ciencia ficcion
¿Qué aporta la fantasía a la política?
La presente columna puede que sea un giro, tanto en el tono como en el enfoque, del arribafirmante. Se cumplirán en breve nueve años desde que empezó a publicar sus primeras columnas en Diariolatorre, ahora El Faro de Málaga y a variar y desvariar sobre política: la vieja y la nueva. A la luz de esta diferenciación simplemente categórica, pero no práctica, es posible que cualquier texto sobre lo que suceda o sucederá en las elecciones de junio sea un continuum de una realidad que ya conocemos. Hipotéticamente exista un alto grado de esperanza en que nada nuevo depara la política española.
Desde hace tiempo, ha barajado la posibilidad de bucear en otros campos como el de la Literatura. Es cierto, que hay meritorios y reconocidos literatos entre las columnas que acompañan a la presente, pero no es afición ni devoción el oficio de escribente. Quizá sí de escribano y comentarista, porque una parte importante del politólogo es ser interpretador y valorador de la realidad. Al menos, la idea original es abordar las conexiones teóricas, filosóficas y por extraño que parezca, eminentemente prácticas que se establecen entre la fantasía moderna y la realidad política, económica y social del ser humano en el presente.
Hace dos años, el ambiente intelectual de España ha comenzado a establecer estas relaciones entre lo que se podría llamar el “mundo freak” y la realidad política. Un antecedente, aunque cuestionable por el contenido, fue la obra Ganar o Morir: lecciones políticas de Juego de Tronos escrito por Pablo Iglesias. Si bien, han existido dos iniciativas más plausibles, en mi humilde opinión, en esta línea. Cámara Cívica, una aventura liderada por Manuel Jesús Rodríguez, Francisco Javier Álvarez y Pedro Nicolás Martínez, en la que de forma pedagógica y a través de distintas plataformas (blog, programa de radio, etc.) se transmiten estas conexiones entre el poder y la cultura friki. Una segunda, estaría representada por el ensayo Filosofía de Hielo y Fuego: las claves para comprender Juego de Tronos de Bernat Roca, Francesc Vilaprinyó y David Canto, con un carácter más centrado en el pensamiento filosófico.
En esta línea, es donde el arribafirmante pretende inaugurar una nueva línea de columnas donde se hablará, y no sólo de Juego de Tronos o Star Wars, sobre qué nos aporta la fantasía moderna y la ciencia ficción con respecto a las reflexiones de nuestro mundo. Ya que durante la década de los ochenta y los noventa, se postergó, marginó e incluso se penalizó el valor de estas obras en relación a la actualidad. Es ahora el momento, de la generación que hemos crecido con esta corriente literaria que aportemos lo que sus autores, sus obras y sus argumentos pueden transmitir a la coyuntura crítica del presente.
El Estado del futuro
Ayer durante una conversación con una vieja amiga vino a la mente una pregunta bastante obvia en el campo de la Ciencia Política. Y esta pregunta, se plantea de la siguiente forma. ¿Cómo es posible que después de cinco siglos no exista una organización política más compleja y global que el Estado? De hecho, el ente estatal en sus orígenes es una de las formas políticas que más cambios y transformaciones ha experimentado desde el Estado moderno hasta el Estado liberal-democrático, pasando por los totalitarismos. Ni las izquierdas ni las derechas, con excepción del anarquismo y el anarquismo-municipalista, han renunciado a la institución estatal en sus diferentes manifestaciones y experiencias históricas.
Ciertamente, el origen del Estado viene favorecido por una serie de factores. Entre ellos, uno nada desdeñable, es el desarrollo de la tecnología y el conocimiento, que posibilitó el surgimiento de países como España, Portugal, Francia e Inglaterra. Sin la mejora de las comunicaciones marítimas en el siglo XVI hubiera sido imposible concebir estas fórmulas de organización humana. Y es que, es necesario un sistema de transportes conectado, seguro y con cierta rapidez que permitiese conectar poblaciones situadas a grandes distancias.
Ahora bien, surge la cuestión de por qué existiendo actualmente sistemas de comunicación aérea y las portentosas nuevas tecnologías, no se ha avanzado hacia una organización política más compleja y que englobe un área geográfica mayor que la de los Estados. Se puede citar el caso de la Unión Europea, pero realmente, esta organización camina a un paso entre un instrumento en manos de un Estado -Alemania- y un acuerdo entre distintos Estados. Por otro lado, las Naciones Unidas, al menos en teoría, podría ser un tipo de organización que investida hipotéticamente con los poderes de un Estado podría englobar y abarcar un área geográfica más amplia.
Sin embargo, ¿por qué no se ha avanzado en esa línea? ¿Por qué no se ha creado un parlamento de las naciones o una suerte de gobierno mundial kantiano con poderes políticos efectivos, cuando existe tecnología para hacer posible dicha realidad? La solución, claro está, reside en que la institución estatal mantiene una preeminencia incuestionable por el principio de soberanía y en que el egoísmo humano rige indudablemente la dinámica tanto macro como micropolítica.