La condenada política bendodiana
Política es el arte de gestionar lo público. Lo público se separa de lo privado, pero lo privado no deja de ser político. La actuación particular de los alcaldes populares que han zarandeado el coche oficial de Susana Díaz en un aniversario de Museo Picasso es un hecho vergonzoso y condenable. Y lo cierto, es que este estilo particular de hacer política que inaugura Elías Bendodo en Málaga dice mucho del mismo y de su partido.
Para empezar, este carácter contestatario es una auténtica hipocresía. En primer lugar, los ediles mayores cometieron esta agresión como una supuesta denuncia de las deudas que acumulan sus consistorios. Bien saben estos señores, que esa deuda está pendiente del abono de determinada cantidad por el Gobierno autonómico y que a su vez, parte de ese dinero está siendo recortado desde Moncloa. Por lo tanto, habría sido más correcto haberse dirigido al Gobierno Central que al andaluz, que ya de por sí está intentando minimizar esos tijeretazos.
En otra línea, si apostamos por este estilo de política contestataria, sería de todos de agradecer que acudiesen a las casas de los banqueros, empresarios y todos aquellos culpables que han hipotecado nuestro país. O dicho de otra forma, que protesten contra aquellos que están destruyendo empleos, arrancando a personas de sus hogares y despojando la poca propiedad que nuestras clases medias y bajas tienen. La culpa no es de los culpables, es de los sin-techo terroristas que atentan contra la élite. No obstante, parte de esa élite económica o son ellos, o los mismos peperos son sus comisarios. Se puede sospechar que el interés no está tanto en solucionar la vida de sus vecinos, sino en garantizar el flujo de dinero que mantenga su rédito político local.
En tercer lugar, esta estrategia de posicionarse a favor del interés provincial y local de Málaga es una mentira. Es uno de los pocos recursos que quedan a estos alcaldes, que agonizan por inacción ante los recortes que ejerce su mismo partido, respondiendo y culpabilizando al adversario político en su lugar. Esto es una muestra, no de lo que se define como “real-politik”, sino como una miseria política propia de una cultura política pobre.
Por último, sería coherente que Bendodo y los principales alcaldes protagonistas de este episodio de la España cañí dimitieran de sus cargos. Por honradez con Málaga y respeto a la provincia. Estos alcaldes si algo no hacen, es representar a sus ciudadanos. Simplemente son gestores burócratas de lo privado a través de lo público.