Día: abril 23, 2013

El terrorismo, víctima y verdugo

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Pogrom

Parecía que ETA se había ido de vacaciones. Y no sigue estando de vacaciones, porque sus representantes políticos -los de Bildu- se niegan a condenar los atentados del maratón de Boston. Así, vuelven a surgir los discursos de todos conocidos de un lado y de otro. La Casa Blanca anunciando desde un primer momento que la masacre era obra de yihadistas. La izquierda abertzale abriendo sus brazos a cualquier uso político de la violencia. Mientras que, la sociedad expectante nada en su crisis diaria que es otra forma de muerte, política, pero más lenta y cautelosa.

¿Desde qué punto de vista miramos al terrorismo? Cuando se trata de Estados Unidos y del islamismo fundamentalista, el marco en el que se desenvuelven los hechos es el de la cruzada. Unos por extender su verdad, el «american way of life» y otros por combatir contra los «bárbaros del Norte» que han hecho de la palabra de Alá (o de Jehová) un uso estrictamente político. Sin embargo, reducir cualquier atentado terrorista al cliché del mundo occidental-musulmán es restringir las miras ante el peligro y ante quién es inocente o culpable.

El terrorismo es un fenómeno político y psicológico. Hunde sus raíces en los orígenes de nuestra primigenia civilización. El Imperio Romano castigaba a los detractores con la cruz o los ofrecían como espectáculo en el circo. A los señores feudales y la Inquisición, les bastaba con quemarlos en una hoguera o ejecutar un pogromo contra judíos, brujas y herejes. La colonización de los territorios africanos y asiáticos muestran la evolución  de estas prácticas que culminan con las matanzas de los totalitarismos nazi y soviético. Como vemos, el terrorismo no es algo ajeno a la historia ni a la vida. Siempre mantiene dos elementos, uno el verdugo y el otro el culpable, roles que algunas veces son ambivalentes para las dos partes o que son casi indistinguibles.

Lo realmente miserable es que se acuse rápidamente al mundo musulmán sin investigar si estos jóvenes chechenos actuaban por otro objetivo de índole nacionalista o por problemas psicológicos. También es miserable que desde el islamismo más radical se crea que pueden afectar a los resultados de unas elecciones matando a cientos de civiles. Es miserable que se use la violencia, pues si el fanático de la causa que sea recurre a ella será porque sus ideas no son creíbles ni para el mismo.