puede ser gratuita, ni dirigida contra cualquier persona que no profese sus creencias en la esfera de la política. Dicho de otra forma, estos subnormales no sirven ni para hacer el papel de “malo”.

Sin embargo, hablar de separación de la política y la religión en el mundo islámico es como pedirle peras al olmo, ya que el mundo musulmán se encuentra en una época de desarrollo similar al de la Edad Media europea. ¿Cuántos sacrificios y cuántas muertes harán falta para que la política, la cultura y la sociedad se escindan de la religión en el mundo islámico? Mientras se responde a esta pregunta, desarrapados, muertos de hambre, psicópatas y fanáticos del Magreb, del Golfo Pérsico y más allá se encaminan hacia Siria e Irak para participar a la llamada de las armas. Por su bien, por nuestro bien (el de Occidente) esperemos que la mayoría de ellos acaben con una bala entre ceja y ceja y sin descendencia que continúe su barbarie.

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