muerte

A Pedro

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En mi anterior tesina, trámite necesario para acceder al grado de doctorando (en gerundio), realicé una investigación sobre el papel que jugaron los alcaldes y los concejales de las primeras corporaciones locales. Las primeras que nacieron en democracia, allá por el año 1979, y centrándome en los casos de Cáceres, Ciudad Real, Málaga y Sevilla. Fue por ese motivo por el que entrevisté al primer alcalde democrático de la ciudad malacitana, el socialista Pedro Aparicio, y cuyo contacto fue posible gracias a Paco Flores. Esta entrevista, la de Pedro, fue la segunda que realicé cuando empecé con el trabajo de campo en invierno de 2012. Su entrevista, una de las más lúcidas que disfruté junto a la del ex alcalde de Ciudad Real, Lorenzo Selas.

Durante los últimos meses, he estado elaborando el marco teórico y la metodología de lo que es mi tesis doctoral. Un trabajo de investigación basado en las historias de vida o biografías de los alcaldes democráticos de las capitales de provincia andaluzas, contadas por ellos mismos. A lo largo de verano, barajé la opción de adelantar la entrevista a Pedro Aparicio, con quien ya había tratado anteriormente. Después la pospuse a octubre y hace dos días, mientras me encontraba por razones académicas en Santiago de Compostela, me llegó la trágica noticia que de Pedro había fallecido de forma fulminante. No llegué a llamarlo.

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El jueves fue un día nefasto. Un día aciago. La muerte de Pedro Aparicio se lleva con él parte de la memoria de la naciente democracia local en Málaga. Se lleva parte de los esfuerzos de aquella corporación socialista que trabajó intensamente en una ciudad en pleno desarrollo urbanístico, con grandes carencias en los equipamientos y saneamientos más básicos. La cual durante tres mandatos tuvo que ir al ritmo frenético de la sexta ciudad más poblada de España. Un trabajo loable en tiempos difíciles, en tiempos convulsos y quien abandonó la Medicina por esta ciudad en la que no nació, pero que lo hizo hijo. Descanse este malagueño ilustre en paz, Pedro Aparicio.

El legado de Suárez

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Se habla de quién fuera por aquellos que vivieron la Transición. También por parte de quienes le conocieron. Y probablemente, todos y cada uno de los españoles tuvieron alguna responsabilidad o culpa en la caída de Suárez. Las mismas piernas que caminan hoy libres en nuestra democracia, empujaron de una forma o de otra al artífice de nuestro sistema político por el precipicio. Y ya se sabe que -cuando se mira al abismo, el abismo mira dentro de ti- como dijo Nitezsche, veamos dentro de los arribistas. Ya fueran socialdemócratas o populares que absorbieron las distintas élites integrantes d la UCD, ya sean los peperos que hoy se enorgullecen de la Constitución democrática, cuando el suyo -Alianza- fue un grupo que no apoyó el texto fundacional.

Reverte dijo hace unos días que la vida fue amable con Suárez, le quitó la consciencia para no ver en manos de que clase de delincuentes había dejado su obra. Adolfo Suárez dejó una importante herencia a este país: una democracia liberal recién salida de la nada y en un proceso transitorio menos traumático que el portugués y la existencia de un sistema de partidos de libre competencia que garantizase la representatividad ideológica. Después llegarán los minoritarios, y se quejarán -no sin razón- de que el sistema electoral es injusto. Pues miren ustedes, Suárez les legalizó pese a las amenazas del búnker militar.

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Suárez también creó algo que en España probablemente nunca haya existido: el centro político. Incluso, a finales de los ochenta, cuando ya se había creado nuestro bipartidismo imperfecto, tuvo la visión suficiente para ocupar un espacio del eje político que está (y sigue) secuestrado por otras fuerzas. Desafortunadamente, los populares jugaron un papel importante en terminar de eliminar a ese centro y viajar del centro a la derecha a principios de los noventa.

Una vez caído el CDS, se habían sembrado las semillas suficientes para mantener el bipartidismo imperfecto. Un sistema donde la alternancia entre dos fuerzas que con el apoyo puntual de otros partidos es la dinámica reinante. Sin lugar a dudas, la sociedad en su conjunto ha sido malagradecida con Suárez y ha derrochado parte de su herencia, véase las opiniones estúpidas de Alberto Garzón pidiendo revisar la Transición o las asociaciones de la memoria creando su propia versión de «memoria parcialista» poniendo en duda el consenso. Un despropósito, una vergüenza. D.E.P. uno de los mejores líderes que tuvo este país de ingratos.