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Las concubinas en la Administración china
Recientemente, se ha hecho público el escándalo existente en China, donde más de dos tercios de los funcionarios detenidos por corrupción, lo han sido por el cargo de «adulterio» o segundas esposas. En este país, donde el comunismo se diluye y adquiere el carácter gerifáltico de cualquier bizarría o exhibición de poder que se pueda pagar con dinero, la intromisión en la vida privada de sus ciudadanos y la malversación de fondos van unidos de la mano. Curiosamente, el establishment no castiga por el robo del erario público, pero sí, por la razón a donde va a parar ese robo de las arcas, véase en este caso a las conocidas como «ernai», que cuanto más jóvenes y multitudinarias son, más caché le otorgan a su propietario.
El problema de las «ernai» no es ya tanto un producto de la corrupción china, sino también una cuestión de cómo determinadas instituciones han sido adaptadas a un sistema comunista moderno en un país oriental. En concreto, China es una de las culturas donde la administración y la burocracia adquirieron un impresionante valor desde la Antigüedad -gracias al confucianismo-, más de mil años antes de la creación de los primeros Estados occidentales. En esta coyuntura, la posición de poder llevó aparejada ciertos privilegios y algunos de ellos se convirtieron en institucion como las concubinas.
En el actual panorama, el partido único no ha conseguido acabar con esta institución que está mucho más arraigada y cuenta con más siglos de vigencia. Por lo que, cabe preguntarse si el comunismo chino, no es a fin de cuentas, una nueva versión de las dictaduras orientales transformadas a los tiempos modernos, en un entorno donde la adquisición de la democracia pasar por un proceso de aculturación occidental. Probablemente, se pueda afirmar que el éxito del Estado liberal moderno sea una de las grandes aportaciones de la cultura occidental a la política teórica y práctica, frente a lo que han aportado otras culturas.
El inicio de la caída
El escándalo Snowden está dando para hablar de muchas cuestiones. Por un lado, el latente dilema entre libertad y seguridad. Un dilema donde Estados Unidos entiende que la libertad sólo es posible a través de una seguridad extrema con capacidad de llegar hasta el último rincón de la privacidad de los particulares. Por otro lado, también se comenta el papel ambiguo de Rusia en esta confrontación debido a su apoyo a la huida del ex miembro de la inteligencia norteamericana. Lo que se suma a su apoyo al gobierno oficial de Siria en una guerra que está siendo instigada por los países occidentales.
Estos días se ha observado como Estados Unidos ha amenazado a Ecuador por su objetivo de acoger a Snowden. Al respecto, plantean la posibilidad de retirar los acuerdos arancelarios que disfruta este país de América Latina. A lo que, el gobierno ecuatoriano ha respondido que pueden ofrecerles millones de dólares para invertir en educación en materia de derechos humanos a la primera potencia. Este mensaje ha sentado como un jarrón de agua fría a Obama. Estados Unidos que durante décadas había pastado –de la mano de la Escuela de las Américas- por el continente sur como si fuese su casa, apoyando golpes de Estado, eliminando gobiernos no proclives a sus intereses y colocando dictaduras de naipes. América Latina ya no es un cordero débil al que pueden decidir si sacrificar o guiar.
Este hecho es una evidencia de que la primera potencia está en el comienzo de su caída. Nuevos países, algunos no-democráticos, otros no necesariamente capitalistas y muchos de ellos antes en vías de desarrollo se están convirtiendo en los nuevos competidores económicos y militares. China, Rusia, Brasil, los “tigres asiáticos”, Venezuela y otros están acrecentando su poder. Lo que puede plantear la hipótesis de que quedarán no muchas décadas para que América del Norte deje de ser la panacea económica, y también de las libertades individuales.
